Jornada mundial de la juventud
Monseñor León, en la JMJ que queda fuera de los focos de la televisión
Teodoro León, obispo auxiliar de Sevilla, protagoniza la última catequesis en un pequeño pueblo del cinturón industrial de Lisboa, en Baixa da Banheira
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Sevilla
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Iniciar sesiónHay una JMJ que transcurre fuera de los focos mediáticos, ajena a los titulares de prensa y las cámaras que inexorablemente siguen cada movimiento del Papa Francisco desde que el miércoles 3 aterrizó en Lisboa. El empeño de la organización por extender ... por todo el territorio nacional el impacto de la Jornada Mundial de la Juventud ha llevado algunas de las catequesis a sitios insospechados, apartados de la gran ciudad, que pueden expresar incluso mejor la catolicidad de la Iglesia.
Monseñor Teodoro León, arzobispo auxiliar de Sevilla, presidió este viernes la última de las catequesis Rise Up en Baixa da Banheira, una pequeña población en el cinturón industrial de Lisboa, en la orilla izquierda del Tajo, justo enfrente de la gran capital lisboeta. Para llegar hasta allí, hay que dar un rodeo de cuarenta kilómetros atravesando el puente Veinticinco de Abril o utilizar los transbordadores que cruzan el estuario.
La parroquia de San José Operário acogió esta última sesión formativa para jóvenes de Ecuador, Perú, Argentina, México, Estados Unidos o República Dominicana. La representación sevillana se limitó a tres jóvenes de la Pastoral Universitaria que cruzaron desde Cascais unos 70 kilómetros para acercarse a la eucaristía que presidió don Teodoro. El día anterior, habían protagonizado la anécdota de la jornada porque pernoctaron a las puertas de la Universidad Católica en Cascais para ocupar los primeros puestos en la recepción del Papa al mundo académico.
Una gran pintura mural con Dios Padre barbado en la gloria presidía el altar de un modestísimo templo parroquial construido en los años 60 del pasado siglo sin la prestancia, por ejemplo, de las iglesias de los poblados de colonización en el valle del Guadalquivir. El falso techo de corcho, las luces de globo más que desfasadas y la estructura en una sola nave daban la impresión de un salón de celebraciones, detalle mistagógico que quizá no pasara inadvertido a sus arquitectos.
En el presbiterio, un retrato del beato Carlo Acutis, el joven italiano que la Iglesia propone como modelo a la juventud, y las cartulinas pintadas con las que los diferentes grupos de trabajo habían expresado su idea de la misericordia divina durante el tiempo de oración y catequesis, volcado en el sacramento de la reconciliación que el prelado hispalense estuvo administrando sin interrupción a los jóvenes antes de la misa.
Confesó y ofició la misa ante un centenar de peregrinos hispanoamericanos y una veintena de parroquianos
El templo carece de capillas laterales, apenas un vano en la pared entre dos columnas donde se recopilan las devociones particulares de la parroquia: el Sagrado Corazón de Jesús, San Francisco de Asís, la Virgen de Fátima, el Niño Jesús de Praga y un San José carpintero que da título a la feligresía. Acostumbrado a verlo celebrar, como deán de la Catedral de Sevilla, en medio de la pompa y el escrupuloso ceremonial litúrgico que impone el cabildo, impresionaba ayer la sencillez con que transcurrió la eucaristía. Y la entrega de sus participantes.
Pero sencillez no quiere decir deslucimiento sino todo lo contrario. En ese oficio divino donde se rezaba a Dios en español con casi todos los acentos del continente se percibía la grandeza de lo que significa compartir la fe a pesar de las distancias. La comunión de gestos que acompaña la celebración eucarística invitaba a palmear acompañando la melodía, elevar las manos y saludar de modo muy diferente a los habituales en las iglesias españolas.
Se respiraba en el ambiente fe auténtica, devoción popular en la veintena de parroquianos de mediana edad que siguió la misa entre sus quehaceres de la mañana y fervor sin imposturas entre los jóvenes venido del otro lado del océano para subrayar que el espíritu de comunión del pueblo de Dios se expresa también en parroquias humildes de pueblos pobres donde escandalizaría la riqueza de los ornamentos del más modesto templo sevillano.
Monseñor León se refirió precisamente a la humildad en su homilía como el segundo de los remedios contra la soberbia del corazón. El primero, dijo, es la oración personal, el encuentro personal con Dios de cada día para combatir la soberbia, la envidia y el egoísmo que endurecen el corazón del creyente.
Viacrucis
Don Teodoro aprovechó el momento para recalcar el tema central de la misericordia de este viernes en el que la atención se centró en el viacrucis al que acude el Papa en el mismo escenario donde el jueves tuvo lugar su recibimiento.
El auxiliar hispalense se refirió en varias ocasiones al discurso del Papa Francisco, resaltando que «Dios nos ama a cada uno con nuestro nombre porque dentro llevamos una semilla, un aliento de eternidad».
Monseñor León Muñoz invitó al perdón el día que la Iglesia hace memoria del santo Cura de Ars, Juan María Vianney, un modesto párroco rural ante cuyo confesionario hacían colas penitentes venidos de toda Francia. «Lo mismo que le pido misericordia al Señor, tengo que ofrecerla a mis hermanos», dijo antes de aludir a una de las citas más conocidas de Francisco: «Que no nos cansemos de pedir perdón porque Dios está siempre dispuesto».
Era quizá la manera más directa de subrayar que el mensaje de la Iglesia es el mismo en una ceremonia presidida por el Papa bajo el baldaquino de San Pedro que por un obispo visitante en una parroquia de capuchinos en el extrarradio de una gran ciudad.
Y que los fieles pueden compartir su fe por encima de las condiciones materiales porque lo que sucede en la misa supera cuanto es humano. Si eso es lo que pretende la JMJ, la lección aprendida en ese austero templo de estética rabiosamente naïf no se les va a olvidar a los chicos que celebraron con monseñor Teodoro León en Baixa da Banheira.
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