PÁSALO
El año que pudo cambiar el mundo
China ha tardado seiscientos años en alcanzar el sueño del emperador Yangle
La historia es un encadenado de circunstancias que se resuelven en un final, a veces, inesperado o difícilmente explicable. En todas ellas juega, a mi juicio, la importancia de un factor incontrolable, imposible de manejar por los protagonistas, donde el azar, la suerte, el destino ... o las estrellas tiran también sus dados. Y resuelven la partida de una forma inesperada. En 1433 y 34, dos países que se desconocían o no se conocían mucho, China y Portugal, están aceptando retos marítimos de vital importancia para sus particulares intereses. Los vecinos, grandes marinos formados en la escuela sagreña de Don Enrique el Navegante, están a punto de bordear el cabo Bojador, en la costa occidental africana. Un hito en el cabotaje luso de la época que implicaba perder el miedo al tornaviaje por conocimiento de las corrientes y vientos aprovechables para el regreso. No sé si explicado de otra forma podría entenderse con más facilidad. Pero piensen, por ejemplo, en la primera nave de la Nasa que hizo su recorrido espacial y cumplimentó su viaje de ida y vuelta.
Al mismo tiempo, por oriente, una poderosa flota integrada por cien naves, dirigidas por el almirante Zhen He, tocaba las costas del levante africano, buscando quizás la plata que China solo conseguiría, muchos años después, con la globalización española, gracias al comerció de sedas, mobiliario lacado, marfiles trabajados primorosamente y porcelana de finísima factura, que convirtió al galeón de Manila en el gran 'Amazon' de las mercancías chinas. Aquella flota, al no encontrar lo que buscaba en tierras africanas, regresó con animales exóticos, entre ellos las jirafas. Al parecer un animal de características similares a otro de la mitología china que representaba la buena fortuna. Zhen He, que era de religión islámica y servía de bandera comercial, diplomática y de prestigio al emperador Yongle, el constructor de la Ciudad Prohibida, en el orto de su carrera llegó a mandar una flota de 300 barcos y 28.000 hombres. ¿Qué hubiera pasado si portugueses y chinos se hubieran encontrado en algún lugar de la costa africana?
Eso no se lo voy a decir yo. Porque se lo va a explicar maravillosamente bien el catedrático de historia de América Pablo Emilio Pérez Mallaina. Mañana, a partir de las siete de la tarde, en la academia de Buenas Letras, se inicia un ciclo de tres días para conocer mejor la relación entre Sevilla, Andalucía y América. Lo que sí me atrevo a decir es que si el gran almirante chino, secuestrado y castrado en su infancia por las tropas chinas en guerra con los mongoles, hubiese llegado a Lisboa, América no hubiese sido la gloria de Colón, si no la de uno de los marinos más grandes que cruzaron los mares. Casi seiscientos años después, el prestigio, los recursos y el imperio que buscaba el emperador Yangle por el Índico, Golfo Pérsico, Arabia y África, la exhiben hoy sus compatriotas, que han hecho de China el gran sueño que no consiguió aquel emperador Ming que quiso dominar el mundo.
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