De la misa la media
25 años de sacerdocio de Ignacio Jiménez Sánchez -Dalp: barrio, parroquia, cura
Iglesia en Sevilla
El oficiante se rodeó de una marea humana de cariño, que casi no cabía en el presbiterio
Sevilla
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Iniciar sesiónPocas veces se disfruta de una comunión tan acentuada como la que se vivió en Pio XII entre los vecinos , los parroquianos, y su cura para celebrar las bodas de plata sacerdotales del párroco Ignacio Jiménez Sánchez-Dalp, ordenado el 19 del 9 del 99 ... a las 19 horas.
En la iglesia no cabía un alfiler desde veinte minutos antes de la hora fijada para el comienzo de la celebración y las sillas en el exterior del templo también se ocuparon. El oficiante se rodeó de una marea humana de cariño, que casi no cabía en el presbiterio: 32 concelebrantes, cuatro acólitos, monaguillos, el coro parroquial... Hasta el alcalde de la «ciudad de los mejores curas» como presumió el oficiante. El todo Sevilla, vamos.
Todo perfectamente organizado. Y lo que es más importante, sin que se notarán las costuras de esa obra bordada con primor: la de gente que estaba pendiente de cada detalle y la de horas que habrá llevado tenerlo todo a punto. Eso sólo lo puede hacer una comunidad parroquial comprometida con su cura.
Pero todo estuvo bien. Prácticamente sin ningún desajuste salvo el 'agnusdéi' que se cantó mientras el protagonista abrazaba uno a uno a sus hermanos de ministerio y, en el primer banco, a su madre.
La comunión, sin embargo, fue tan ágil que prácticamente el reparto se acabó a la par que la versión del 'Verbum caro factum est' y las dos composiciones siguientes (hermosa en la voz de la solista) robaron el silencio que se hubiera agradecido. Un desajuste que no emborrona la ceremonia. El salmo 116 cantado fue otra preciosidad que se agradece especialmente por lo infrecuente.
La oración de los fieles se hizo algo premiosa, no sólo porque salieron siete feligreses a leerlas otras tantas peticiones sino porque estas resultaron algo prolijas y no quedó claro el recorrido de la Iglesia universal a la asamblea reunida como recomienda el misal.
El celebrante estuvo sembrado, si se permite el vulgarismo, pero que no desentonará en un barrio tan popular repleto de «camareros, oficinistas, albañiles, farmacias, jardineros, cajeras de supermercado, los que piden en la puerta, los que juegan al dominó…». Porque allí había «grandes de España y grandes de Dios», en afortunada expresión acuñada en la homilía. Todo participaba de esa convivencia armoniosa que es requisito previo de la comunión.
Misa por los 25 años de sacerdocio de Ignacio Jiménez Sánchez-Dalp
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Templo: Parroquia Santa María de las Flores (Pío XII)
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Fecha: 20 de septiembre
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Hora: 20
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Asistencia: lleno de personas
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Preside: Ignacio Jiménez Sánchez-Dalp
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Exorno: siete ramos con popurrí de flores
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Música: coral parroquial
En la homilía, el celebrante se explayó. Recordó su discernimiento con el padre jesuita Prados, cuyo confesionario calificó de «adictivo» y recorrió los distintos destinos pastorales: Pino Montano como diácono («me dieron las llaves de cinco casas que me las renovaban cuando cambiaban la cerradura») y Alcalá del Río («le pedía a San Gregorio para que se llenara la iglesia»), Alcalá de Guadaira («me bajó los humos de soberbia que tanta falta me hacía»), Arahal y, desde hace doce años, Santa María de las Flores y San Eugenio («a mí me parece una catedral»).
Dedicó su predicación a los «sacerdotes fieles y héroes que se dejan jirones de piel y del alma en sus parroquias, a los que están cansados, a los que no tienen fuerzas, a los que están apenados». Fue la homilía de «un pastor con olor a oveja» que pidió perdón por «no ser coherente y mis faltas de caridad cuando se me levanta el labio».
Pero fue más cura Ignacio que nunca cuando invitó a los concelebrantes a bendecir todos juntos a la asamblea remedando incluso la voz del cardenal Amigo como hacía después de las ordenaciones sacerdotales. Sólo él sabe poner esa nota cariñosa de humor después de haber planteado una reflexión sobre el futuro en términos de abandono filial: «Qué pasará, cómo será mi vejez, quién me cuidará, todo lo confío a las manos del Señor y la Virgen, que es la madre de los curas».
Y con esa idea despidió la misa invitando a los fieles a un ágape en el patio del colegio de La Salle. Puro cura Ignacio, pura parroquia de las Flores, puro barrio de Pío XII.
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