Celine Song, el canto al amor y una sorpresa a la ribera de Hollywood

Tiene mimbres para conseguirlo: una de esas historias románticas donde el amor se roza con las yemas de los dedos pero nunca se termina por concretar. «La película se fija en los momentos extraordinarios de una vida ordinaria, y deja espacio para que fluyan los sentimientos», explicó la cineasta a su paso por España en el Festival de San Sebastián, donde presentó un filme emotivo pero no edulcorado, en el que el humor elimina cualquier intento de pretenciosidad y la vida real se impone a los finales ficticios del viejo Hollywood.

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Oti Rodríguez Marchante

Dentro de las películas sencillas, románticas, de narración cómoda, confortable y de sentimientos bien macerados y difíciles de pilotar, tiene la singularidad de ser dulce, amarga y dejarse visitar por dentro

Primero en el patio del colegio de su infancia y después, ya adultos, en ese Nueva York de luz romántica que el cine tantas veces ha recreado, los protagonistas se acercan y alejan con al vaivén del destino, nunca de su voluntad. Cuando eran niños ella dejó Corea porque su padre cineasta emigró; ya de jóvenes comenzaron vía Facebook una relación a distancia que termina por decaer por la rutina de los días y la distancia, y así hasta años después, ya adultos, que quedan para verse en Nueva York. En el reencuentro emotivo de dos amigos separados en la infancia aparece también el marido de ella, un tipo al que sería más fácil matar que odiar.

La cineasta cuenta que la inspiración le llegó donde solo uno puede fantasear con estas cosas: en un bar. Allí se vio acompañando a su marido, que solo habla inglés, tratando de comunicarse con un chico que solo sabe coreano; y ella, en medio, hacía de traductora. Es en cierta manera la escena inicial de 'Vidas pasadas'. «No solo estaba traduciendo a estas dos personas lo que decían, también traducía las dos culturas de cada uno. Y me di cuenta de que también decía partes de mi pasado y de mi vida», explicó la cineasta.

Hay tantas cosas de la biografía de Celine Song en 'Vidas pasadas' como de cualquier posible espectador. Pero el qué no importa, sí el cómo. «El villano de esta película son 24 años y el océano Pacífico -reflexiona la cineasta-, pero las cosas que cada uno ha dejado atrás se convierten en sus vidas pasadas», y pone de ejemplo no solo al que emigra, también al que se muda de ciudad o cambia de trabajo.

Porque Celine Song, que además de cineasta es dramaturga, ha logrado que su película se convierta en un pequeño fenómeno. Lo ha hecho desde los márgenes de Hollywood, aupada por la productora 'indie' del momento (A24) y paseando por los principales festivales. En Sundance, donde empezó su recorrido, en Berlín o en San Sebastián se gestó ese runrún. Y ahora le toca refrendarlo ante los académicos que votan los Oscar. «No me interesa la fama, solo lo que cuenta la película y la forma en la que está conectando con el público», explicó la autora teatral convertida ya en una de las miradas más interesantes del cine en 2023.