tiempo recobrado
La vida en un hospital
Hay muchos servicios que la iniciativa privada puede prestar mejor que el Estado, pero no es el caso de la sanidad
Nicea, Dios y León XIV
Cuando el fin sí justifica los medios
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Iniciar sesiónFue Thomas Mann quien escribió que el hospital puede volverse en una forma de vida. Eso es lo que le sucedió a Hans Castorp, el personaje de 'La montaña mágica', que viaja a un hospital antituberculoso de Davos para visitar a su primo y ... se queda allí siete años.
Escribe Mann que el aislamiento transforma el espíritu. Yo diría que el dolor. Los hospitales son islotes en las ciudades que adquieren una vida propia, ajena a las inquietudes y los ritmos del quehacer cotidiano. Están dentro o en la periferia urbana, pero son inasimilables. Es como si sus muros no dejaran pasar el drama que se desarrolla en su interior. Como si fueran cuerpos extraños insertados en la geografía de nuestras calles.
Estar un par de semanas en cualquiera de ellos es sumergirse en el espectáculo del dolor humano, de la fragilidad o, mejor dicho, de la crueldad de la mano invisible del destino. Se aprende más en el pasillo de uno de esos centros en 24 horas que leyendo libros de filosofía durante diez años.
Desde personas que agonizan sin esperanza a enfermos crónicos cuyas necesidades son cubiertas por el personal sanitario, a veces en condiciones muy precarias, los hospitales son verdaderas escuelas sobre la vulnerabilidad de la condición humana, los peligros de la vanidad y el deterioro irreversible de los cuerpos. Desnudos frente a la muerte, sólo los médicos y las enfermeras se interponen entre nosotros y la enfermedad. Son el dique de contención que nos protege cuando ya sólo queda rezar a quienes tienen fe.
Perdone el lector estas reflexiones que me parecen necesarias para reivindicar y defender la sanidad pública, que es la joya de la corona de nuestra democracia. Y para agradecer públicamente a la doctora Patricia González Tarno, a los médicos y a todo el personal del hospital de La Princesa de Madrid el trabajo ejemplar que permite salvar vidas y confortar a los enfermos.
Hay muchos servicios que la iniciativa privada puede prestar mejor que el Estado, pero no es el caso de la sanidad. Y ello porque la atención sanitaria nunca debe ser un negocio en el que lo esencial es la cuenta de resultados. Hay un evidente conflicto de intereses entre explotar un hospital con criterios de rentabilidad y una buena atención a los pacientes. Los poderes públicos no pueden ni deben subcontratar las prestaciones sanitarias. El dolor nunca debe ser un negocio.
Sabemos que la sanidad pública absorbe una cantidad ingente de recursos y que hay problemas de sostenibilidad, entre otras razones, por el envejecimiento de la población. Pero hay que seguir invirtiendo y mejorando las condiciones de trabajo de su personal, desalentado por la falta de medios y las bajas remuneraciones. Es una cuestión de vida y de muerte y una obligación moral con unos profesionales a quienes tanto debemos. Gracias.
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