Por favor, 'Sálvate'

Hay más. Raquel Bollo, Rosa Benito y Paz Padilla han sido defenestradas o ‘arrastradas’, siguiendo la terminología de Benito. Para escucharlas hay que poner otros programas o conformase con el actor imitador, que es muy bueno, pero ofrece solo una caricatura. Eso le pasa al programa: se ha convertido en un remedo un poco hiriente de lo que fue, de personajes que eran (lo afirmo) muy importantes, auténticas figuras. Por ver el dedo erecto y dramático de la Bollo te quedabas.

La guerra con Antonio David ha acabado siendo ‘existencial’, a muerte, y eso ha enfrentado al programa con parte de su público. Rocío Flores o Gloria Camila , la cantera, hablan en otro sitio.

El feminismo ministerial no fue buena idea, pero la politización venía de antes. Jorge Javier quiso darle ‘compromiso’ sociata y LGTBI, en lo que había cierto pecado de vanidad. No necesitaba hacerse el Bardem cuando era el rey absoluto de un género. ¿Por qué se tuvo que hacer actor, con los vicios opinativos del actor? ¡Era ir a menos! ¡Ir a tonto!

Se echa de menos el viejo ‘Deluxe’, por ejemplo, lo que era, el placer culpable, esa hamburguesa televisiva ácida, alegre y cutre. Las ‘presuntas’, los polígrafos, los personajes de serie zeta…

En fin, que 'Sálvame' se debilita, pierde el sentido, su forma, el humor, y con ello se arriesga mucho más que el propio programa. Guste o no, en ‘Sálvame’ sobrevive la televisión en directo, y el directo es lo que busca la gente que está sola y no tiene ni perro. Esa televisión da mucha compañía, y la importancia de ‘Sálvame’ es aún mayor porque aglutinó el corazón español, lo rosa, lo frívolo. Es el tema de las revistas: patrimonio pop, conversación, folclore.

Los años pasan, las divas mueren y las sagas decaen, pero ojalá ‘Sálvame’ recupere su coña chuminera.