María de la Purísima sube este domingo a los altares

La emoción y la alegría se viven desde Sevilla a Roma , en cada una de las 54 casas de las Hermanas de la Cruz repartidas por el mundo, y en cada una de las almas devotas de esta monja que sube al dos, pares tienen que ser también en los altares, las santas del Instituto que fundara Sor Ángela de la Cruz en 1875, que contó con la guía del padre Torres Padilla, mentor de varias religiosas de Sevilla y cuyo proceso de beatificación y canonización fue abierto por el arzobispo de Sevilla en mayo de 2014 en la parroquia del Sagrario de la catedral.

El Papa Francisco canonizará hoy a la que fue madre general de las Hermanas de la Cruz desde 1977 hasta 1998, fecha en la que falleció a los 72 años de edad, un tiempo en el que la nueva santa llevó las riendas de la Compañía de la Cruz por el camino, la radicalidad de la entrega plena a los demás y el carisma que marcó Santa Ángela.

Es llamativo y revelador el corto camino de la subida a los altares de Madre María de la Purísima, que fue beatificada en Sevilla en una multitudinaria ceremonia celebrada en el Estadio de la Cartuja en 2010 tras firmar el entonces Papa Benedicto XVI el decreto del milagro de Ana María Rodríguez Casado , de la onubense La Palma del Condado.

La niña, que nacía con una cardiopatía congénita y sin vena cava inferior, sufrió a los 13 meses una parada cardiorespiratoria y curó gracias a la que hoy será santa oficialmente, a quien se encomendó su familia. Sólo habían pasado doce años de la fecha del fallecimiento de Madre María de la Purísima. Dos años después de ser declarada beata.

Cuatro años más tarde y a los 17 de su muerte, fue aprobado el milagro realizado al «Carre», armao de la Macarena, que ha sido el que ha permitido que la segunda hermana de la Cruz sea inscrita en el Libro de los Santos.

La ceremonia de la canonización que hoy se vivirá en Roma es otro escalón en el quehacer de las Hermanas de la Cruz, mayúsculas religiosas a las que no les faltan nuevas vocaciones en estos tiempos de vértigo y hedonismo.

Tampoco le falta a ninguna de las dos santas la devoción. A Santa Ángela acuden cada día una interminable hilera de personas, que oran ante su cuerpo incorrupto en la capilla de la Casa Madre. A Madre María de la Purísima, que reposa en la cripta que ocupó la fundadora, se encomienda cada día una multitud, que confía, igual que aquellos amigos del «Carre» que propusieron hacerle la novena aprovechando el tirón de Facebook.

Hoy hay un hilo del siglo XIX al XXI que sigue dando continuidad a la santidad implícita en el Instituto de la Cruz.

En torno a los pequeños milagros que provoca la sola presencia de las Hermanas de la Cruz en las calles, en las casas, en la intimidad del dolor, de la miseria, de la tristeza, de la inevitable muerte hay muchas preguntas, además de admiración, veneración y gratitud. Para las preguntas hay una única respuesta, sin más retruécanos o entelequias: son ellas mismas y hoy, en la Plaza de San Pedro, en el Vaticano, queda refrendada la santidad del Instituto nuevamente en la persona de Madre María de la Purísima.