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¿Pachón, de verdad?

El nombramiento en el Instituto del Flamenco reabre heridas que estaban superadas

Alberto García Reyes

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Nunca entendí por qué la Junta creó un Instituto del Flamenco, salvo si lo hizo para cumplir los dos grandes objetivos de la política contemporánea: controlar los votos de ese sector y colocar amiguetes. Lo que a la Junta le importaba el arte jondo quedó ... demostrado cuando enchufó como director del Centro Andaluz de Flamenco, dependiente del citado Instituto, al militante malagueño Luis Guerrero, que no sólo no sabe distinguir una soleá de una sardana, sino que jamás pisó Jerez durante los tres años que estuvo cobrando. Toda aquella alharaca de la competencia exclusiva en materia cabal en el Estatuto de Autonomía o la designación como Patriomonio de la Humanidad en humillante competencia con el silbo gomero son fuegos artificiales que tratan de enmascarar un histórico desprecio a la música de raiz más importante de Europa. Lo que tenía que hacer la administración pública con este tesoro cultural no era organizar festivales, sino fomentar la investigación científica y enseñarlo en los colegios y en los conservatorios. Y el resultado real ha sido que el maestro Manolo Sanlúcar está hoy en su casa retirado aburrido de dar voces en el desierto reclamando una enseñanza reglada de la música y la danza que nos representan en todo el mundo. Pero el colmo de todo esto para mí ha sido el nombramiento de Ricardo Pachón como nuevo director de esta ahora más inútil institución.

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