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NI JUSTA NI SANTA

Sesión de taconeo

El agotamiento que en ocasiones se percibe en las oficinas –en empresariés, el burnout– emana de la sensación de derrota

Charo Lagares

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Contaba John Galliano en una entrevista que fue su adicción al alcohol y a los ansiolíticos la que en el invierno de 2011 tomó el control de su lengua cuando calificó a un grupo de mujeres que cenaba en un restaurante parisino como «sucias judías». ... Metido ya en la trapisonda, el gibraltareño coló un «amo a Hitler». Le cayó una multa de seis mil euros y un despido. Dejó de idear colecciones para Dior y se encerró en un centro de rehabilitación. Había adoptado como costumbre, admitiría más tarde, la de atiborrarse de alcohol tras cada desfile. Cuando en una comida el entonces director ejecutivo de LVMH le llamó la atención por su comportamiento y le aconsejó pedir ayuda, Galliano se abrió la camisa y señaló sus pectorales. Aquel no podía ser el cuerpo de un drogadicto. En el fondo, confesó, sabía que sus atracones de pesas, insomnio, diazepam, entregas de bocetos y alcohol acabarían con sus huesos «en un centro psiquiátrico o a dos metros bajo tierra». El pasado enero, más de una década después, el entusiasmo por su colección para Maison Margiela provocó que los asistentes al desfile patearan el suelo desde sus asientos. Galliano volvía a coronarse.

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