4 de agosto

Chillida, el universal

Acaba de inaugurarse en San Diego, California –de la mano de su Museo de Arte–, enclavado en el españolísimo Parque de Balboa, una exposición de sus obras que harán las delicias de todos los californianos vivientes

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Crecimos en España viendo las obras de Eduardo Chillida. Abstractas donde las haya, se convierten en el icónico 'Peine del viento XV' cuando decide fusionarlas en 1976 con las rocas cercanas a la playa de La Concha. Acaba de inaugurarse en San Diego, California –de ... la mano del Museo de Arte–, enclavado en el españolísimo Parque de Balboa, una exposición de sus obras que harán las delicias de todos los californianos vivientes. Su nieto pronunció unas sentidas palabras en este paraíso californiano. Será emocionante ver las obras de nuestro genial creador en un espacio público con tan bello litoral, al son de la música de su adorado Bach. Se escucharan sus palabras hechas poesía lanzadas al viento: «Moderno como las olas/antiguo como la mar/siempre nunca diferente/pero nunca siempre igual». Chillida: vasco, español y universal.

Luis Peraza Parga. San Diego

La presunción de inocencia de los políticos

A un amigo mío le han dicho que el administrador de su finca es sospechoso de haber robado y dicha sospecha ha sido tomada en consideración por un juez que al parecer lo va a procesar. Evidentemente ese administrador es penal y civilmente inocente hasta que no haya sentencia firme en su contra, pero mi amigo está preocupado de que una persona sobre la que recae tal sospecha siga administrando sus bienes y va a despedirlo ya con la indemnización que corresponda sin esperar al juicio. ¿Quién no haría lo mismo? Para administrar los bienes de una persona no basta con que no haya sido condenado por delincuente, sino que tiene que tener la total confianza del administrado respecto a su honestidad, además de que éste esté convencido de su capacidad e idoneidad para ser el administrador de sus bienes. Siendo lo anterior tan claro y evidente, los políticos han conseguido que la opinión pública asuma el relato de que mientras que un político no sea condenado tiene derecho a mantener su puesto. Ello obedece a la abominable idea de la que el pueblo soberano ha sido imbuido: que la dedicación a la política es un derecho de los políticos, y no un servicio a la ciudadanía a la que desinteresadamente algunos ciudadanos altruistas dedican su tiempo, sapiencia y esfuerzo. Los políticos no son sino administradores de nuestra finca, que es de todos; y si algunos no nos merecen confianza, que se les redacte el finiquito aunque no sean delincuentes.

Carlos Villalobos giménez. Sevilla

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