TRIBUNA ABIERTA
¿Un cristianismo que rima con todo?
La asistencia a la misa en Andalucía está experimentando el mismo declive que se sufre en el resto de España
José Joaquín Castellón
«Un cristianismo que rime con todo y sea compatible con todo resulta superfluo», decía el entonces cardenal Ratzinger en una famosa entrevista que concedió al filósofo Vittorio Possenti en el 2002; y, como en tantas cosas, el que llegara a ser el Papa Benedicto, ... tenía razón. Una fe que no tiene repercusión en la realidad personal no es fe verdadera.
Una de las manifestaciones más llamativas de la cultura andaluza son las cofradías. En nuestras diócesis hay centenares de hermandades; y los actos de culto público en forma de procesiones, sobre todo, se reparten por todos los pueblos y por todos los barrios. En las grandes capitales los barrios reafirman su identidad en torno a la salida procesional de una hermandad, que algunas veces no ha hecho el proceso reglado para erigirse canónicamente.
Cabe preguntarse si esa exuberancia de hermandades y procesiones tiene una verdadera incidencia en la realidad social andaluza. Los datos, a pesar de su aparente claridad, dan siempre una imagen demasiado esquemática y simplista de la realidad, pero son elementos imprescindibles en nuestros análisis sociales. ¿Hay menos divorcios o IVE en Andalucía que en otras comunidades con menos presencia de hermandades y cofradías? ¿Hay más asistencia a la eucaristía dominical? Según el Instituto Nacional de Estadística, Andalucía es la comunidad autónoma donde se registró el número más alto de divorcios en el año 2022, 14.814, una cifra que está por encima de la de Cataluña. Según datos del Ministerio de Sanidad, el número de niños abortados voluntariamente en España en el mismo 2022 fue de 98.316; y Andalucía, porcentualmente, está por encima de la mayor parte del resto de las comunidades autónomas; por encima de Aragón, de Valencia, de Galicia, de Extremadura, de Navarra, etc.
La asistencia a la misa está experimentando el mismo declive que se sufre en el resto de España. Castilla - La Mancha, Castilla y León, Extremadura o Navarra tienen cifras de asistencia dominical por encima de las andaluzas. Todo esto según se desprende de los datos del CIS. La falta de formación en Doctrina Social y de compromiso transformador con los más pobres es hoy una laguna en muchos grupos cristianos; las iniciativas de algunas cofradías son loables, pero contadas, y sin incidencia en la transformación de la realidad social. Por tanto, volvemos a preguntarnos: ¿tiene relevancia en lo concreto de la vida cristiana de nuestro pueblo la proliferación actual de hermandades y procesiones, o extienden una forma de creer en Cristo que con todo rima y con todo es compatible?
La religiosidad popular y las devociones tienen la tentación de centrar a la persona en sus propios intereses y necesidades, centradas en «pedir por mí y por los míos», o en una experiencia identitaria religiosa –mi hermandad, mis imágenes, mi Virgen- que sirven incluso de cauce para rivalidades y enfrentamientos poco comprensibles. Pero cuando son profundas, la devoción arraiga a la persona en una experiencia de lo trascendente que suscitan una fe en Dios como Padre Providente a quien podemos presentarle con confianza nuestros problemas y preocupaciones.
Las imágenes de nuestras parroquias acogen muchas lágrimas que culminan en una entrega confiada en las manos de Dios. Este es el primer paso que ha de dar la devoción para llegar a la fe, el que nos enseñó Jesucristo en el huerto de los olivos, donde puso en manos de su Padre sus miedos y sus anhelos como hombre, y donde acabó diciendo: «Pero no se haga mi voluntad, Padre, sino la tuya».
Un segundo paso que ha de dar la devoción en el camino de la fe es vivir una amistad cotidiana y profunda con Jesucristo; pasar de acudir al Señor solo cuando tenemos una necesidad puntual o para presentarle nuestros apuros, a vivir nuestra existencia en relación íntima con Jesucristo; Él nos llama amigos, y quiere que lo seamos viviendo cotidiana y comunitariamente esa amistad. Un tercer paso que ha de dar la persona desde su devoción para caminar en fe es la de saberse llamado por Jesucristo a colaborar con la misión de anunciar el evangelio y de extender el Reino de Dios, un reino de paz y de justicia. Toda verdadera experiencia de fe acoge una llamada que da sentido y misión a la vida. Queda un cuarto paso en ese caminar en fe, que es difícil y, como todos, un don: olvidarnos de nuestra propia existencia y saber que lo realmente importante es ser grano de trigo que se entierra en el surco del mundo, para dar fruto de vida eterna; el camino de la devoción a la fe es aquel que va del «necesito-Tu-ayuda», al «me-entrego-a-Ti». Así configura la fe la existencia de las personas.
Hoy en la Iglesia necesitamos que las devociones se adentren en el camino firme de la fe en Jesucristo.
Párroco de San José Obrero en San Juan de Aznalfarache
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