COMPLEMENTO CIRCUNSTANCIAL
El aceite de la nueva normalidad
Todo es producto de la nueva normalidad que a mí me sigue pareciendo de todo, menos normal
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Iniciar sesiónDESDE que salimos del confinamiento –sí, que ya no se acuerda, pero estuvimos confinados casi dos meses- hemos aprendido que la «nueva normalidad» no es solo una cuestión técnica y transitoria de adaptación a las circunstancias, sino que se ha convertido en una forma de ... vida y en una manera de justificar cualquier cosa, en el niño chico que toda familia necesita para tener un culpable. Ya sabe, retrasos en la entrega de materiales y mercancías de cualquier tipo, fracaso escolar en cualquier nivel académico, demoras impresentables en las citas médicas –eso vino para quedarse y aquí sigue, diga lo que diga el Servicio Andaluz de Salud-, dobles turnos en bares y restaurantes, limitación de aforos, subida de precios… todo es producto de la nueva normalidad que, qué quiere que le diga, a mí me sigue pareciendo de todo, menos normal.
La nueva normalidad pasaba también por aceptar que la guerra de Ucrania tenía la culpa de todo, de que subiera el cemento, de que comprar un coche llegara a ser una odisea, de que no hubiese hielo en los bares, de que el aceite de girasol se convirtiera en un artículo de lujo, de que pusiéramos las lavadoras a las doce de la noche, y hasta de que Pedro Sánchez se colocara la medalla a su mérito personal por haber gobernado España en plena crisis bélica y no haberse despeinado mucho en unas elecciones generales que ha perdido aunque él no termina de asumirlo. La mariposa que bate sus alas en Pekín y desata una tormenta en Nueva York, pero sin salir del mapa mudo de una Europa en deconstrucción.
Porque la nueva normalidad traía sus propias normas, que no son ni nuevas, ni normales, pero sí de obligado cumplimiento. De hecho, todos sus mandamientos, que son muchos, se resumen en «esto es lo que hay» y cuanto antes lo asuma, antes podrá recuperar el aliento. Fíjese bien. Subieron el precio de la luz, sellaron un decreto de ahorro energético –los famosos veintisiete grados que ya los quisiéramos ahora-, nos marearon con las horas, los picos y los valles, hicieron que los comercios pusieran doble puerta y la gente no se pusiera corbata… y ahora nos recomiendan «refugios energéticos»-lugares públicos o privados con el aire acondicionado a tope- para no ahogarnos con el oleaje de calor. Porque esa es otra: la nueva normalidad puede cambiar sus reglas a mitad de la partida, que no pasa nada.
Ahora nos van preparando para la subida desorbitada del precio del aceite de oliva –en breve nos dirán que ni era tan bueno, ni tan mediterráneo, ni tan cardiosaludable- y ya estamos pagando nuestro oro líquido como si realmente fuera eso, oro. La culpa la tiene la pertinaz sequía, a pesar de que el cultivo del olivo haya sido siempre de secano y la tendencia al alza en el precio del litro de aceite no tiene perspectiva de caer, sino todo lo contrario. Ya sabe, la nueva normalidad.
A ver con qué nos hacen untar esta tostada tan fría y tan quemada que nos vamos a comer de cualquier modo.
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