Alejandro González Iñárritu: «Una película que gusta a todo el mundo es sospechosa»
El oscarizado director regresa siete años después de 'El renacido' con 'Bardo', un filme entre lo onírico y lo autobiográfico que enfrentó a la crítica
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Iniciar sesiónEs tan expresivo Alejandro González Iñárritu que no puede evitar que sus gestos griten lo que sus labios callan. Dice, aunque no lo pronuncia, que está enfadado con la crítica que atacó sin piedad su nueva película después del estreno en Venecia. Dice, ... con palabras menos directas, que no han entendido nada. O peor, que han encontrado una intención que ni él conoce. Que censuran su libertad. Que no lee críticas desde hace más de una década –aunque luego reconoce que algo sí, en los dosieres de su equipo– porque entonces tendría que enterarse de que quieren evitar que se exprese como un artista.
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Ahora en San Sebastián ha presentado un nuevo metraje de ‘Bardo’, que así titula esta película entre autobiográfica y onírica cuyo título redondea con la postilla de ‘falsa crónica de unas cuantas verdades’. Ha pelado 22 minutos. «Le he dado músculo y limpiado un poco de grasa», explica, y promete, habrá que creerle, que el recorte no viene por la presión de los malos comentarios de los festivales sino porque con sus anteriores películas ya hizo algo parecido. «‘21 gramos’ o ‘Babel’ las volví a abrir después de los festivales y no entregué [la versión definitiva] hasta el día antes del estreno. Sé que voy a dejar una película para toda la vida, más me vale dejarla como más me plazca», remata.
«Censura» y «libertad»
El enrocamiento frente a la prensa ha ensombrecido todo lo que podría haber dicho sobre su ‘Bardo’ , que significa algo así como «estado intermedio» para los budistas. Las más de dos horas de metraje viajan por sus recuerdos más íntimos, y habla de su mirada al dolor por un hijo no nacido, de su relación con su padre, del ego frágil de un artista, de la historia edulcorada de su país, del sentimiento de no ser ni de «acá ni de allá» de los inmigrantes, de la posverdad, de la amistad, de envejecer, del colonialismo… Todo lo vuelca en un álter ego en forma de exitoso periodista que vive en la frontera mental entre México y Estados Unidos . Como él, claro: «El desplazamiento, la identidad rota, son temas muy difíciles de tratar y se me ha acusado de hacerlo desde el privilegio, que en este caso he sido un inmigrante privilegiado, pero más allá del éxito o el fracaso de la aventura, todos los que emigramos compartimos esta sensación de desasosiego, y haberlo podido poner en el cine, con imágenes, que es lo único que sé hacer con mi vida, me llena de satisfacción», reconoce.
En su respuesta vuelve a hablar de «acusaciones». Como en otras lo hará de «censura», que mencionará cinco veces en apenas 15 minutos de charla. «Podemos salir lisiados culturalmente si no nos atrevemos a hablar desde nuestra persona, porque entonces empezamos a hacer productos de encargo, adaptaciones de novelas», apunta, y pone el foco en la libertad. «Desde que empecé a rodar esta película sé del riesgo que corría. No la hice por los aplausos ni los premios, sino por una necesidad personal. Está bien que haya gente a la que no le guste. La película tiene muchos temas, muchas aristas, y hay quien se siente abrumado, y el mecanismo de defensa de cuando no la entiendes es el ataque personal». De nuevo, el recuerdo de Venecia durante su entrevista en San Sebastián. Por eso se defiende con una frase categórica: «La indiferencia es el peor de los castigos, una película que gusta a todo el mundo es sospechosa».
«He sido un inmigrante privilegiado, pero todos los que emigramos compartimos esta sensación de desasosiego»
Es curioso cómo el mexicano, doble ganador del Oscar a mejor director (y de manera consecutiva, en 2015 y 2016, por ‘Birdman’ y ‘El renacido’), evidencia uno de los temas que recoge en la película –autobiográfica, recordemos– que es el de la autoconsciencia y la fragilidad del artista. «Esta película no reafirma las convenciones del cine, las rompe, y eso siempre incomoda, irrita. Eso está bien que sea provocador, incómodo, a veces el cine debe ser así, no solo un producto de consumo cómodo o entendible. Es un poquito más un viaje, y está bien que sea aburrido, hay que permitírselo al cine», cuenta Iñárritu, que regresa siete años después a la dirección de manos de Netflix (ahí estrenará en noviembre).
Con el mexicano comenzó la plataforma su particular fiesta de clausura del festival. Además de ‘Bardo’, presentó ‘The Wonder’, de Sebastián Lelio, que compite por la Concha de Oro. Y se guardan para hoy su mejor baza:Ana de Armas. Si tradicionalmente aquí el sábado debía ser el día del palmarés, con permiso de la película de clausura –este año ‘Marlowe’ de Diane Kruger y Liam Neeson–Netflix ha explotado la última jornada trayendo a la protagonista de ‘Blonde’, uno de los títulos más esperados de la temporada y una actriz que está disparada en la carrera al Oscar. Un broche de oro para una edición que recuperó el brillo de antaño.
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