Crítica de 'Mala persona' (***): Un jocoso bisturí para extirpar lo malo de la bondad
El tándem conformado por Arturo Valls y Fernando García-Ruiz trasciende los límites de la comedia y el drama social
Valls protagoniza 'Mala Persona': «Que la gente joven se radicalice no nos lleva a nada bueno»
Reparto de 'Mala Persona'
Interesante, ligera y divertida fábula sobre el bien y el mal. Interesante, porque observa las medidas, los límites y excesos de uno y otro, y algunas de sus consecuencias. Ligera, porque trata de refilón asuntos de cierto calado moral y social pero de modo liviano ... y con el ánimo de divertir, de ahí que también haya que considerarla divertida. El guión de Santos Mercero y Daniel Padró tiene la habilidad de poner rápido sobre el tapete todas sus cartas argumentales y porque reviste la línea principal del relato con varios personajes excesivos, estrambóticos y muy bien trajeados para hacer reír: un abogado, un cura, una médica, una suegra, un vecino gorrón…
La fábula se sustenta en un conflicto algo surrealista: un hombre, Pepe, al que todo el mundo adora porque tiene ese tipo de bondad que hace frontera con la memez, la necedad; le diagnostican un cáncer terminal y veloz, y decide que, para no hacer sufrir a todos los que le quieren tanto, mujer, hija, vecindario, pues lo mejor es convertirse en un tipo asqueroso y depravado. Arturo Valls interpreta a Pepe, ese buenazo tontorrón y, dicho sea sin segundas, lo borda: buena cara siempre y ante situaciones que disparatarían al más noble: la suegra lo desprecia con crueldad, la hija lo utiliza de escobilla de váter, los amigos le sacan los pocos cuartos que tiene…, en fin, es un auténtico membrillo. Y el argumento consiste en su trayecto hacia la maldad, con la asesoría de un abogado más ruin que Walter Matthau en 'En bandeja de plata'.
La gracia es exagerada y constante; las situaciones, increíbles; las acciones, bochornosas…, y en ese camino, el director, Fernando García-Ruiz, no duda en meter el dedo en la mala praxis médica (genial Betsy Túrnez), en la frescura eclesiástica (el cura que interpreta Corbacho, tremendo, está pidiendo a gritos un 'spin off'), en la abogacía, las obras urbanas, 'los chinos', el lumpen barrial (¡ese coro de marginados que canta de maravilla!)… Todo es una pura y graciosísima distorsión, y de la cual sobresale la santa esposa, una Malena Alterio espectacular, emocionante y espumosa.
Una fábula que reclama y bendice aquella frase de Mae West: 'Cuando soy buena, soy muy buena, pero cuando soy mala, soy mejor'.