Los críticos de ABC opinan: Estas han sido las dos series del año

Chats, apps, vídeos, mezclas, fragmentos, colores intensos, perspectivas nuevas, maquillajes que Madonna envidiaría, identidades en el laberinto y música; importante la música , la extraordinaria selección de temas: otro ritmo. Levinson ha buceado en el momento recogiendo sonidos, aspectos, actitudes... Todo resultaba nuevo y a la vez todo resultaba familiar. No era tanto novedoso como refrescante.

Algunos críticos han señalado la deuda de Levinson con Martin Scorsese , por ejemplo. Otros hablan de cómo actualiza generacionalmente el encanto hipster de “Girls” o lleva a un plano artístico las viejas historias de instituto. Pero en el fondo, sus nobles intenciones están marcadas por “My so called life” . La aspiración, el modelo, es la sensibilidad de aquella serie de los 90 con Claire Danes y Jared Leto en la que aún flotaba algo de sinceridad grunge.

En algunos momentos, Euphoria lo consigue, alcanza la gran cima artística de reflejar un instante de adolescencia: la indefinición, las posibilidades, la rabia inconcreta, la melancolía inaugural... Esa sensación adolescente de salir por la mañana de las primeras fiestas pensando en alguien, esa gran tristeza hacia el futuro. Debe de haber una palabra alemana para esto y se la aplicaríamos a algunos episodios perfectos de Euphoria .

Un catalizador (un truco) es la droga. Pero el vacío que produce o la alucinación, su subida y su bajada no las aprovecha Levinson para darnos moralina o patetismo, sino para subirnos a un tobogán de colores distintos, más vivos, colores que normalmente no vemos; ascensiones eufóricas y abismos resacosos, pletóricas caídas en los que caben escenas de musical en la espiral de un cuarto de estar. Cuando sube es “Parker Lewis Nunca Pierde” y Drake bailando con niñas prodigio de Disney; cuando baja es aquella “My so called life” con la crisis de identidad amplificada de una ninfa trans que tiene, a cambio, la capacidad de gestionar su imagen en la red, de ser fuerte allí. Los adolescentes de “Euphoria” tampoco saben quiénes son aún, pero pueden ensayar una identidad robusta en las redes.

La serie es fascinante por sus actores. Zendaya , Hunter Schafer y Jacob Elordi son prodigiosos. Son hermosísimos, prototipos de la última belleza posible, como últimas actualizaciones humanas. Los miramos como miraríamos embelesados a una influencer, pero además son complejos y fascinantes, fuertes de un modo que no entendemos del todo, como si actuaran movidos por sentimientos eternos y a la vez por una circunstancia que solo ellos conocen.

El año 2019 respiró en “Euphoria” .

«Gentleman Jack», una chuchería. Por Rosa Belmonte

Podría haber elegido ‘Succesion’. Y mientras siga, creo que siempre me parecerá ‘The Good Fight’ la mejor serie del año . Pero voy con una estrenada esta temporada porque, además, es la única que me ha entusiasmado. Claro que ‘ Chernobyl ’ me gustó, pero no me entusiasmó. ‘Gentleman Jack’, sí. Era la que esperaba los martes. Con más ganas que la del desastre nuclear. Con Suranne Jones he vuelto al entusiasmo de la niñez y la adolescencia. Por supuesto, ni a la serie y ni a la actriz les hicieron caso en los Emmy. Suranne Jones cautiva tanto como Sarah Lancashire. Aunque Sarah Lancashire (Catherine Cawood), la policía de ‘Happy Valley’, no sedujera mujeres.

Qué mala suerte tuvo Isabel Coixet estrenando eso de ‘Elisa y Marcela’ a la vez que la maravillosa ‘Gentleman Jack’ se ponía en la HBO. A la vez que Suranne Jones te desarmaba mirando a la cámara y aguantando esos peinados. Menos mal que en las escenas de cama (nada atrevidas) se desmelenaba. La miniserie de Sally Wainwright (creadora de ‘Happy valley’) es una chuchería que se disfruta como ninguna. Suranne Jones me dejó con ganas de más, así que me volví a tragar ‘Doctor Foster’ (qué raro es ver ahora ahí a Jodie Comer, la mala de ‘Killing Eve’).

‘Gentleman Jack’ no hace presentismo. Claro que la situación de la mujer es dolorosa (pero también en Jane Austen; nada más hay que leer o ver ‘Sentido y sensibilidad’). Puede llegar a ser activista (capítulo cuarto), pero con mucha delicadeza. Ya enganchaba el primer capítulo, pero ese cuarto era delicado e inteligente tratando un abuso sexual y la manera en la que podía ser considerado en otra época.

A falta de más ‘Happy Valley’ , Sally Wainwright creó y escribió ‘Gentleman Jack’. Pocos capítulos pero los suficientes para hacerse partidaria de la terrateniente inglesa Ann Lister (1791-1840), que dejó escritos 26 volúmenes de diarios y más de 7.000 páginas. Las más personales y comprometedoras, las que trataban de mujeres, ocultas en un código que mezclaba álgebra y griego antiguo. Fueron descifradas muchos años después. Y luego está la forma en la que Sally Wainwright cuenta la historia. El ritmo, la estrafalaria musiquilla, lo de mirar a la cámara … Kevin Spacey lo hacía en ‘House of Cards’. Y lo había hecho Ian Richardson en la serie original británica. Y lo hacen en ‘Modern Family’ (están fingiendo un docu-reality). Pero las mejores rompiendo la cuarta pared son Phoebe Waller-Bridge en ‘Fleabag’ y Suranne. Y casi te pones a cantar “Para hacerme feliz, mírame. Si me quieres matar, mírame”.