Los errores históricos más salvajes del cine bélico en la Antigüedad
Ni Espartaco luchó contra la esclavitud ni Leónidas y sus espartanos combatieron semidesnudos, porque «eran valientes, pero no tontos». Guillermo Díaz desmonta las mentiras de Hollywood en su nuevo libro, ‘Grandes batallas en la pantalla’ (Edaf)
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Iniciar sesiónLa guerra de Troya fue más que el rapto de Helena por parte del petulante Paris de Orlando Bloom y el pelo de Alejandro Magno distaba mucho de la peluca que le colocaron a Colin Farrell. Tampoco los emperadores romanos ordenaban la muerte de los ... gladiadores con un pulgar y, por supuesto, los espartanos no combatían semidesnudos, porque «eran valientes, pero no tontos». «Iban cubiertos por armaduras de bronce, como casi toda la infantería hoplita griega», explica Guillermo Díaz, autor de ‘Grandes batallas en la pantalla’ (Edaf) , un libro donde desmonta algunas de las muchas mentiras con las que Hollywood ha convertido la historia militar de la Antigüedad en «puro entretenimiento» .
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El rigor y la fidelidad desaparecen para dar más épica y romanticismo a las guerras en el cine bélico, salpicado de errores de ambientación, consecuencia directa de «imponer la estética al servicio del espectáculo y no de la historia». La gran diferencia entre los choques militares de la gran pantalla y los reales es, sin embargo, la violencia con la que se retratan. La virulencia del choque y el horror de las heridas. «El número de muertes es bastante inferior al que tenemos en la cabeza y las grandes matanzas se producen en las retiradas, cuando un ejército ya ha perdido y está intentando ponerse a salvo, cuando huyen de forma desorganizada y son perseguidos por otro ejército que les da caza con la caballería», abunda el escritor.
« Lejos de lo que se ve en '300', el espartano era un guerrero pensado para combatir dentro de una formación. El éxito de los espartanos y de la infantería griega de aquella época consiste en no romper nunca la formación. Si lo hubieran hecho, como sucede en la película, que van a dar gritos y a hacer piruetas, la batalla de las Termópilas hubiese durado cinco minutos y no tres días como tuvieron parados a cientos de miles de persas 300 espartanos y unos mil griegos», asegura el diputado de Ciudadanos sobre la formación liderada por Leónidas, «blindada y muy entrenada para ser capaz de no romperse nunca y desde dentro aguijonear con lanzas los cuerpos de los sufridos persas».
Espartaco no tenía el hoyuelo de Kirk Douglas , ni tampoco su interés por liderar una rebelión para terminar con la esclavitud, como retrata el filme de Stanley Kubrick, una película que el fichaje de Dalton Trumbo convirtió en una lucha, ficticia, de clases . «Cuando Douglas le contrató, le hace un favor porque le rehabilita, pero le paga menos por sus circunstancias. Entonces, Trumbo, con sus ideas políticas tan de izquierdas, mete en el guión la lucha de clases, cuando realmente Espartaco no luchaba por terminar con la servidumbre sino por propio interés. Él pudo ser libre y, sin embargo, se quedó saqueando, porque prefería vivir del bandidaje y del fruto de los combates», cuenta Díaz en una entrevista con ABC.
La película, adaptación de la novela homónima de Howard Fast y ganadora de dos premios Oscar, no refleja bien la vida de los gladiadores, del mismo modo que la mítica 'Gladiator' , dirigida por Ridley Scott y protagonizada por Russell Crowe y Joaquin Phoenix . «En el combate había árbitros, con una túnica blanca y una línea roja, que paraban el combate si se caía un arma o se rompía. Si un gladiador se venía abajo moralmente y le entraba el pánico, porque enfrente tenía a alguien mucho más hábil o de una letalidad extrema y veía que le iban a abrir en canal, muchas veces intentaban huir. Ahí había otra figura que lanzaba al gladiador al combate y le sacudía con un látigo para que no huyese», aclara el escritor, que desmonta de un plumazo varias escenas míticas del cine.
Como esa de 'La vida de Brian' en la que un gladiador sale corriendo y otro le persigue; el que huye sobrevive porque al otro le da un infarto. «Era imposible», matiza. «Tampoco se ve en las luchas de gladiadores en el cine que estos salían del suelo, en una especie de ascensor que les impulsaba hacia arriba con poleas. La arena se abría y había estruendo, con bandas de música que tocaban. Eran las estrellas del momento, similares a lo que son los grandes jugadores de fútbol ahora. Eso no lo reflejan las películas».
Ni eran tan habituales las muertes de los gladiadores, «porque eran caros y engrosaban la factura de esos juegos», ni tan atractivos como el Máximo Décimo Meridio de Crowe . «Los torsos y cuerpos musculados de los gladiadores que vemos en las películas tampoco son reales; solían estar medio deformes de llevar siempre la misma armadura, con callos, úlceras, heridas, muchísimas cicatrices... No debemos imaginar a alguien hermoso, sino a alguien con la nariz rota y sin dientes. Vamos, feitos», señala Guillermo Díaz.
Tampoco los taquillazos se escapan al ojo crítico del diputado de Ciudadanos, que alaba a 'Alejandro Magno' , «la que mejor mostró las batallas de la Antigüedad», pero desmonta ‘Troya’, «que tiene la misma fiabilidad histórica que ‘Conan’ o ‘El señor de los anillos’; es una fantasía» . El cine es lo que es, «puro entretenimiento», y su virtud no es enseñar sino trasmitir al espectador cierto interés por episodios que sí sucedieron. Como hace ‘300’, que llama la atención sobre la batalla de las Termópilas y es un acierto a nivel estético. «Una película tiene que entretener, hacer pensar, llorar y reír, pero no tiene por qué formar. Sí puede poner de moda un asunto y hacer que el público indague sobre qué es verdad y qué mentira», resume el escritor, para quien, eso sí, la mano de Hollywood puede provocar «ciertos problemas, no graves, pero sí conceptuales».
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