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Luis Tosar y Viggo Mortensen, dos actores por fuerza

Viggo Mortensen, estrella de «The Road», en Venecia / AFP

La fortaleza, solidez, franqueza, brutalidad y hasta fragilidad que Luis Tosar le estampa a su personaje en «Celda 211», la película de Daniel Monzón que participaba en una sección paralela de la Mostra, valen por todo un día de festival, aunque hoy, éste nos ha proporcionado una racion doble: Viggo Mortensen llega muy, muy al fondo de su personaje en «The road» , la sufridísima versión fílmica de la apocalíptica y hermosa novela de Cormac McCarthy que sí se presentaba en la sección competitiva.

Daniel Monzón ha hecho una película insólita, increíblemente dura y lúcida en el interior de una cárcel; borda un «thriller» sorprendente y con unos personajes aparentemente tópicos que se irán despojando poco a poco de lo manido para convertirse en nuevos y llenos de interés. La negrura y el espesor de la película carga esencialmente sobre los hombros de Luis Tosar , en una prodigiosa y medidísima interpretación de un tal «Malamadre», el interno mas peligroso del centro, y que pone en el tablero de la pantalla algunas contradicciones infrecuentes en éste y en cualquier género a proposito de las líneas divisorias entre el bien y el mal, lo justo y lo injusto, la amistad y la dependencia..., en fin, una película inesperada que dará mucho que hablar cuando se estrene.

Al australiano John Hillcoat sí se le esperaba de puntillas hasta ver qué había sido capaz de hacer con «The road», o «La carretera», una obra intimísima sobre la relación de un padre y su hijo en un mundo agotado, tras la hecatombe. La película es seca, deslumbrante visualmente (la fotografía es de Javier Aguirresarobe) y las intrepretaciones de Viggo Mortensen y del niño Kodi Smith-McPhee son conmovedoras y desoladoras ; en los livianos y necesarios «flash-back» (y no, por cierto, como los de «Celda 211», que son evidente que sobran) vemos lo que sucedió y la tremenda decisión de la madre (Charlize Theron), y el resto de la película es el deambular de estos dos seres por un mundo destruido y deshabitado, aunque no tanto como para que «el mal» aceche y los peligros conviertan ese viaje hacia adentro en una película de intriga y terror. La interpretación de Mortensen es de una complejidad absoluta tanto en lo físico (no daría el peso mínimo en las pasarelas de moda) como en lo psicológico, pues ha de transmitir y contagiar el hambre, el miedo y la esperanza, la ternura y la fortaleza, la humanidad y la ferocidad...

Todo el ardor que puso McCarthy y ahora Hillcoat para llegar más alla de la mera carne del ser humano se volatiliza en un instante entre los dedos de Todd Solondz, un cineasta dentro de un sudoku que ha presentado aquí a concurso la complejisima «Life during wartime». A Solondz tal vez alguien lo recuerde de aquella impresionante «Happiness», de la que ésta, en cierto modo, es o podría ser una continuación por la «marcianez» de los personajes y de las situaciones. Solondz nunca encuentra a alguien, digamos, «normal» para contarnos sus historias más o menos humanas y sentimentales, sino que serán tipos extremos y en el límite de lo social y lo penal (desde asesinos múltiples, a violadores o pederastas...).

Curiosamente, «Life during wartime» pretende contar cosas de «nosotros» profundas e intensas , quiere llegar a sentimientos muy naturales y primarios, aunque con esos personajes desequilibrados o directamente enfermos. En esencia, Solondz también habla de una relación paternofilial, aunque el padre acaba de salir de la cárcel tras cumplir condena por pederastia y por haber abusado de su hijo... El drama se presenta envuelto de ese inevitable tono humorístico que tiene «lo friki» de esa familia de gente extrema en situaciones absurdas: una mujer que rompe con su marido, un tarado sexual que intenta reformarse..., un poco; esa misma mujer con el fantasma de su anterior novio, que se suicidó; sus hermanas, el novio de una de ellas..., no hay ningún personaje con el que identificarse, a pesar de lo cual, y eso es lo meritorio, entendemos ese batido de sentimientos del que nos hablan. Puro Solondz.

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