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ABC Cultural

«Shame», «Young adult» y «Cuenta atrás», entre las críticas de los estrenos del 17 de febrero

Charlize Theron, Michael Fassbender y Elena Anaya protagonizan la cartelera del fin de semana

«Shame», «Young adult» y «Cuenta atrás», entre las críticas de los estrenos del 17 de febrero ABC

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POR O. R. MARCHANTE

Es como si la guionista Diablo Cody y el director Jason Reitman se hubieran impuesto el reto de conseguir lo contrario con lo mismo. En “Juno” encontraron el modo de que la inteligencia, el sarcasmo y el exceso de frescura convirtiera en maravilloso el personaje que interpretaba la fabulosa Ellen Page, y en “Young Adult”, el ingenio, el cinismo y una mezcla adulterada de frescura revenida y desencanto convierten en odiosa a Mavis Gary, quien tiene además el “inconveniente” de estar envuelta por el físico de Charlize Theron, que no mueve, precisamente, a la pena. Es la tragicomedia de un personaje patético, una mujer que, en desacuerdo con su presente (escribe novelas infantiles) y desinteresada con su futuro, decide volver a su pasado, a Mercury, el pueblecito donde creció, donde “triunfó” y donde la espera su antiguo y gran amor, Buddy, que casualmente está casado y a punto de ser padre… Charlize Theron hace un impresionante trabajo de desmaduración de su personaje y de esa distorsión de la realidad que ella misma se fragua no surge exactamente la comedia, sino más bien la tragedia. Y vemos a Mavis Gary en una soledad parecida a la de Gary Cooper (¿será casual la coincidencia de nombre?), pero ante otro peligro, el de ella misma y su retrato antipático, triste y sin tener siquiera el marco de una causa justa, como Cooper. Y por esto es, probablemente, el mejor trabajo que ha hecho nunca Charlize Theron, porque sitúa con precisión a su personaje en los terrenos más complicados, como la soberbia o el patetismo, pero encuentra resortes para que los ojos del espectador no lo condenen por completo al desahucio; muestra su desvencijada fortaleza y su potente fragilidad. Además, el guión, aunque la deja completamente a la intemperie, también le proporciona un buen asidero en el personaje del amigo quebrado, que interpreta Patton Oswald con auténtico sentido de la comedia en su versión inteligente, y con su propia, deslenguada, cínica y terminal mirada ennoblece en cierto modo lo patético de Mavis Gary. “Young adult” es una película rara, en el sentido de que parece buscar la antipatía hacia su heroína, al tiempo que de un modo muy sutil y candoroso deja asomar el amor que por ella sienten sus creadores.

POR O. R. M.

Tras el alarde estético y físico que hicieron el director Steve McQueen y el actor de sus ojos, Michael Fassbender, en la impresionante “Hunger”, se han propuesto superarse ahora con “Shame”, un hirviente paseo por el gélido lado oscuro del sexo, por sus peligros, sus incomprensiones, sus peajes, su enorme carga de información inconfesable. Fassbender interpreta a Brandon como una nota de piano sostenida, desde la estruendosa viveza de sus primeras escenas, hasta que su reluciente personaje es apenas una reverberación… Un trayecto magnífico, empastado contra la pared cristalina de un Nueva York también adicto al reflejo momentáneo y que deja ese regusto pastoso y poco reconfortante de que lo bueno no es tan bueno, y el placer puede ser un mal reflejo de la infelicidad y de la vergüenza. No es fácil ni de explicar ni de entender el mundo viscoso en el que se debate el cuerpo y la cabeza de Fassbender en la película, ni su confusión entre lo que quiere y lo que desea… McQueen penetra de un modo insólito en un mundo, el del sexo y sus perturbaciones, por otra parte ya muy penetrado. Pero de la confusión arranca sensaciones lúcidas, y de éstas, momentos mágicos como el “New York, New York” hecho migas de Carey Mulligan a la cámara que será, sin duda, uno de los momentos cinematográficos del año.

POR J. M. CUÉLLAR

Una avalancha de escenas aceleradas y frenéticas se te viene encima casi al instante de sentarte en la butaca. Y no para, ni un segundo, ni una décima. A mil por hora. Desde que Bourne apareciera por los metrajes, todos han intentado imitarle pero pocos lo han conseguido, al menos con la calidad que atesora Greengrass. Esta se acerca, y se acerca mucho. Un film lanzado por una vorágine de acción aderezado con dosis de angustia vital. Un pobre hombre echado a las fieras sin apenas comérselo y menos bebérselo, una embarazada llevada de aquí para allá como si fuese un pimpampum, y mucha corrupción y gente indeseable, toda la que anda últimamente por la geografía mundial. Aquí se han juntado todos para formar un carrusel de acción imparable. Una de esos trabajos que inmediatamente agarra Hollywood por el cuello para meter a Damon o Cruise en el cotarro y triplicar las ganancias sin dudar un instante. Es verdad que el trasfondo aparece oscurecido y minimizado ante el torbellino de acción, pero el trabajo de dirección es tan absorbente que troca los minutos en décimas de segundo, sin un instante para respirar. Lo cierto es que era de esperar. Cavayé ya soltó veloces ráfagas de AK47 en «Los tres próximos días y en la menos conocida, pero igualmente trepidante «Por ella». Esta es otra joyita de este buen cineasta.

POR J. CORTIJO

Partiendo de la base de que cualquier excusa es buena para que a la chiquillería actual le suene el nombre de Julio Verne (y, de rebote, Jonathan Swift o Robert Louis Stevenson) ya quedaría plenamente justificada esta secuela que más bien es segunda entrega de una hipotética franquicia verniana, por mucho que su título en español sugiera ridículamente otro garbeo por el núcleo terrestre, que también serían ganas. El estándar de la aventura familiar a salto de mata (los viajes son directamente teletransportaciones) con paisajes a la acuarela, criptogeología parda y huevos de lagarto gigante de forespán se mantiene a rajatabla en el filme, que por otra parte luce un 3D más poderoso que los pectorales del simpaticón Dwayne Johnson (aunque la camiseta tropical anuncie unos pezones algo fuera de campo), que logra hacer olvidar a su angustiado antecesor Brendan Fraser. Así que solo queda deslizar la riñonada por la butaca y lanzar una sonrisa cómplica viendo, por ejemplo, al gran Michael Caine cabalgando sobre una avispa gigante como si fuera un jinete cockney en el Grand National. Y, a falta de Frank de la Jungla, tenemos a Luis Guzmán, más retaco pero igual de gañancete. A esperar la faroleada «De la Tierra a la Luna», a ver si hay bemoles.

POR A. WEINRICHTER

Sí, tenemos que hablar de Daniel (Radcliffe): sin la varita de mago de Harry Potter, resulta tan inexpresivo que a su lado Keanu Reeves parece un divo histriónico. En su caso el hábito sí hacía al monje, y no le habría venido mal algún truco de magia para sortear, no sólo los peligros que afronta en este thriller sobrenatural, sino sobre todo el riesgo de sostener sobre su cara todo el metraje de una película que consiste en ver su reacción a algo que nosotros vemos pero a él le pilla siempre de refilón. Ese algo son los fantasmas que se agolpan en una casa encantada de manual -hay un punto de giro, es decir, un susto con electroshock acústico incorporado, cada vez que se da la vuelta- en la que Radcliffe se empeña en pernoctar como si no hubiera visto nunca una peli de terror gótico. El problema es que nosotros sí y ya casi nos da la risa. La productora Hammer se comporta aquí como una de sus venerables criaturas: resucita para seguir haciendo lo mismo de siempre, sin percatarse de que hoy da más miedo el terror digital que el victoriano. Se dice que los fantasmas se esconden de día, para mejor dosificarse, pero aquí se materializan a todas horas: esta casa encantada es como esas películas en las que, decía Umberto Eco, los clichés se reúnen y hablan entre sí en una suerte de comunión divina, a espaldas del espectador. Quien bien podría optar por pasar de todo y admirar los decorados, si no fuera por los portazos y otros trallazos «from hell».

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