día de la virgen de los reyes
Guapas cigarreras ante la Virgen de los Reyes
El pueblo conquistó una devoción de la realeza para hacerla suya, tras eclosionar Sevilla como capital del Imperio español
El reencuentro con la Virgen de los Reyes el 15 de agosto
La devoción de la Virgen de los Reyes en el mundo
Julio mayo
Sevilla
Alabamos las glorias de Nuestra Señora de los Reyes en la fiesta de la Asunción de la Virgen María en cuerpo y alma a los cielos, como advocación titular de la catedral, con la procesión de tercia por sus alrededores y posterior misa pontifical ... presidida por el señor arzobispo Saiz Meneses, como una de las imágenes más antiguas que se conservan en Sevilla por ser coetánea al rey Fernando III, históricamente vinculada a la monarquía hispánica, que terminó convirtiéndose en Patrona de nuestra ciudad y hasta de su archidiócesis.
El acceso a la imagen resultó en la Edad Media y el Renacimiento, relativamente asequible mientras fue venerada, provisionalmente, en una capilla cercana al mismo Patio de los Naranjos. Pero los capellanes reales y canónigos se empeñaron en aislarla del fervor popular durante el Siglo de Oro, relegándola a un culto más litúrgico que festivo dentro de la nueva Capilla Real que se construyó entre los siglos XVI y XVII. Además, prohibieron que se colgasen exvotos en las paredes de su nueva sede, donde aún recibe culto, y que no se asentasen milagros de ningún tipo en el antiguo libro que contabilizaba los atribuidos a Ella desde sus orígenes medievales. Una maniobra para alejarla de la milagrería y conservar intacto el halo de majestad que siempre ha caracterizado a esta sagrada efigie tan estrechamente relacionada con la Corona.
Sin embargo, contrastaban con aquellas restricciones los continuos actos religiosos y procesiones de rogativas públicas impulsadas por el propio Cabildo de la Catedral, frente a las oficialmente promovidas por el Ayuntamiento en honor de la Hiniesta y el Crucificado de San Agustín, gracias a cuyas apariciones públicas pudo mantener vigente la Santísima Virgen de los Reyes su gran fervor devocional. Lo acredita así el hecho de que esta milagrosa imagen en pleno siglo XXI es capaz de concitar un inmenso gentío, todos los años, al momento de salir por la Puerta de Palos, integrado por personas tanto de dentro como de fuera de la capital que venían en peregrinación desde pueblos de distintas comarcas del antiguo Reino de Sevilla.
Las cigarreras
Diversas crónicas periodísticas de la segunda mitad del siglo XIX sitúan en las explanadas de la catedral, en el momento de la salida, mayoritariamente a madres necesitadas de favores que acudían a invocar con fe, y algo de superstición, a la Virgen que concedía las peticiones que se le hiciesen al salir, según afirmaba la tradición de una piadosa leyenda articulada en torno a la de los Reyes. Un periódico ya desaparecido, El Noticiero Sevillano, concreta en el relato publicado el mismo 15 de agosto del año 1896 que muchas de las que asistían de entre aquellas madres eran las populares cigarreras que trabajaban en la antigua fábrica de tabacos de la calle San Fernando, cuyo edificio ocupa hoy la Universidad de Sevilla.
Este colectivo de mujeres trabajadoras, tan carismático en Sevilla, se dejaba notar entre la multitud tanto por el colorido de su indumentaria como por la espontaneidad tan castiza con que se desenvolvía. Llenas de dolor, acudieron aquel año a la cita con la Virgen para rogar por sus hijos, novios y amantes que se batían como soldados en la Guerra de Cuba. La noticia lo manifiesta literalmente así: «Algunas dirigían en alta voz sus plegarias, encaminadas a impetrar la divina clemencia para los bravos soldados que en Cuba derraman su generosa sangre. Como en la Puerta de los Palos da el contingente mayor la fábrica de tabacos, nunca falta una nota graciosa, que es mucha la sal de nuestras cigarreras. No han sido este año pocas las donosuras que han salido de sus labios».
La presencia de aquellas angustiadas cigarreras, fervorosamente entregadas a la religiosidad, deparaba al conjunto de la procesión bastante vistosidad, pero, sobre todo, una importante y necesaria nota de popularidad que en ocasiones llegaba a quebrantar -gracias a sus simpáticas e inesperadas expresiones- la solemnidad del momento.
Por aquel año de 1896, la fábrica de tabacos era una industria artesanal que precisaba a más de 6.000 operarias que desarrollaban su trabajo en las naves de la planta alta del edificio. Allí manufacturaban «alegres como el cielo andaluz, risueñas como sus flores, chispeantes con la espontánea gracia de la tierra, vehementes y apasionadas, pero con un fondo de gran nobleza». Es la bella descripción -magistralmente recreada luego por el pintor Gonzalo Bilbao en 1915- que hace don Miguel de Quesada, recién nombrado director de la fábrica entonces, quien entabló cercana amistad con el canónigo de la catedral, don Juan Francisco Muñoz y Pabón, participante activo en la coronación canónica de la Virgen de los Reyes en 1904 e impulsor de las de la Macarena (la popular de 1913) y Virgen del Rocío (1919), respectivamente. Este culto Lectoral del Cabildo Metropolitano nacido en Hinojos, medió entre el director y las cigarreras en tensos episodios de conflictividad laboral. El centro de trabajo no quedaba lejos de la catedral, por lo que las cigarreras visitarían el monumental templo con cierta frecuencia. Aquellos años finales del Ochocientos, en los que las imágenes titulares de la cofradía del Cristo de la Sagrada Columna y Azotes residía en la iglesia de los Terceros, presidía la sala abovedada donde trabajaban las cigarreras, un altar que acogía una urna de oro sobre la que se veneraba una imagen pequeñita de la Virgen de los Reyes, junto a una estampa de la Virgen de la Victoria, titular también de la hermandad penitencial de las Cigarreras, según se desprende de las cartas cruzadas entre el señor Quesada y el sacerdote Muñoz y Pabón, publicadas por José Miguel Alzola en 1997.
Antigua velada
Entre los años 1845 y 1850 vio la luz el 'Diccionario geográfico y estadístico' de Pascual Madoz, cuyo apartado dedicado a Sevilla incluye una interesante reseña sobre la velada de la Virgen de los Reyes, que expresa: «Es también concurrida y una en la que las gitanas, que como sabemos son las que en Sevilla se dedican a hacer los buñuelos, agotan todo su gracioso decir para atraerse parroquianas. Esta velada se celebra la víspera de la Asunción; en este día sale por los alrededores de la catedral en una majestuosa procesión la Virgen de los Reyes, que se venera en la capilla de San Fernando, a cuya función concurren los vecinos de los pueblos inmediatos de la ciudad». Eran los retazos que pervivían de aquella antigua feria del 15 de agosto celebrada por el día de la Virgen en los aledaños de la catedral, y que atraía a tantos peregrinos foráneos, aunque ya muy venida a menos en el transcurso del siglo XIX, época en la que este tipo de festejos populares quedaron reducidos a simples paseos al ser eclipsados por los espectáculos teatrales y folclóricos que ya se daban en los distintos teatros de la ciudad.
Aunque muy desconfigurada, esta velada de los Reyes no llegó a perderse y continuó celebrándose a lo largo de la centuria decimonónica, aunque manteniendo algunas diferencias sustanciales con respecto a la velada del Corpus. Fundamentalmente en la extensión que ocupaban los puestos de vendedores, reducido en el caso de la de los Reyes al ámbito de las calles Alemanes y actual avenida de la Constitución, mientras que en la otra, la del Corpus, se esparcían por el trayecto del itinerario de la procesión eucarística y los tenderetes llegaban hasta la plaza del Salvador. En 1878 se unió a su programa festivo una atractiva función de fuegos artificiales que tuvo lugar el día de las vísperas en la Plaza Nueva a cargo del pirotécnico sevillano Ricardo Muñoz, quien recreó en una de las piezas un ramo de azucenas. Los alrededores (o gradas) de la catedral aparecieron bellamente engalanados el año 1897 con banderas, gallardetes y farolillos a la veneciana. Lo reafirma otra noticia publicada por El Noticiero Sevillano al año siguiente de 1898, en el que lucieron dos filas de farolillos iluminados a la veneciana y arcos triunfales flanqueando a los puestos de juguetes, turrones y toda especie de baratijas, proporcionándole a la avenida y a la calle Alemanes un aspecto de gran animación.
La velada de la Virgen de los Reyes, que fue muy popular en Sevilla, se siguió celebrando a lo largo del siglo XIX
Recuperó cierto esplendor en el año 1923 con la ampliación de un recinto que rodeaba los monumentos de la Cruz de la Lonja, la Virgencita de Todos los Santos y el de la Purísima. Un espacio suficiente para las distintas casetas que se montaron. Una de ellas recogió numerosos regalos con destino a ser rifados por causas benéficas. En otras, ocupadas por vecinos de distintos barrios cercanos al centro, se dieron bailes como los de las muchachas discípulas del entonces joven profesor Manuel Real Montosa, «Realito», inmortalizado en una sevillana por el Pali. Aquel año también hubo música de varios estilos: desde la banda de música hasta el manubrio retozón y bullanguero, pasando por un trío de voces. En aquella edición enviaron a la velada de la Virgen una importante remesa de cajas de dulce de membrillo y de jalea, que tenían dulce hasta en la cinta, Pepe y Carlos Hernández Nalda, los populares propietarios de la confitería de La Campana, tal como hizo constar un reportaje de la época publicado por El Correo de Andalucía. La Guerra Civil terminó destronando este señero acontecimiento lúdico con tantos siglos de historia.
Festejos taurinos
A finales del siglo XVIII se organizaban en la plaza de toros algunas corridas el día 15 de agosto de modo puntual, práctica que pasó a convertirse en algo más predominante a lo largo del XIX. Tenemos noticias, a través de los Diarios del historiador sevillano Félix González de León, de la organizada en la Real Maestranza la tarde del 15 de agosto de 1843, tras librarse Sevilla del bombardeo dirigido por el militar Espartero en el mes de julio. Aquel mismo día de la procesión de la Virgen, después de la celebración taurina hubo bailes a las once de la noche en un salón del paseo Cristina, iluminado con luz de gas, donde se montó una espaciosa tienda de tejidos como pista para las distintas funciones de danza con trajes que se sucedieron.
La mayoría de los años se daban novilladas, aunque no con regularidad. A veces se montaba un circo dentro del coso, actuaban domadores o se arrendaba, en otras, para funciones de títeres, a las que tenían derecho a entrar sin pagar los hijos de los maestrantes. Entre el segundo y el tercer novillo de la corrida celebrada el 15 de agosto de 1871, salió al ruedo el famoso domador Manuel Gómez Ortega, apodado «El Tiri», para montarse sobre ellos. Por periódicos de la época sabemos que la verificada, por ejemplo, la tarde del jueves 15 de agosto de 1878, fue bastante buena porque el ganado ofreció juego necesario para que pudieran lucirse todos los intervinientes. Media corrida de novillos se toreó la tarde del domingo 15 de agosto del año 1880, con ganado de los hermanos Zambrano, en la que triunfó el diestro José Cineo «Cirineo», que fue muy aplaudido durante todo el curso de la lidia. El 18 de agosto de 1895 fue la última corrida que toreó como novillero José García «El Algabeño» y en ella mató seis novillos-toros.
Dentro de esta colección de estampas costumbristas no podemos obviar la estrecha relación que siempre existió entre los canónigos de la Santa Iglesia Catedral y el mundo taurino, porque antaño muchos de ellos fueron hasta propietarios privados de numerosas cabañas ganaderas en la marisma de Almonte, cerca de la desembocadura del Guadalquivir.
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