Televidente
Ya nadie nos cuenta nada
«Ya todo es profesional en las redes sociales, influencers que reinventan una y otra vez el 'product placement'»
La vida sin 'smartphone'
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Iniciar sesiónHubo un tiempo en el que el día empezaba con los desayunos del resto de la humanidad: ese tiempo ya fue, como ha explicado Kyle Chayka en 'The New Yorker', en un artículo que pasa de la foto del café con leche de por ... la mañana al declive de una forma de entender internet, la cultura y la vida. A estas alturas del siglo, viene a decir, ya casi nadie cuenta su intimidad en redes sociales si no es por dinero o interés, y así, influencer a influencer, vendedor a vendedor, nuestro 'timeline' se ha ido vaciado de lo que hacían nuestros amigos –comer, brindar, salir, volver a comer, volver a brindar, volver a salir, tal vez leer, ir al cine, hacer cerámica, plantar un aguacate, esas cosas– para llenarse de anuncios más o menos encubiertos hasta acabar convertido en un cruce lisérgico entre la teletienda, un 'talent show', un 'reality' barato y un boletín de noticias catastróficas o curiosas. En otras palabras: ya nada es amateur, tampoco inocente. Las redes sociales se han vuelto menos sociales y más mediáticas para asemejarse a la televisión de siempre, aquel medio obsoleto y prácticamente muerto que supuestamente iban a enterrar estas tecnologías punteras, y que se ha revelado ahora como el modelo a imitar. Así que ese parece el futuro de las pantallas: plataformas de 'streaming' y redes sociales reinventando sin parar el 'product placement', y soñando fuerte con el día en que puedan alimentar a sus usuarios con contenido creado exclusivamente por inteligencia artificial, para al fin librarse del engorro de la creatividad humana. Ya estamos cerca.
La pregunta es por qué todavía pasamos el rato en esas aplicaciones, en las que cada vez somos más cómo aquel señor viudo que le hablaba a la televisión esperando una respuesta. Por lo visto, y quizás siempre haya sido así, lo interesante está ocurriendo en privado, en los mensajes directos que se manda una juventud que no entiende por qué sus padres accedieron a compartir sus intimidades en abierto a cambio de tan poco. A lo mejor, ojalá, el siguiente movimiento sea reinventar la barra del bar, la tertulia del café, la conversación hasta las tantas en algún soportal que nos resguarde de la lluvia o algunas de esas cosas en las que consistía lo social antes de las redes. Lo recuperarán y le pondrán un nombre nuevo. Y lo llamarán innovación. Ya ocurrió con el 'brunch'.
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