La chapucera faena de José Moreno Moreno, el último verdugo de Sevilla
Ejecutó a su único condenado en 1974, poco antes de que se aboliese la pena de muerte en España. Este año se cumplen 40 años de las últimas muertes por orden del Estado en el país
m. moguer
Se llamaba José Moreno Moreno y fue el último verdugo en Sevilla . En realidad, decir que se dedicaba a matar es mucho, porque Moreno era un comercial de libros que vio un dinero fácil en ocupar la plaza de ejecutor. Pensó ... que nunca tendría que ejercer, porque era 1972 y España ya no era la de principios de siglo. Falló en sus cálculos .
José Moreno contó a su familia que se dedicaba al negocio editorial. Pero su único sueldo conocido era el que le daba todos los meses en un sobre el presidente de la Audiencia Provincial de Sevilla. El resto de su vida es un misterio. Si alguna vez llegó a vender un libro o fue solo una tapadera para no confesar en su barrio, Las Candelarias, que su oficio era el de la muerte, nunca se sabrá.
Bernardo Sánchez Bascuñana, verdugo con plaza fija en Sevilla , fallece en los primeros años de los 70 y deja el puesto libre. A favor: sueldo seguro del Estado y poco trabajo . En contra: si hay faena, es harto desagradable de llevar a cabo. Con esas cuentas mentales, Moreno opta al puesto y se lo dan. De 1972 a 1974 se cumplen sus quinielas y vive a costa del sueldo de la Audiencia sin dar un palo al agua.
Cuando llega febrero de 1974 sucede lo que siempre ha temido. Se personan en su casa unos agentes de la ley con una orden que le obliga a ajusticiar a un reo en Tarragona . El hombre les explica que lo suyo no es vocacional, que matar no está en sus planes y que, «mire usted, yo esto lo hacía por dar de comer a mis hijos», debió espetar a los policías. Pero el sueldo cobrado le obliga y, si eso no le convence, los agentes le explican las sanciones a las que se enfrenta si no cumple son su deber. Pepe, que por ese nombre le recuerdan en la Audiencia, cede.
Bajo el pretexto de un viaje de negocios a Cataluña (no deja de ser verdad, aunque no hubiese libros por medio), Moreno explica a su familia que debe partir de viaje . En coche, la autoridad traslada al verdugo a Tarragona, al penal donde debía dar muerte a Heinz Ches (ciudadano alemán que se hacía pasar por polaco y cuyo nombre real era Georg Michael Welzel). Para su «trabajo», lleva dos garrotes: el oficial y uno de repuesto.
No sabía matar
Ni el reo quería morir -se puede suponer- ni el verdugo quería matar. Nadie quería estar allí en la mañana del 2 de marzo de 1974. Y no es solo que el encargado de dar muerte no quisiese hacerlo. Es que no sabía hacerlo. El garrote, método de ajusticiamiento español, es un artilugio sencillo en la teoría, pero que requiere de maña para su uso . Busca la muerte por asfixia y por la rotura del cuello cuando el collar de metal se estrecha al girar la tuerca que tiene en la trasera.
Pero el cuello de Heinz Ches era demasiado delgado para el ancho del collar que debía matarlo . Cuando se dieron cuenta debieron poner trapos y cuerda para cerrarlo un poco. Y todo esto, delante del reo. Cuando estuvo ajustado, Moreno empezó a dar vueltas al mecanismo, pero o no tenía fuerza, o no supo hacerlo. El caso es que el condenado tardó en morir -hasta tre sintentos hicieron falta- y el espectáculo debió de ser horrible.
Acabado por fin el «trabajo» , Moreno echó en un saco los dos garrotes, uno de ellos aún manchado de sangre. Volvió a Sevilla con su familia y dejó los útiles ensangrentados en la Audiencia, con la promesa de volver a limpiar las herramientas otro día . Ni él volvió a por ellas ni nadie las ha tocado desde entonces. Ese fue el primer y único trabajo del último verdugo de Sevilla.
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