OJO DE HALCÓN
Lo que diga Sánchez
Chaves, emulando quizá a Zapatero, también se apunta a ejercer de banderizo de Sánchez. La izquierda, en fin, se aferra a la fe mientras se asoma al abismo tras el pacto catalán
Manuel Chaves, al que su propio partido parece dispuesto a ungir como referente moral después de que el Tribunal Constitucional rebajara considerablemente su condena por los ERES, ha dictado doctrina: ¡siempre con el secretario general! Apoyo incondicional, ese es su mensaje. Hasta cierto punto puede ... sorprender esta resurrección de Manuel Chaves y además como referente moral, puesto que continúa condenado por prevaricación en tres ejercicios, pero eso no parece importar a nadie en el PSOE. Ha reaparecido estos días en la Feria de San Roque, muy aplaudido por la militancia al enfatizar esa doctrina.
Chaves, de hecho, marca distancia con Felipe González, que ha mostrado nuevamente su desacuerdo con Pedro Sánchez, tal como ha hecho con la amnistía, a propósito de la soberanía fiscal de Cataluña fuera del régimen común. Felipe puso el dedo en la llaga: «Yo de ninguna manera votaría esa soberanía fiscal para los ingresos que se ofrece a Cataluña, no lo haría», asegura, advirtiendo que los barones en Andalucía, Asturias, Extremadura o Castilla La Mancha difícilmente podrán ir a sus territorios «a explicarle a la gente que hemos roto la solidaridad, que es un mandato constitucional mediante el cual el que más tiene aporta más y el que menos tiene recibe más en compensación». Sin embargo, Chaves, como otros conmilitones del Clan de la Tortilla que también han marcado distancia con Felipe, proclaman que debe imponerse la obediencia debida a Sánchez: «el secretario general siempre es el secretario general» dijo emulando a Vujadin Boskov con aquello de «fútbol es fútbol».
Aunque reputados economistas y fiscalistas hayan advertido que lo pactado con Cataluña va a perjudicar, sí o sí, a Andalucía y las comunidades menos ricas, y sobre todo a medio plazo, Chaves se suma a otros dirigentes del PSOE de Andalucía que están invirtiendo el célere lema del socialista Ramón Rubial, para establecer que los intereses del PSOE son la prioridad, incluso por delante de los intereses de Andalucía o de España. Chaves, emulando quizá a Zapatero, también se apunta a ejercer de banderizo de Sánchez, añadiendo que sea quien sea, aunque no te guste lo que haga, hay que «apoyar siempre la figura del secretario general».
Sea quien sea y haga lo que haga… Se aprecia en el PSOE una inclinación a imponer la doctrina 'Lo que diga Sánchez'; que por cierto evoca la campaña de Balaguer en 1994 en la República Dominicana: 'Lo que diga Balaguer'. El heredero de Trujillo —retratado descarnadamente por Vargas Llosa en 'La fiesta del chivo'— a los 92 años y completamente ciego fio su séptima presidencia al movimiento 'Lo que diga Balaguer'. ¿Para qué andarse con remilgos de hacer un programa? El único programa era lo que dijese el Jefe. Y algo de este ideario se aprecia en un Parrido Socialista que asume ya, sin ambages, la doctrina de 'Lo que diga Sánchez'
No todos expresan, en todo caso, esa misma sumisión ciega. Barbón en Asturias o Gallardo en Extremadura, además de Page o Lambán, se han mostrado dispuestos a defender los intereses de sus ciudadanos ante el pacto con Esquerra. Pero en Andalucía apenas se oye alguna voz crítica, y sólo de 'outsiders'. Chaves, de hecho, ha bendecido las decisiones de Sánchez calificándolas de «valientes». Esto es lo que hay, un socialista aplaudiendo por «valiente» que se dé la llave de la caja a un territorio rico para sacarlo del régimen común y deteriorar la solidaridad interterritorial. Es paradójico que ese sea el mensaje de una de las comunidades más afectadas mientras el Gobierno calla y María Jesús Montero, tras desautorizarse a sí misma, continua con la cabeza hundida bajo tierra —Mariavestruz Montero— o ejerce de palmera en Cataluña. ¿Exactamente cuál es la valentía de la que habla Chaves? Convertir al Partido Socialista de Cataluña en un partido nacionalista para asegurarse el poder, dañando a las demás comunidades y en particular a las destinatarias de la solidaridad interterritorial, puede serle útil a Pedro Sánchez pero desde luego no parece muy valiente.
Fácil para el PP
Si Felipe tiene razón, y el socialismo andaluz está condenándose a sí mismo a ser irrelevante al anteponer los intereses de Sánchez a los intereses de Andalucía, se lo ponen fácil al PP para consolidarse en San Telmo. Y es probable que Felipe sí tenga razón. De hecho, en el homenaje a Blas Infante que se repite cada 10 de agosto en el kilómetro 4 de la antigua carretera de Carmona, no ya el Partido Popular sino la representante de Adelante Andalucía, la voz más potente de la izquierda en el Parlamento de Andalucía aun siendo minoritaria, exigía a los representantes socialistas «luchar por Andalucía, y no por los intereses de su partido a nivel estatal». Rejonazo coherente. Y el PP, como es lógico, también aprovechaba para reivindicarse «en la defensa de Andalucía, incluida la financiación de esta tierra frente al concierto económico catalán» que definen como «un nuevo regalo tanto de Pedro Sánchez como de la ministra Montero».
Demasiado fácil para el PP, que hurga en la herida de un desastre que «todavía no sabemos cuánto nos va a costar». Y al PSOE, de hecho, se le veía blandear cuando denunciaba la insolidaridad del PP con los más débiles en lo de Blas Infante, a sabiendas de que es un argumento que se desmorona ante su pacto con Cataluña. El PSOE andaluz se enfrenta a los riesgos de entregarse al sanchismo ciegamente, pero de momento no hay más planteamiento que 'Lo que diga Sánchez'. Sus perspectivas, de hecho, no son muy alentadoras, por más que el propio Chaves haya proclamado que estamos ante «el principio del fin de ciclo del PP en Andalucía». Es, por cierto, lo que se decía del PSOE en 1994, cuando perdió la mayoría. Y ya se sabe lo que ocurrió después: ese fin de ciclo duró 24 años, hasta 2018, cuando el PSOE finalmente perdió el poder. El PP, por ahora, no parece sufrir desgaste con su mayoría absoluta. A saber si por debajo crece un descontento callado, como cree Maíllo, que habla de un «iceberg de insatisfacción silenciosa»… o sea, una insatisfacción que no se oye ni apenas se ve pero que él quiere creer. La izquierda, en fin, se aferra a la fe mientras se asoma al abismo tras el pacto catalán aparentemente suicida que, con seguridad, marcará el próximo curso.
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