Jean-Luc Godard, el hombre que era cine
El cineasta es uno de los directores fundamentales de la Novuvelle Vague francesa
Muere Jean-Luc Godard, uno de los grandes del cine de nuestro tiempo
Las mejores películas de Godard
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Iniciar sesiónCuando visitó Madrid hace casi cuarenta años para presentar en los Alphaville « Sálvese quien pueda », Jean-Luc Godard empleó casi cuarenta minutos en responder a la primera pregunta que se le formuló, para acabar afirmando que él se consideraba la tradición de la ... vanguardia. En esos pioneros multicines de versión original, bautizados en honor de una de sus películas más accesibles, reconoció que llevaba dos décadas, desde « Al final de la escapada » -uno de los debuts más fulgurantes de la historia del cine-, yendo de avanzadilla de lo que gracias a gente como él podía todavía llamarse «el séptimo arte»: tanto tiempo que ya se había convertido, en efecto, en una tradición. Ahora han pasado cuarenta años más, Godard que hasta incluso sus noventa años no había aflojado demasiado el ritmo confirmando de forma más bien melancólica para su selecto club de fans que los verdaderos modernos envejecen sin abdicar: muchos quisieran verle desaparecer o por lo menos que su obra no gozara de tan buena salud (los muertos que vos matais…) o quizá que renunciara, como esos ateos que piden un cura en su lecho de muerte, a su guerra declarada al cine narrativo comercial.
Ese cine es un medio de masas, y parte del encanto mítico de este personaje es que sigue rodando sin que una sola de sus películas haya tenido una taquilla decente, ni siquiera « El desprecio », su maravillosa cine-elegía cuyo productor le exigió que sacara desnuda a la Bardot para ser más comercial (ni por esas). Más divertido es el caso de « Carta a Freddy Buache », secreta joya de la corona del corpus godardiano: rodada en honor del 500 aniversario de Lausanne: hacer un encargo publicitario a Godard es como pedirle un retrato al Picasso cubista, no puede uno quejarse luego.
Pero, de cara a sus (infinitos) detractores habría que preguntar, ¿de qué Godard me habla, cuál Godard es el que quiere que se calle? En esas siete décadas de genio y figura, contando sus escritos críticos en los Cahiers en los años 50, recogidos en un libro esencial (« Godard par Godard «), se contienen multitudes. El cineasta que revolucionó el cine en los 60 se hizo tan famoso que, como hicieron los otros dos iconos pop de la década (Dylan y Lennon), decidió al final de la década retirarse a sus cuarteles de invierno; en su caso, se refugió en un cine militante más o menos maoísta, en un cine político que hoy se aparece como el germen de ese cine-ensayo que es otra de las muescas únicas y singulares de nuestro cineasta, y que tiene su cima en su monumental « Histoire(s) du cinèma ». Pero está el Godard de los «años video» o el que vuelve al cine en los años ochenta con esa película que mencionamos al principio. El cineasta que «más hizo por el cine en la época de su destrucción», según el ambivalente elogio de Félix de Azúa, una vez desmontado el juguete de la ficción, volvió su mirada hacia un cine de ideas, afirmando que generar conocimiento era la gran vocación, la ocasión perdida, del dichoso séptimo arte. En sus propias palabras (dichas ¡en 1967!), «es como si quisiera hacer un ensayo sociológico en forma de novela, y para hacerlo solo pudiera disponer de notas musicales».
Si necesitan excusas para no enfrentarse a su cine, tan indispensable como a menudo irritante, háganse «un woody»: pueden agarrarse a su célebre falta de empatía rayana en la misantropía. Porque este visionario puede ser un mal tipo. Godard es también el que hizo llorar a su musa y «ex» Anna Karina en directo en un plató televisivo. El que se negó a recibir a Agnès Varda , casi la única colega viva de su quinta, cuando fue a visitarle a su casa hace unos años. El que fue con una actriz y quizá proyecto de musa a visitar la casa de sus padres, cuando él podría ser su abuelo, y se extrañó de que le mirasen mal. El que sólo lamentó su enfado con Truffaut a la muerte de éste. El ogro del cine, el hombre que era cine, no busca su simpatía.
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