El Rincón de Juan castilla brazales

«Las epigrafías abadí y nazarí constituyen una de las aportaciones más relevantes al arte islámico»

Arabista e investigador del CSIC, vive entre Granada y Sevilla. En el Alcázar sevillano podría aplicar una metodología similar a la que empleó en la Alhambra, la que le llevó a culminar con éxito la elaboración de un corpus epigráfico de sus inscripciones árabes

«En cooperación internacional lo que mejor funciona son los centros religiosos»

Juan Castilla Brazales Toni Jurado

Félix Machuca

Sevilla

—Antes de entrar en faena permítame una curiosidad: ¿qué hacía usted en Irak cuando le pilló la guerra?

—La guerra había comenzado tiempo atrás, antes de que solicitase una beca de Exteriores. Marché a estudiar a Bagdad aun a riesgo de exponerme a ... situaciones peligrosas, pero nunca me he arrepentido. Además de reforzar mi formación universitaria, supuso una lección de vida que me hizo más fuerte.

—Para un científico como usted la experiencia debió ser deprimente, tanto por la guerra como sus efectos sobre el patrimonio.

—El joven de entonces andaba más preocupado por cómo llevarse un bocado al estómago, no tanto en denunciar los saqueos patrimoniales del país. ¿Qué ha quedado de la Mesopotamia Antigua tras los últimos conflictos? Habría que rastrear bien los mercados de arte europeos y americanos.

—¿al-Andalus se percibe como una herida emocional o como un territorio en manos extrañas?

—Residir en esos países permite constatar que al—Andalus pervive en la memoria colectiva del pueblo árabe. Yo no encuentro nada nocivo que exista un halo de romanticismo en torno a la nostalgia de lo extinguido. A partir de ahí, lo que traspasa la frontera de lo histórico y emocional y pisa el terreno de lo irracional sólo es atribuible a minorías lideradas por fanáticos.

—¿Vio en algunos de esos países alguna epigrafía ornamental o religiosa que recordara al—Andalus?

—Supongo que sí, pero mentiría si le dijera que yo era consciente de esa particularidad en aquel entonces. Mis temas de investigación en esa época tenían que ver con la literatura árabe contemporánea.

—Su trabajo en la Alhambra fue magnífico y reconocido con un premio nacional. ¿Cuántos textos identificó, analizó y tradujo?

—Concluido nuestro trabajo, pusimos a disposición de especialistas e interesados un corpus de nueve mil inscripciones árabes.

—¿Le llamó atención alguna de ellas?

—Hay un tipo de leyendas que, por su contenido aforístico, siempre han llamado poderosamente mi atención. Me refiero a las máximas o sentencias.

—¿al—Andalus importó el modelo de oriente o hubo una escuela propia?

—Los epígrafes andalusíes de los primeros tiempos fueron muy similares a los de las regiones sometidas entonces al islam. En el siglo XI, los reinos surgidos tras la caída del califato cordobés emprendieron caminos artísticos propios. La escuela sevillana fue una de las más importantes de entonces. Posteriormente, los desarrollos ornamentales practicados en los palacios nazaríes en torno a la escritura constituyeron una de las aportaciones más relevantes de al—Andalus al arte islámico.

—A falta de grandes plataformas publicitarias, al— Andalus aprovecha sus espacios monumentales para engloriar a sus élites políticas. Pero sin estatuas ni arcos triunfales como, por ejemplo, Roma.

—Estamos ante una arquitectura de vocablos a través de la cual, además de ponderarse la grandeza y la obra de los gobernantes, se alaba también al dios que los protege. Más allá de eso, hay un rico universo de inscripciones dinásticas, votivas, coránicas, fundacionales…

—Este año se celebra el milenario del reino abbadí sevillano. ¿Tanto el sevillano como el nazarí son las grandes pervivencias del Califato omeya?

—En el siglo XI, los abbadíes figuraron a la cabeza de los reinos peninsulares del momento. Tres centurias después, los nazaríes vivieron años de auténtico esplendor. Como consecuencia de ello, muchas de las aportaciones culturales de sevillanos y granadinos han llegado a nosotros en forma de bellos documentos literarios y hermosas construcciones arquitectónicas.

—¿Brilla en la corte abbadí sevillana un personaje a la altura del celebrado Ibn al Jatib nazarí?

—Brilló con luz propia el rey al—Mutamid, gran estadista y poeta. Aunque la etapa final de sus días estuvo plagada de vivencias amargas y dramáticas, pasa por ser el monarca más poderoso de entre sus coetáneos.

—Uno de los personajes que se me antojan más enigmáticos de al—Andalus es Abderramán. Un político en fuga que escapa de la noche de cuchillos largos de Damasco, aparece en Córdoba y logra controlarla y poner los cimientos de un nuevo orden. ¿Es más leyenda que realidad?

—Las crónicas narran esos pasajes con toda suerte de detalles. Que los tomemos al pie de la letra o sepamos entender que entremezclados con ellos siempre hay elementos legendarios ayudará a valorar al personaje en su justa medida.

—Lo que parece evidente es que es un personaje tan cinematográfico como Cortés, la reina Isabel o el mismo Rodrigo Díaz de Vivar. ¿No le parece?

—Lo describen alto, rubio, con trenzas, víctima de matanzas familiares, huyendo de Oriente y recorriendo el norte de África para desembarcar finalmente en Almuñécar… Hubo un tiempo en que moví hilos para tratar de llegar a uno de los grandes del cine del momento. En Hollywood no interesa el tema, pero Bayona puede ayudarnos. ¿Tiene usted su móvil?

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