Perdigones de plata
El sobornito
El bono no es sino mamandurria dispuesta a saciar las fauces juveniles
Voto de silencio
Pelmas en miniatura
Como las risueñas focas de los circos de antaño, a ellos también se les amaestra desde temprana edad suministrándoles el goloso dinerito que les lubrica el ocio. Videojuegos, libros, entradas para teatro y cine… Todo brota de esa regalía denominada «bono-joven» o algo así. ... Lo peor es que les privan de un placer que nosotros disfrutamos; esto es, currar sirviendo copas a los yupis de moco cocainómamo o ensartando folletos de publicidad en los buzones, para así ahorrar y largarse con la calderilla fruto de nuestro sudor en dirección a la tienda de discos o a la librería del barrio. Escogíamos con mimo la prosa y los vinilos porque conocíamos el valor de un peine. Y nos ilusionaba cualquier hallazgo, ya fuese lo último de los Pixies o un clásico que descubrimos recién inaugurada nuestra mayoría de edad como '1.280 almas' de Jim Thompson.
Un amigo, prejubilado de una cadena de librerías, me chiva que la porción de libros que ellas compran suelen ser de corte romántico-erótico-fantástico, mejunje que, supongo, debe de provocar empacho mental y sueños húmedos. Ellos, en cambio, se lanzan hacia la autoayuda del tipo «hazte rico en cuatro días y aprende alemán en siete». A estos últimos habría que retirarles el bono, cascarles un multazo y una noche de mazmorra. Para que aprendan. El bono no es sino mamandurria dispuesta a saciar las fauces juveniles, sobornito tontorrón que les enseña docilidad y sumisión, manteca grasienta que nutre sus instintos descalabrados. Papá Estado les derrama el gratuito semen que les desliza hacia un incipiente clientelismo de nefastas consecuencias. Por otra parte, ¿acaso no tienen derecho los cuarentones que cobran un salario cutre a un bono similar? Quizá algunos de ellos gastan un paladar de mayor calado y aprovecharían esa limosna en otro tipo de literatura. No reparan esta injusticia porque, en definitiva, se trata de lavar el tarro de la mocedad que todavía anda como pollo sin cabeza en la granja que están organizando. Aunque rebelión, por desgracia, no esperamos ninguna.