Iglesia en Sevilla

Una ética cristiana para el algoritmo

El XXII Encuentro de Pensamiento Cristiano, convocado por el arzobispo, reflexionó sobre inteligencia artificial

El catedrático Agustín Domingo y el consejero Jorge Paradela fueron los ponentes de la sesión

Monseñor Saiz Meneses incidió en la «primacía de la dignidad humana» siguiendo el magisterio de la Iglesia

Un momento del Encuentro de Pensamiento Cristiano, celebrado el pasado miércoles ABC

El senado de las ideas de la archidiócesis, convocado por el arzobispo en el XXII Encuentro de Pensamiento Cristiano, debatió el pasado miércoles en torno a 'Gobernanza ética e inteligencia artificial' sobre la base del documento 'Antiqua et nova' de los dicasterios vaticanos ... para la Fe y para la Cultura y la Educación en una sesión organizada por la delegación diocesana de Apostolado Seglar que batió todas las marcas de asistencia con más de un centenar de profesionales, académicos, empresarios, periodistas y militares de la sociedad civil sevillana.

Las ponencias que dieron lugar al rico coloquio con abundante intercambio de ideas estuvieron a cargo del catedrático de Filosofía Moral y Política de la Universidad de Valencia Agustín Domingo Moratalla y el consejero de Industria, Energía y Minas, Jorge Paradela. Pero lo más inquietante de la reunión lo dejó caer el delegado de Endesa para Andalucía, Rafael Sánchez Durán, quien comunicó que la singularidad tecnológica que implicaría que el hombre perdiera el control sobre el comportamiento de la inteligencia artificial está tan próximo como a la vuelta de un lustro.

Pero no fue una sesión alarmista con ribetes apocalípticos sino, más bien, una puesta al día sobre cuestiones candentes que impactan en la vida y la propia conciencia humana. El catedrático Domingo Moratalla puso sobre la mesa un término que el pensamiento católico está alumbrando: algorética, esto es, una ética nueva para la sociedad de los algoritmos porque «la inteligencia artificial no es un proceso neutral desde el punto de vista moral». Es más, llegó a decir que «nunca se ha visto a un algoritmo mostrarse compasivo», que es la raíz de la conducta del cristiano.

El núcleo de su intervención se centró en la cuestión de si la inteligencia artificial representa un saber «desencarnado», si es una «inteligencia desalmada», lo que chocaría con el planteamiento cristiano de larga tradición en el magisterio de la Iglesia. Uno de los principales problemas que presenta la inteligencia artificial es el de la asunción de responsabilidades por su mal uso o cualquier sesgo o exclusión que se derive del algoritmo con que se ha programado.

El consejero Paradela hizo una exposición mucho más trufada de datos, empezando por la cifra de los 25.000 millones de dispositivos electrónicos conectados que hay ahora mismo en el mundo. «Nadie puede absorber todos los adelantos tecnológicos de los últimos tiempos», dijo antes de revelar que una simple búsqueda en cualquier programa de inteligencia artificial consume diez veces más energía que otra en un buscador sencillo.

Paradela se preguntó, como están haciendo los mercados financieros globales, si la escalada bursátil de las compañías que invierten masivamente en desarrollar la inteligencia artificial no acabará en un estallido como ocurrió con las llamadas 'puntocom' a principios del siglo XXI. En su disertación, citó un par de veces a Yuval Noah Harari, adalid del transhumanismo que preconiza la superación de las limitaciones físicas e intelectuales del hombre que están en la base del sentido trascendente de la vida.

En este sentido, el catedrático Domingo Moratalla apuntó que la irrupción de la inteligencia artificial puede propiciar un «cambio de modelo antropológico» al superar el envejecimiento y, en último extremo, la muerte que marca toda la existencia humana conocida. Cómo combinar tal posibilidad para un selecto grupo de multimillonarios con acceso a los cuidados sanitarios regenerativos con la miseria en que viven enormes capas de la población mundial supone un desafío ético al que la Iglesia quiere dar respuesta: «No venimos aquí a cerrar puertas, sino a ofrecer una síntesis equilibrada, abierta a la verdad y guiada por la caridad», explicó el arzobispo de Sevilla.

Precisamente, el prelado echó mano del incipiente magisterio del Papa León XIV para reafirmar la primacía de la «dignidad infinita e irreductible» del hombre, superior a «cualquier constructo» tecnológico. Reclamó así «una visión antropológica sólida, la urgencia de un marco normativo que regule y la llamada a la sabiduría del corazón» contenida en la inteligencia natural de cada persona para evitar caer en «riesgos éticos de enorme calado». «El ser humano no puede reducirse al algoritmo», llegó a decir.

Monseñor Saiz Meneses citó el salmo 139 («Tanta sabiduría es sublime, me supera y no la alcanzo») y abogó por «hacer pedagogía mirándonos a los ojos y no a la pantalla». Al final de su última reflexión, dejó flotando en el aire la cuestión de quién orientará todo el proceso que sigue a la inteligencia artificial: «¿El sistema implacable que busca el máximo beneficio o una comunidad humana animada por el Evangelio?». «Los cristianos somos llamados a ser fermento de esperanza, contribuyendo a que la inteligencia artificial sea un instrumento de bien, un camino para una sociedad más justa y fraterna», terminó concluyendo.

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