La ventana indiscreta
Un refugio para la estupidez
Que haya gente dispuesta a pagar lo que algunos no ganaríamos ni en mil vidas para asegurarse un asiento en primera durante el apocalipsis solo nos recuerda lo mucho que está tardando el meteorito en caer. Falta humor y sobran tiranos
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Iniciar sesiónNo sé si son tiempos difíciles pero desde luego son tiempos raros. Millones de años de tecnología humana acumulada nos permiten resucitar a un muerto en la pantalla pero también matar a un vivo con el silencio que le gustaba a Albert Rivera. Ambas son, ... según se mire, un retroceso. Como lo es que el presidente de una democracia gaste las horas y los días y los meses de su mandato en hacer él las gracias y ponerle coto a las del resto. El chiste rubio platino empieza a ser de mal gusto.
Primero fue Stephen Colbert; ayer, Jimmy Kimmel por hacer mofa con el duelo de Donald Trump, bailando en un partido de béisbol tras el asesinato de Charlie Kirk. «Así es como un niño de cuatro años hace el luto por su pez». La broma le costó el 'show' a Kimmel y su atrevimiento sirvió para que Trump amordazase, perdón, avisase, a los valientes que quedan. Ojo Jimmy Fallon y Seth Meyers.
Los tiempos están cambiando. Lo decía Bob Dylan y también los hermanos Nolan en una frase clarividente de 'Interstellar': «Solíamos mirar al cielo y preguntarnos cuál era nuestro lugar en las estrellas. Ahora simplemente miramos hacia abajo y nos preocupamos por nuestro lugar en la tierra».
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Antes levantábamos la cabeza casi por intuición, de forma aspiracional, con esperanza, como si el futuro estuviera más cerca si mirábamos arriba y alzar la vista del suelo. Ahora lo que hay es miedo al mañana. La idea de que la IA salvará miles de vidas, impulsará la ciencia y nos hará ir en patines voladores no es tan potente como la imagen de millones de puestos de trabajo destruidos y la creatividad humana enjaulada por un puñado de aplicaciones. Estamos en la época de aranceles, cerrazón, retirada de festivales musicales y de mirar hacia abajo, al subsuelo, para escondernos en la cueva en lugar de salir a descubrir lo que hay afuera. Regresamos, en cierta medida, a las cavernas y no es casual que la ficción se suba a la corriente de ello. 'Fallout', 'Silo' y ahora 'El refugio atómico', que se estrena hoy en Netflix. Que alguien esté dispuesto a pagar lo que algunos no ganaríamos ni en mil vidas para asegurarse un hidromasaje y un asiento en primera durante el apocalipsis solo nos recuerda lo mucho que está tardando el meteorito en caer. Falta humor y sobran tiranos.
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