Sin acritud
Delirios sectarios
Demonizar los conciertos sanitarios es un síntoma evidente de cómo algunos anteponen su ideología a las soluciones
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Iniciar sesiónLa sanidad pública andaluza siempre ha sido la «joya de la corona», como la calificaba la ex presidenta Susana Díaz. Un sistema sanitario que ofrece todas las garantías cuando tienes un problema de salud realmente serio. Sin embargo, es un auténtico suplicio en el día ... a día, en sus primeros escalones. El servicio en Atención Primaria es manifiestamente mejorable. Imperiosamente mejorable. Las listas de espera, las citas a varias semanas o meses, existían en la etapa socialista y siguen existiendo en la del PP. Una realidad agravada ahora con la crisis de los cribados del cáncer de mama. Sin embargo, esas listas de espera serían aún mucho peores si no existiera la concertación con entidades privadas. Los andaluces debemos estar muy agradecidos a María Jesús Montero por los acuerdos que firmó durante su etapa como consejera de Salud, aunque ahora reniegue de ellos por un interés puramente electoralista. Más de 500 millones que supusieron un evidente beneficio para los usuarios andaluces, ya que permitieron atender a más pacientes con un coste menor. Ese es sin duda el fin último de las concertaciones -que no privatizaciones, como sibilinamente las califica la oposición-. Si el presupuesto es limitado, que lo es pese al notable incremento de los últimos años, se llega a más gente alcanzando acuerdos con entidades privadas. Otra cosa es que, por supuestísimo, esas alianzas sean absolutamente transparentes. Que sepamos sin el menor atisbo de duda cómo se invierte del primer al último euro. Faltaría más. Pero la demonización de los conciertos público-privados por parte de la izquierda y el propio Gobierno de Pedro Sánchez -tanto en Sanidad como en Educación- es un síntoma evidente de que su sectarismo está muy por encima de la vocación de servicio a los ciudadanos. Seguro que usted recuerda los furibundos ataques de Pablo Iglesias y sus hordas podemitas a Amancio Ortega por donar a la sanidad pública aparatos oncológicos valorados en millones de euros. Esos aparatos han salvado vidas, muchísimas. Y toda ayuda es poca, más cuando se hace de forma altruista. Querer mezclar eso con su demonización del capitalismo y con sus anhelos comunistas recalcitrantes sólo denotan su absoluta falta de contacto con la vida real, ensimismados como están en sus delirios ideológicos.
Lo que de verdad preocupa a los ciudadanos es que el sistema sanitario funcione bien, siendo conscientes de que nunca será suficiente. En parte porque los logros que vamos alcanzando como sociedad de la mano de la ciencia -vivir cada vez más años- requieren lógicamente una inversión más y más grande. Y también porque la gestión, a la vista de lo ocurrido en los últimos días, es también muy mejorable. Si podemos alcanzar la excelencia con un sistema 100% público, bendito sea. Pero si para ello hay que seguir concertando servicios con entidades privadas, adelante mis valientes. Sin miedo a los ultras, a los que entre todos tendremos que financiar el tratamiento contra la rabia. Que les saldrá completamente gratis, aunque sea en una clínica privada concertada. No como el colegio de sus hijos, que ese sí que es privado de verdad.
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