Mariano Ozores, de oficio cineasta
«Retumbaba su disculpa, al estilo de 'mis películas buscaban un fin comercial y lo conseguí, lo siento. Y ya les dejo en paz'. Ay»
Muere el director de cine Mariano Ozores a los 98 años
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Iniciar sesión«¿Entrevistarme a mí?, si yo no le intereso a nadie; mejor llama a Almodóvar». En 1988 un estudiante de Periodismo de la Complutense madrileña, David Trueba, pidió una entrevista a Mariano Ozores para un trabajo del curso. La extrañeza de Ozores al ... recibir el mensaje define su forma de ver cine y vida. Tuvieron que pasar casi treinta años para que un medio español, 'El País', publicase por fin el encuentro entre Trueba y Ozores. La excusa: el Goya de Honor al director en 2015.
Esta desmemoria y este desprecio de la comedia popular explica el olvido de la figura de Mariano Ozores. Tal vez queramos reprimir aquello de lo que nos reíamos o de lo que se reían nuestros padres y abuelos en aquellos tiempos barbáricos. Por cierto: un adjetivo que, con los años, acabarán las siguientes generaciones utilizando como calificativo de los nuestros. Con estos borrados, la risa, tan central en nuestras existencias, pareciese cutánea como la cáscara de las pipas que dejamos atrás cuando vamos al fútbol o a la fiesta del pueblo. Desengáñense: la risa -y su factoría de producción, la comedia- son la pipa, ese alimento barato que engaña al buche y distrae de las tristezas cotidianas.
Eso lo entendió Ozores, lo explicó al joven Trueba y lo reiteró en sus memorias 'Respetable público. Cómo hice casi cien películas' (2002, Planeta), un volumen donde detallaba su biografía y justificaba su cine con números. Algunas taquillas de las que cita Trueba, sólo del año 1982: 'Que vienen los socialistas' (400.000 espectadores en salas), 'El hijo del cura' (más de un millón de espectadores), 'Padre no hay más que dos' (800.000 espectadores), 'Todos al suelo' (1.300.000 espectadores) y 'Cristóbal Colón, de oficio descubridor' (un millón y medio de espectadores). Se nota en Ozores ganas de justificarse, arrogándose culpabilidades absurdas por haber rodado «españoladas» -ese término hediondo, como «subvencionados»-. Retumbaba su disculpa, al estilo de «mis películas buscaban un fin comercial y lo conseguí, lo siento. Y ya les dejo en paz». Ay.
Se le olvida a Ozores, como probablemente se le olvide a muchos satélites de la comedia popular -su hermano Antonio, Landa, Martínez Soria, Pajares, Esteso…- que el fin comercial iba íntimamente ligado al reflejo psicológico del público en ellas, primero, y, tras este reconocimiento de lo absurdos que somos, la venta de la entrada y la risa. Sí, nosotros, los españoles de entonces -sin hacernos mucho daño, porque dejaría de ser comedia- ocupábamos 'Cómo está el servicio' (1968), 'Manolo la nuit' (1973), 'El apolítico' (1976) o su obra cumbre, 'Los bingueros' (1979).
Estas películas quizá no sirvan, al tratarse de espejos distorsionados, de explicación de una época (a la manera que lo haría 'Calle Mayor' de Bardem o 'Pepi, Luci y Bom' de Almodóvar) pero se bastan al detallar la forma de pensar y las costumbres de varias generaciones de españoles. A veces se conoce más a un grupo social con del qué se ríe, por qué, cómo y cuándo que con muchos documentales o películas de referencia. Este fue el tremendo legado de Ozores y nadie debería pedir perdón por él.
En lo superficial su cine quedará asociado a lo chabacano, a lo simple, a los chistes fáciles, a las señoras con poca ropa y a los hombres obsesos y, a nivel fílmico, a la roña del no tener dinero para poder parar de trabajar. Cuatro o cinco películas al año en bucle: ahí se contienen las preocupaciones de nuestro país. Si alguien considera cutres a estas películas es que nuestra España lo era también. Lo que contaban -lo que pensábamos- sobre el sexo ('Operación bikini', 1968), el socialismo ('¡Qué vienen los socialistas!', 1982), o el divorcio ('¡Qué gozada de divorcio!', 1981), muy probablemente haya sido una de las realidades de la época y, a un tiempo, el epicentro de la vergüenza ajena de los que las ven con ojos prejuiciados a día de hoy.
Escribió Manuel Vicent que los humores satíricos -referido a las revistas 'El Papus' o a 'Por favor'- duran cuatro años. El humor de Mariano Ozores -atención- duró cuarenta años, casi con exactitud. La serie 'El sexólogo', cancelada por TVE al chocar con los valores de sus dirigentes de entonces, enterró su obra. No extrañe que esto ocurriese en 1993: justo cuando este país se volvió Europa, de golpe, mandando a nuestra cutredad, a nuestro pasado, a las barriadas porque necesitábamos, mucho, construir estadios patrocinados por marcas anglosajonas o levantar la Expo de Sevilla y las olimpiadas barcelonesas, tan europeas ellas.
De nuevo, no se engañen: la cutredad sigue aquí, cerquita, respírenla. A Mariano Ozores poco le importó el olvido: en su oficio descubrió que la risa es efímera, que la memoria también y que la vida, más. A sus casi cien años descansa con una medalla insólita: pocas personas -él y algunos otros- han creado sinfonías más bellas que un cine lleno, riéndose al unísono.
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