Reyes Magos de Sevilla 2024
La Cabalgata conquista la ciudad de la fantasía
Los Reyes Magos llegaron a Sevilla rodeados de miles de personas y en un cortejo que ha logrado alcanzar la excelencia en la estética de sus carrozas
El atuendo de Baltasar, inspirado en un traje de luces, fue una de las estampas más singulares de la Cabalgata, que sufrió un leve retraso en su horario
Sorpresa en la Cabalgata de Sevilla: el Rey Baltasar sale vestido de torero
Sevilla
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Iniciar sesiónPocas cosas, muy pocas, son capaces de poner de acuerdo a los sevillanos. Esta ciudad, empeñada desde que el mundo es mundo en vivir dividida en dos formas opuestas pero a la vez compatibles de entender la vida, no suele ser muy dada a ... concederse a sí misma un mínimo resquicio de unanimidad que aplaque diferencias y abrace sentimientos comunes. Las excepciones se fijan en el calendario de los días señalados, esos en los que no hay un mejor plan que salir a las calles con la familia y los amigos a disfrutar de lo que viene. En esta noria de los sentimientos, la tarde del 5 de enero es una de las citas ineludibles, marcada por el colorido, la purpurina y el esplendor de una Cabalgata de Reyes Magos que ha alcanzado la excelencia, uniendo a toda Sevilla en un derroche común de alegría que no entiende ni de barrios ni de generaciones.
El Ateneo guarda como un tesoro la fórmula del éxito. La volvió a poner en práctica un año más en ese Palacio Real en el que se transforman los viejos pasillos del Rectorado para dar paso a un engranaje perfecto en el que todo ocurre porque sí, rememorando esa especie de milagro de la heroica al que los sevillanos llaman la Cabalgata y que es capaz de convertir en realidad la hazaña de los duendes de la Navidad. Allí estaba toda Sevilla reunida para admirarlo desde primera hora de la tarde, llenando los aledaños del Prado para vivir en primera persona la salida de las carrozas, de las que 16 -casi la mitad de ellas- se estrenaban por primera vez. El nivel que han alcanzado tanto los diseños como los ropajes de los personajes roza ya lo magistral, recompensando el trabajo artesano de todo un año de Jesús Corral y Rafael Díaz, el tándem que le ha cambiado la cara al cortejo para convertirlo en un auténtico referente del color, las formas imposibles y el buen gusto.
La primera lluvia de caramelos al cielo daba paso a la cabecera del cortejo, donde figuraba el Heraldo montado a caballo acompañado por los músicos de la agrupación musical Virgen de los Reyes. Fue una tarde de impaciencia y nervios, de miradas por encima de la bulla con la confianza de vislumbrar, como si del mismo Oriente vinieran, algunas de las primeras carrozas. La Cabalgata avanzaba en sus primeros metros con un ritmo lento y pausado. Parecía que los Reyes no querían desaprovechar ni uno sólo de los instantes que estaban viviendo en su desembarco en Sevilla. «Nunca nos han faltado en 2024 años y aquí están«, había recordado sólo unos minutos antes la voz del speaker real que dio la venia a Sus Majestades, justo antes de que fueran coronados por el rector, el alcalde y, por primera vez, por el arzobispo de Sevilla en el balcón del Rectorado de la Universidad. Y vaya si llegaron.
La Estrella de la Ilusión, rodeada de las mujeres sevillanas más icónicas, iba abriendo paso por los Jardines de Murillo, donde rodilla en tierra eran miles los sevillanos que se afanaban en recoger caramelos, chucherías, pelotas de goma, peluches y demás obsequios que caían como una cascada desde las carrozas. El rito seguido por todos era bastante claro: mirada al suelo, recompensa en la bolsa y otra vez a dejarse la voz para pedir más regalos a la siguiente. Y así una y otra vez...hasta llegar a la número 33. Entre tanto, llegó Melchor, el rey que «construye ilusiones, fantasías y muchas casas». De Oriente vino con sus gafas puestas, algo inusual en Sus Majestades, para ver bien de cerca la cara de todos los niños. Lanzaba chocolatinas envueltas en papel dorado que eran uno de los bienes más cotizados del cortejo. Al igual que Gaspar, «el rey que ve de cerca y de lejos», que no paró de saltar en lo más alto de su trono para agradecer el cariño de la gente.
La llegada de cada una de las bandas levantaba los ánimos del público, que no escatimaba en bailes o en corear los estribillos de las canciones más de moda que formaban parte de los repertorios. También se vieron carrozas de un nivel soberbio como la del Barco Vikingo, la de la Cerámica de Triana o la de los Indios, que bien merecerían un indulto para sobrevivir al paso del tiempo o ser expuestas en el cada vez más necesario museo de la Cabalgata. Pero los ojos emocionados de los niños y no tan niños esperaban ver ya a Baltasar, el rey más aplaudido de todos, que este año llegó con un vestido inspirado en un traje de luces que generó todo tipo de comentarios. La faena del último monarca gustó a algunos y horrorizó a otros, que no terminaron de entender el guiño de su atuendo, en el que además había reservado un hueco interior para llevar las fotos de sus padres y de su hermano, a los que echó especialmente de menos en este día tan especial. Donde sí hubo unanimidad fue en la búsqueda de los vales por un serranito gratis que lanzaba desde su carroza, uno de los regalos más codiciados.
La noche llegó en la calle Feria
Al cortejo le costaba avanzar por la Ronda Histórica. Una atención sanitaria a la altura de la Macarena provocó el primer parón. Hubo otro más adelante, en la calle Trajano, donde uno de los integrantes de la carroza de los Dioses del Olimpo sufrió una indisposición. El retraso hizo que al cortejo le pillara la noche entrando en calle Feria. La bienvenida a Sus Majestades fue épica: globos abarrotando los balcones, pancartas en las que podía leerse «hemos sido buenos» y algún que otro cartel para rogar por uno de los atractivos de este año. «Queremos mojama», decían. Era eso lo que repartían en la carroza 'Un mar de posibilidades', cuyos personajes habían creado hasta su propia playlist con adaptaciones al argot marinero de los villancicos tradicionales. «Atún, la mojama es del atún, que rica la mojama si te la comes tú», coreaban con el tono de las campanas de Belén. Todo un hit de la tarde.
El Mago de la Fantasía, al que antecedía la banda juvenil de la Centuria, jugaba en casa. Cuentan que cuando se despoja de su varita dedica parte de su tiempo a ser los pies de la Esperanza y hablar de eso en la calle Feria es meterse en el bolsillo a la gente del barrio. Tuvo un guiño con la Macarena, portando el escudo de la hermandad en el óvalo central de su gorro. Llamó la atención su atuendo, como lo hizo también para deleite de todos el de una Palas Atenea que no paraba quieta ni un instante en su carroza, en la que pudo verse entre sus integrantes a la pregonera de los Reyes Magos de este año, la cantante Isabel Fayos. También se vio muy atento al Gran Visir, cronista de esta ciudad a la que tantas veces ha escrito y que en esta ocasión lo había convertido en uno de sus protagonistas.
Sin perder ni un ápice de la magia del comienzo, el cortejo se adentró por las estreches del Centro, donde prácticamente no cabía nadie más. Por la calle Trajano, la Campana o Reyes Católicos, las carrozas intentaban con poca fortuna recuperar parte del retraso acumulado. Poco importaba entonces el tiempo si la recompensa era recibir a los Reyes Magos. Eran las ocho de la tarde cuando la Estrella de la Ilusión pisó la Plaza del Altozano. Pocos metros después, en San Jacinto, un cielo de globos azules y blancos esperaban a Sus Majestades en una capilla de la Estrella que tenía las puertas abiertas de par en par. Pagés del Corro fue un río de alegría desbordada y poco después, al llegar a Los Remedios, la Cabalgata se entregó al ímpetu de la chavalería que escoge este tramo final del recorrido para dar rienda suelta a sus incansables ganas de disfrutar.
Los últimos caramelos caían sobre la Glorieta de las Cigarreras, justo antes de que el cortejo enfilara los metros finales que lo llevarían de vuelta al Palacio Real del Rectorado. La satisfacción por el deber cumplido se dibujaba en esos momentos en los rostros de Sus Majestades, exhaustos por su derroche de energía. Por delante quedaba aún la visita a los niños de los hospitales sevillanos, donde a pesar de todo también es esta una noche de ilusión. Sevilla apagaba las luces que la habían convertido por unas horas en la ciudad de la fantasía. En la memoria quedaba la emoción por lo vivido, la alegría que fue común a todos y la esperanza de lo que todavía está por llegar. Tocaba volver a casa y dormir pronto. Ahora son ellos, los Reyes Magos, los que devuelven la visita.
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