Josefa y José Francisco celebran seguir viviendo: cuando la diálisis se convierte en una forma de vida

Reportaje

En el Centro de Diálisis Aljarafe han sido homenajeados la mujer más longeva que recibe el tratamiento y el paciente que más años lleva con él: 21 años

Más de un millón de andaluces sufren enfermedad renal en alguna de sus fases

Foto de familia del Centro de Diálisis Aljarafe, con Josefa y José Francisco siendo obsequiados por sus nefrólogas Víctor Rodríguez / ABC

En la calle Cornisa azul, sin número, término municipal de San Juan de Aznalfarache, hay cuatro globos que son números y dos regalos que están envueltos. Es la dirección exacta del Centro de Diálisis Aljarafe, de Hemodiálisis Sevillana, por la que pasan decenas de ... personas según el día para continuar cada uno con su tratamiento. La historia parece la de una clínica normal cualquier día rutinario, de no ser porque en la misma se dan cita dos casos verdaderamente llamativos en Sevilla: el de Josefa, que cumple 90 años tras toda una vida entregándose en cuerpo y alma a los demás; y el de José Francisco, que cuenta ya con 66, y es uno de los pacientes renales que más tiempo lleva en diálisis, nada menos que 21 años en su caso.

La Sociedad Española de Nefrología establece que más de un millón de andaluces sufren de problemas renales en alguna de sus fases. Sea como fuere, y pese a que este proceso no deje de estar motivado por un problema de salud, en este centro hispalense está todo preparado para que dos de sus usuarios más especiales pasen un día fabuloso. No merecen menos, o así lo asegura Coral Navarro, nefróloga y directora médica, que junto a sus compañeras Marisa Mesa y Paula Rivero, entre tantas otras, tiene todo listo para la ocasión. Hay varias botellas de champán, ramos de flores y no menos dulces porque la ocasión lo merece. «Josefa se dializa unas casi cuatro horas, y José Francisco, cuatro horas y cuarto. Vienen tres días por semana. Hablamos de unas doce horas cada semana para cada uno», indica de memoria la doctora Navarro.

Así que llegar a esa edad merece sin duda montar una fiesta de vez en cuando. Más si pese a todos los reveses que puede dar una vida se le une que los riñones no sean capaces de funcionar óptimamente por sí solos o por alguna enfermedad concreta. Eso no les importa, están ahí y con ellos, sus familias. Lo sabe de sobra Chari, la hija mayor de Josefa Madroñal, que junto a sus hermanas acompaña a su madre este viernes en el que ningún cable fastidiará ninguna de sus sonrisas. «Ella tiene cinco hijos, los otros dos son varones, y toda su vida ha trabajado mucho. Mi padre tenía vacas en el campo y ella ha vendido leche hasta los 65 años. ¡Eso es toda su vida!», señala. Son ya nueve nietos y tres los bisnietos de los que presume esta sevillana, que entra en la novena década rebosante de vida, y sobre todo con la serenidad de quien sabe que más que salud, lo que se persigue hoy día es encontrar la serenidad necesaria para estar tranquila con una misma.

Los enfermos renales, una lucha diaria contra los órganos Arriba, Josefa recibe el beso de una de sus hijas levantando una copa de champán; abajo, a la izquierda, José Francisco en la clínica antes de ser homenajeado Víctor Rodríguez / ABC

«Mi marido falleció hace ya 17 años», musita Josefa desde su sitio, en una habitación grande en la que se encuentran las personas más vulnerables de la clínica. Es uno de esos lugares que te ponen en tu sitio. Hay mascarillas y batas por doquier, «porque ahora hay mucho Covid», pero esta señora, cosecha de 1936, sabe que en verdad está en su casa y en su casa siempre ha estado Dios. «Me he llevado toda mi vida casada hasta que falleció mi marido. 50 años. Siempre he llevado una vida sana. Y ahora tengo hasta bisnietos: ellos son mi vida ahora mismo. Pero llevo nueve años ya desde que tuve el fallo renal», recapitula. La idea es, como le pasó a su abuela, que fue la abuela de España en su día con más de 110 años, llegar «si el Señor quiere» al centenario, pero celebrarlo de ser posible ya en su casa, que sería la mejor de las señales. Aunque «aquí me quieren mucho», reconoce, con esa media sonrisa de quien nada le queda porque se lo ha dado todo a su familia: a los hermanos que crio y a los hijos que sacó delante. «Y son buenas personas, eso es lo más importante», recalca.

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