El milagro de convertir 'La piel del tambor' en una epopeya de carne y hueso
La popular novela de Arturo Pérez-Reverte llega a los cines con Richard Armitage y Amaia Salamanca
Crítica 'La piel del tambor': Agente Quart, al servicio de Su Santidad
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Iniciar sesiónEsta es la historia de un hombre, una obsesión y un tesoro. La obsesión es una película que durante cinco años no fue más que un sueño. El tesoro es un libro en cuya cubierta se lee ‘The Seville Communion’ y que estuvo ... años esperando expuesto en una tienda de aeropuerto. El hombre se llama Sergio Dow , y desde que compró aquel libro hace cinco años antes de montar en un avión camino a Kenia, donde vivía entonces, su objetivo vital pasó a ser el de convertir esa novela en película.
No era una empresa fácil, con un entramado de derechos propio de un ‘best seller’. Porque bajo ese título en inglés se escondía uno de los mayores éxitos de Arturo Pérez-Reverte. «Ya viene, pronto, ‘La piel del tambor’ en cine. ‘El hombre de Roma’, se llama en inglés. Solo me hago responsable de la novela: no sé cómo estará la película», lanzaba por Twitter el escritor, que todavía no había visto la adaptación. Para entonces ya habían pasado cinco años desde que Sergio Dow se hiciera con el libro y desde que se le clavara como una chincheta en esa parte del cerebro donde se unen la ambición con la necesidad de crear algo. Ahora, por fin, el viaje llega a su fin: este viernes las letras de ‘La piel del tambor’ se transforman en algo físico, real, tangible. «Acabo de ver a Amaia Salamanca interpretando de forma extraordinaria a Macarena Bruner en ‘La piel del tambor’ (‘The man from Rome’), que ya he visto completa. La película es excelente. Mi agradecimiento y mis respetos», escribió hace unos días Pérez-Reverte, avalando el resultado.
Pero antes de mirar al hoy, hay que fijarse en cómo se llegó hasta aquí. Sergio Dow es un cineasta que, aunque veterano, no tenía el relumbrón para levantar un proyecto que requería varios millones de euros y muchos años de preparación. Este colombiano de cuna tiene el pasaporte salpicado con los sellos de un puñado de países en los que ha vivido y trabajado. Después de su aventura en Kenia, volvió a Chicago, donde reside. Allí, ya con ‘ The Seville Communion ’ leído, releído y estudiado, se volcó en conseguir los derechos. Primero tuvo que convencer a Raquel de la Concha, agente literaria de Reverte; después, a los guardianes de los derechos para hacer películas, que lo recibieron en Los Ángeles y en Nueva York. «Es que tienen muchos filtros y la negociación se alargó, como no puede ser de otra manera para quien tiene un material codiciado y tiene que protegerlo», recuerda el cineasta, que visita la Casa de ABC cargando con una de las versiones del libro con las que trabajó y con una de las muchas copias de guion repleta de pósits, anotaciones y marcas. «Me lo sé de memoria. Siempre le digo a Arturo que yo conozco mejor la obra que él», dice a carcajadas Dow, para, un segundo después, arrepentirse: «No es cierto porque la escribió él», replica, con reverencial respeto por «el maestro».
Redescubrir una novela
Es curioso ver la novela despojada del glamur como objeto de lectura para convertirse en material de trabajo. Las páginas están garabateadas, el lomo casi despegado, las esquinas dejaron de ser ángulos rectos hace muchos días... Los dedos de Sergio Dow han pasado por ahí millones de veces. « Yo desbrozo primero la novela -comienza a narrar cómo fue el proceso de convertir palabras en imágenes-. Por ejemplo, en la primera lectura veía cosas muy buenas e interesantes, como la parte de picaresca, pero lo saqué porque no podían entrar en la película. Luego busco las descripciones de los personajes, porque las descripciones de Arturo son muy precisas, y los iba marcando para unir luego todos».
Con esa fórmula formó una primera versión «larguísima». Casi 300 páginas de guion, lo que daría casi para dos series, según el cineasta. Después, sacó la tijera y lo dejó en menos de la mitad. Esa versión, que siguió perdiendo páginas, pasó por algunos de los ojos más prestigiosos de la industria del cine estadounidense, como Phoebe Sutherland, Paula Armario, Robert Grasmere o Dara Marksd. Cada uno de ellos le mandó sus apuntes para apuntalar según qué partes. «Si todos coinciden, te das cuenta de que debes prestar atención a según qué cosas». Y luego, el idioma, claro. Porque Sergio leyó el libro en inglés, en inglés -la lengua en la que sueña- escribió el guion y en inglés rodó su película. Ahí encontró un problema. Una de las exigencias era rodar con actores españoles para los personajes cuya acción se desarrollaba en Sevilla, y debía encontrar quienes hablaran la lengua de Shakespeare con naturalidad. Tuvo suerte, porque ahí aparecieron Amaia Salamanca y Alicia Borrachero . El padre Quart, eso sí, es para el inglés Richard Armitage (que trabajó en ‘El hobbit’), y con él comparten sotana en la película nombres de relumbrón internacional como Paul Freeman y Paul Guilfoyle. Y hasta Franco Nero, que da vida al Papa.
Todo para dar forma a una de las historias más populares de la literatura reciente en español, con un personaje, el padre Quart, convertido en una especie de James Bond moderno que tiene que investigar un misterioso asesinato en la Iglesia de Nuestra Señora de las Lágrimas de Sevilla. Una iglesia, que según un mensaje dejado por un hacker en el ordenador del Santo Padre, «mata para defenderse». Ahí se destapa una trama de intriga, mafia, poderes ocultos que unen la curia de Roma con la alta sociedad sevillana.
El cineasta versiona a su gusto la novela de Reverte. Pero lo hace, promete para los millones de seguidores, respetando su espíritu: «A Arturo le dije: ‘Los cambios de las cosas que haya añadido, solo tendrán un criterio: que pudieran haber estado en el libro ’». Para ello asegura haber desgranado tanto el material que entiende la narrativa del autor como un catedrático de literatura. Todo para no defraudar a los fieles seguidores del padre Quart.
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