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Ricardo Darín: «Hemos perdido la confianza en el poder individual, en el poder ciudadano»

El actor presenta en San Sebastián «La cordillera», donde interpreta al presidente de Argentina. Ayer recibió el premio Donostia

Ricardo Darín en San Sebastián, junto a una de las decenas de seguidores que le pidieron una fotografía efe
Fernando Muñoz

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Ricardo Darín está acostumbrado a los aplausos. Parece respirar con cada ovación que recibe. Es así desde los ocho años, cuando empezó a hacer teatro empujado por sus padres, ambos actores. Y 52 años más tarde de aquel estreno, ahora tiene 60, recibe en San Sebastián el premio Donostia a toda una vida. Es el primer sudamericano que lo hace y el único hombre de esta edición, donde ya lo ha recogido Agnès Varda y hoy lo hará Monica Bellucci de manos de John Malkovich, presidente del jurado.

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Ricardo Darín

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Ricardo Darín

A los aplausos también se acostumbran los políticos. Algo que el actor argentino ha comprobado en «La cordillera», el filme que presentó ayer en San Sebastián y en el que interpreta al presidente de Argentina. La imagen del artista convertido en político, con todo lo que ello implica -«esto parece una conferencia política, ¡si yo soy un ignorante!»- sirvió de excusa para que reflexionara, relajado ante un reducido grupo de periodistas, sobre cómo se ve el mundo a uno y otro lado del telón.

«Tenemos lo que merecemos y merecemos lo que tenemos porque hemos contribuido a ello. Nuestros gobernantes no nos trajeron de Plutón, forman parte de lo que ha salido de nuestra comunidad», lamentó sobre la situación política desde su faceta de ciudadano. «Somos artífices de lo que nos ocurre. Hemos perdido la confianza en el poder individual, en el poder ciudadano, y ellos se han encargado de que eso ocurra. A pesar de que nos convocan cuando hay elecciones, luego nos ignoran, no piensan en nosotros».

Ricardo Darín regresaba al Festival tras ganar la Concha de plata a mejor actor en 2015 por «Truman». Lo hace en un momento frenético de trabajo, si es que alguna vez ha tenido la agenda liberada. Aterrizó en San Sebastián el lunes, ayer recogía a las 23.00 el Donostia y hoy regresa a Madrid para llegar a tiempo a la función de «Escenas de la vida conyugal» en los Teatros del Canal. Al tiempo, rueda en Madrid, junto a Javier Bardem y Penélope Cruz, la película del director iraní Asghar Farhadi. Un ritmo con el que la vida familiar suena a utopía. «A veces tengo la sensación de que cada vez me cuesta más conciliar», lamenta Darín. «No es una cuestión de tiempo o de espacio. No hay nada que disfrute más que estar con mi familia, siempre que puedo estoy ahí. Y no solo es por una cosa de trabajo que me cuesta estar con ellos, tiene que ver con cierta sobreexposición que está relacionada con lo visible del oficio, con la parafernalia».

Presidente por aclamación

El protagonista de la quinta jornada del Festival volvió rápido a su discurso político. Por algo, dice, da vida a un presidente, para criticar el «andamiaje» de las cumbres de Estado, pero sin maniqueísmos, o al menos así lo defiende él. «Formamos parte de un sistema que por algún motivo se cocina muy lejos de nuestra vista. Creemos que tenemos acceso a la verdadera información, pero quién nos lo podría asegurar. Tengo la sensación de que en el momento en que se retiran las cámaras es cuando suceden las cosas», reflexionó Darín.

Pese a todo, su visión del mundo no es tan pesimista. «Yo trato de no ponerme fanático, porque uno se ciega cuando se vuelve un fanático, y pierde objetividad. Yo soy de los ingenuos que creen que debe haber un montón de funcionarios públicos que se levantan bien temprano por la mañana para luchar por el bien común. No puedo creer que todos sean malos», decía con vehemencia. Y ahí Ricardo Darín criticaba a la prensa: «El problema es que vende lo catastrófico. Hablamos de los tipos que hacen las cosas mal, no de los que las hacen bien. Y yo no me quiero entregar a que todos hacen las cosas mal, porque ya sería la desilusión total, sería bajar los brazos. Y hay veces que estamos cerca de esta sensación, pero eso es lo peor que nos puedo ocurrir. Cuando ya decimos: “esto no va a servir para nada”, ahí es donde perdemos todos».

Las cámaras que todo lo graban

La crítica a la prensa llega también por un encontronazo que vivió recientemente. Le grabaron ayudando a un hombre en la calle y se volvió viral. «Lo toman como una cosa excepcional. ¡Lo excepcional es que lo hubiera pateado! Sin embargo eso les parecería normal», lamenta. «Mi mujer y yo nos cabreamos. Ella les reprochaba por grabar. Es el mal de nuestra época, todos creemos que somos reporteros, que somos el paparazi que va a salvar su vida con una foto...».

Donde también estuvo relajado fue en la sala de prensa. Allí dejó uno de los momentos del Festival. El argentino se divertía jugando con los periodistas entre pregunta y pregunta. A cada golpe de ingenio, muchos respondían con aplausos. Y con cada aplauso, más bromas. Hasta que se ha llevado la gran ovación cuando una periodista catalana le ha preguntado si conocía la situación política de España: «Tengo suficiente con la política argentina, pero si piso esta tierra tengo que estar al tanto de lo que aquí ocurre. Así que te agradezco que no me hagas la pregunta que me vas a hacer...», respondió el actor, nacionalizado español, antes de que pudiera salir la palabra Cataluña.

Allí, rodeado de cámaras, fotógrafos y decenas de personas no quiso mojarse ante el desafío secesionista. Pero en la tranquilidad de una suite del María Cristina, ante cinco periodistas, entre ellos ABC, y tras una charla relajada, sí que quiso dar su opinión en libertad. Eso sí, sabedor de que no sería fácil: «Nunca hay que olvidar que vengo de otro país, y que habrá gente que me diga “tú métete en tus cosas”. A pesar de esto voy a tomar el riesgo y voy a decir que me gustaría que no dejen de lado la opinión de la gente, del ciudadano, y que tengan oportunidad de expresarse y decir lo que sienten por el bien común, que es un bien del que no se habla tanto. No sé cuál es el mecanismo real para que ocurra y esté garantizado, pero la verdad la tiene el pueblo».

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