Quim Gutiérrez, un verano sin trabajo a la vista
el peor verano de mi vida
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El actor Quim Gutiérrez
Muchos catalanes hemos visto crecer a Quim Gutiérrez desde que, con 12 añitos, apareció en nuestras pantallas en 'Poblenou', el primer culebrón de elaboración propia que emitió TV3. De eso han pasado tres décadas y por el camino el pequeño Quim ha ganado ... un Goya por 'AzulOscuroCasiNegro', ha aparecido en todas las paradas de autobús posando para una marca de trajes, nos ha hecho reír con varias comedias, y ahora se ha convertido en un fornido policía para encarnar junto a Úrsula Corberó a los protagonistas del conocido como crimen de la Guardia Urbana, aquella pareja de policías que asesinaron a un compañero cuyo cadáver apareció calcinado en un coche a la vera del pantano de Foix.
Con estos mimbres, lo último que se podía prever es que la conversación sobre cuál ha sido el peor verano de su vida comenzase hablando de un contratenor, Xavier Sabata. Y no porque el cantante le hiciese nada malo durante un verano, qué va, sino porque Quim Gutiérrez hace un comentario sobre música clásica y descubrimos que es un amigo común. «Es que a mí me interesan cosas muy diferentes, y de hecho me encantaría que hablásemos de música clásica», me suelta, para contarme a continuación que durante una época de su vida veía a Sabata casi a diario, y de ahí a interesarse por la música iba un solo paso: «Tengo la necesidad de aprender cosas diferentes, y con los años he descubierto que ser curioso es una gran fortuna». El actor asegura que necesita tener estímulos diversos, porque «me aburre muchísimo hacer siempre lo mismo», de modo que a veces se distrae haciendo cosas que no son actuar.
¿Qué cosas? Cosas que se guarda un poco para él, que no publicita, ni siquiera en sus redes sociales. «Son cosas de las que agradezco no hablar demasiado», comenta con la boca pequeña, para añadir: «Pero si quiere, hablamos de ellas, ¿eh? Son menos 'mainstream' que las series y películas». Aprovechemos para contarlas por un día, pues. «Empecé haciendo fotos, y llegué a publicar en revistas importantes, pero requería mucho tiempo», se arranca. De ahí, pasamos al arte contemporáneo: «Hace como cinco o seis años visité el Art Basel de Miami, donde no entendí nada». Podría haber tirado la toalla de buenas a primeras, pero no. Lo que hizo fue ponerse a buscar «una puerta de entrada a este ámbito». La halló en las polaroids y las pinturas de Cy Twombly, cuyas obras se pueden ver en museos como el Reina Sofía y el Guggenheim. Entró, conectó y ahora también hace «algunas cosas» de arte contemporáneo. Lo que lo sedujo fue «el reto que plantea», que como todo el arte requiere un esfuerzo por parte del espectador: «Al final, las cosas que requieren un cierto trabajo se disfrutan más», dice. La clave, señala, está en no preguntarse qué representa un cuadro, sino ver «qué es en sí misma una obra de arte y qué te provoca a nivel espiritual y emocional».
También en publicidad
Y volvemos a la música: «Si a alguien que solamente escucha reguetón le pones la Quinta sinfonía de Mahler, que a mí me encanta, quizás no entienda nada», pero «si lees un poco y te pones en contexto, disfrutarás de cosas que antes no entendías». Llegados a este punto, le confieso que no esperaba que la conversación fuera por estos derroteros. Lo entiende: «La percepción que tiene el público de nosotros tiene que ver con lo que hemos hecho más a menudo, y en mi caso son comedias románticas».
Son facetas de Quim Gutiérrez que, en el fondo, acaban encajando. «Los trajes, por cuestiones de genética que yo no he decidido, resulta que me quedan de forma suficientemente elegante». De ahí que haya hecho varias campañas de publicidad que «económicamente son interesantes porque después puedo pasar un tiempo esperando que lleguen propuestas que me interesen en un sentido creativo, más allá de la publicidad y las comedias».
Gutiérrez también hace sus pinitos en la fotografía, el arte contemporáneo y la publicidad
Admite que es «una elección personal complicada, porque podría haber ganado mucho más dinero simplemente siguiendo la inercia que la industria me proponía», pero «aún tengo un cierto sentido romántico de mi profesión, pienso que hay una cierta cantidad de arte en esto que hacemos».
Pero a todo esta reflexión no ha llegado por infusión divina, y ahí es donde llegamos, por fin, al peor verano de su vida. Fue el de 2008. ¿Cómo? ¿El año después de ganar el Goya? Pues sí. «Tomé decisiones creativas, sobre todo rechacé proyectos, pensando que lo que me llegaba no estaba a la altura de 'AzulOscuroCasiNegro'. Lo que entonces no sabía es que esa era una de las dos o tres mejores propuestas creativas de toda mi vida, y claro, cuando pones ese listón...». Total, que se encontró sin ofertas laborales por primera vez desde los 12 años. «Me creó una inseguridad brutal, y me planteé muchas cosas. Fue una crisis, pero llena de lecciones duras y muy útiles».
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