COMPLEMENTO CIRCUNSTANCIAL
Agua que no has de beber
El problema es la sequía, la falta de lluvias, la falta de previsión, pero el problema también somos nosotros
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Iniciar sesiónAndalucía ha entrado sedienta en 2024. No es algo que diga yo; lo dice el presidente de la Junta y lo dicen los datos estadísticos: como no llueva de aquí a primavera empezarán las restricciones y los cortes de agua en toda la comunidad, porque ... los recursos hídricos son los que son, y porque por este camino ya hemos pasado más de una vez. Ni la Virgen de la Cueva ha podido evitar esta pertinaz —no es un epíteto— sequía se ha llevado por delante casi un treinta por ciento del agua almacenada en nuestros embalses y que amenaza la agricultura, la ganadería y la vida de las ciudades.
No es la primera vez, dirá usted, y posiblemente tampoco será la última. Sequías intensas se vienen registrando desde mediados del siglo XVIII, aunque fueron las del pasado siglo las que alertaron del desastre ecológico que se nos viene encima. Quizá usted no lo recuerde, pero en 1992, mientras en Sevilla se celebraba la Exposición Universal, los de Cádiz teníamos el grifo cerrado desde las siete de la tarde, en pleno verano. Tres años duró aquello, y en 1995, con los embalses a un quince por ciento y la tierra seca, volvió a llover. Lo mismo ocurrió en 2016, con lo que entonces dieron en llamar 'sequía ibérica', aunque entonces no llegó la sangre al río y el agua siguió llegando al grifo de nuestras casas, a pesar de la alarma meteorológica y del cambio climático que para entonces ya habíamos aceptado como animal de compañía.
Porque es cierto que llevamos cinco años sin lluvias y con un aumento de temperaturas que nadie, a estas alturas, puede negar. Pero también es cierto que derrochamos agua como nunca y que malgastamos un bien común —que no es ilimitado— sin pararnos mucho a pensar que toda esa agua que despilfarramos es, al fin y al cabo, agua que vamos a necesitar en los próximos meses, y que es esencial para nuestra existencia.
Podemos exigir a los que nos gobiernan que hagan lo imposible porque llueva, podemos exigirles que reclamen a Europa —que tampoco es que ande muy bien de agua— que envíe ayudas a esta Andalucía seca, podemos invocar a Manitú y sacar en procesión a todos nuestros Cristos aguadores —algo tendrá el agua cuando la bendicen— que, si no nos concienciamos del gasto diario de agua que hacemos, no va a servir de nada.
Nuestras ciudades se siguen regando y baldeando con agua potable, todos los días. Abrimos la ducha y dejamos correr el agua mientras miramos las musarañas del techo, ponemos lavadoras y lavavajillas a medio llenar, dejamos que nuestros niños jueguen con el agua de las fuentes, llenamos un vaso de agua para apenas dar un sorbo y tirar el resto; y luego buscamos culpables y nos ofendemos, que eso lo sabemos hacer muy bien.
El problema es la sequía, la falta de lluvias, la falta —incluso— de previsión, pero el problema también somos nosotros. Porque toda esa agua que dejamos correr es agua que no vamos a beber. Y lo peor de todo, es que lo sabemos.
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