«En la ciudad», de Cesc Gay, buen cierre para la competición y para la presencia española
«En la ciudad», fascinante cruce de calles y almas en una Barcelona triste y otoñal, completaba ayer la extensa y brillante representación del cine español en esta edición del Festival de San Sebastián, que hoy llega a su clausura y al trámite de decidir sus premios
SAN SEBASTIÁN. El director de «En la ciudad» es Cesc Gay, que pretende y consigue el punto de hervor perfecto para cocinar las vidas e infelicidades de una docena de personajes, más o menos reconocibles, más o menos cercanos, más o menos normales. De todos ... los hilos de la trama, de cada una de esas almas, cuelga una insatisfacción, un deseo incumplido, o escondido. En cada una de las pequeñas historias cotidianas que encierra se aprecia un terrible halo de infelicidad, con restos de naufragios y de renuncias, que se pega igual a los rostros de los personajes que a las paredes de una ciudad que espera el frío. Nunca se había retratado tan de color marrón al ciudadano de Barcelona y a su bien diseñado entorno: la arquitectura del matrimonio en crisis, o simplemente aburrido, o anestesiado; la escultura de una pasión escondida, temida; la pintura abstracta de una infidelidad, de las varias formas de la mentira, de un amorío inconveniente, ilegal... Los escombros de unas cuantas vidas, pero perfectamente colocados para que den una composición artística, pero también cercana y en cierto modo cálida.
Según avanza «En la ciudad», uno se da cuenta de que esa película tan aparentemente sabida, no la había visto nunca antes; cada uno de los personajes se preocupa por hacer de lo suyo algo único, y eso, gracias a un guión perfectamente tramado y a los buenos actores elegidos por el director. Todos ellos, Mónica López, María Pujalte, Alex Brendemuhl, Vicenta N´ Dongo, Leonor Watling, Eduard Fernández..., comparten esta película hilada, troceada, pero cada uno de ellos compone personajes que dan por sí solos para otra película. Una vez más, y aunque suene ya a matraca, Eduard Fernández logra complejidades insólitas con su aparentemente plano personaje, que le regala a la película, o a su historia, o al espectador, un momento cumbre, inexplicado, pero explicable. Y vistas todas las películas en competición, «En la ciudad» debe estar en alguno de los lugares de privilegio del palmarés.
Tras la película de Cesc Gay, se proyectó la realmente última en salir, la alemana «Miedo a disparar», del georgiano Dito Tsintsadze, una rarísima visión de cómo se le licúa el cerebro a un joven que persigue un amor y, por lo que se presiente, una desgracia. El itinerario de la trama es entre surrealista y dadá, y exhala un sentido del humor difícil de apreciar y digerir. Todo está lleno de dobleces y estrías, y el hecho de que venga envuelta en una sorpresa final, no la deja del todo mal colocada si los miembros del jurado tienen uno de esos días.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete