QUEMAR LOS DÍAS
No somos nadie, Pat
Las guitarras eléctricas han dejado de existir para las nuevas generaciones: demasiado boomer
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Iniciar sesiónEl pasado verano comprendí que ya no había nada que hacer ante la cruel evidencia de que mi yo de los cuarenta y cuatro se había zampado a mi yo de los treinta, así que claudiqué: regalé a mi hija Alicia la mayor parte de ... mis camisetas predilectas, de la añorada talla M e incluso L. Mi hija las acogió con alborozo, no sé si real o compasivo: eran cómodas, anchas, estupendas para dormir, me dijo. Y tengo que reconocer que, como en un ingenuo espejismo, me encanta verla despertarse y rondar la casa en las primeras horas de la mañana con mis camisetas de AC/DC, los Ramones, Metallica, los Sex Pistols.
Hace no mucho, invitó a varias amigas a merendar, y me cayó instantáneamente bien una de ellas. Calzaba unas Marten’s y lucía una camiseta de los Kiss. «Igual no todo está perdido», pensé. Cuando le hablé del grupo, se sintió ruborizada. Al marcharse, Alicia me confesó que la amiga lo había pasado mal. Temía todo el tiempo que yo la abordara y le preguntara por su canción favorita de los Kiss, cuando no los había escuchado en su vida. Se compró la camiseta, simplemente, porque le resultó enternecedoramente vintage.
La guitarra eléctrica ya no parece existir para las nuevas generaciones. Es más, diría que les irrita: demasiado boomer. Es un cambio generacional insólito, ya que yo crecí admirando la música de grupos que pertenecían a la generación de mis padres, donde la guitarra era el instrumento principal. Ocurre igual con todo lo de nuestra época. Yo no sabía quién narices era Ibai Llanos, el fulgurante Youtuber, hasta que mi hija me enseñó un vídeo en el que el tipo se burlaba de Michael Jordan y su documental The last dance. Imitaba con gestos caricaturescos los testimonios de Jordan, cuando narraba sus grandes gestas, haciéndolas parecer exageradas. ¿Pero quién es este cretino?, le pregunté indignado a mi hija. Ella creyó que me refería a Jordan, claro, no al célebre Ibai, porque el 23 de los Bulls no le sonaba de nada (aunque esté empachada, sin saberlo, de ver su silueta en la ropa de Nike).
La semana pasada, a Pat Ewing no le dejaron entrar en el Madison Square Garden, el estadio en el que tanta gloria repartió como pivot mítico de los New York Nicks. No bastaba con haber sido once veces All Star y haber ganado el oro en dos Olimpiadas, una de ellas como parte del Dream Team de Jordan, Magic y compañía en Barcelona, para que los milenials que custodiaban la entrada no sólo no se hubieran arrodillado ante él, sino que ni siquiera lo hubieran reconocido. El legendario dorsal 33 de los Nicks esperaba entrar al Madison entre devotas genuflexiones, y sin embargo fue rechazado como un borracho que hubiera intentado colarse en una discoteca de madrugada. «Todos deberían saber quién diablos soy», declaró muy enojado a la prensa. Pobre Pat. Nadie, le habría contestado yo, los boomers no somos nadie.
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