LAPISABIéN
La moda de Rufián
El pinganillo, instrumento de cordialidad y buena vecindad en la España cantonal, produce heridillas del sobreuso, aumenta las distintas sorderas y genera otitis. Es la realidad. Otras dolencias igual de graves nos las genera Rufián las mañanas que se levanta estupendo, kilo y medio de gomina ... , que desde la proclamación de juez y parte de la izquierda no para el tío.
Con Gabriel Rufián pasa que siempre estaba ahí, y se le ve bien lustroso a cuenta del Estado opresor y su capital mesetaria de toreros y folclóricas. Lo buscan a la diestra y siniestra de la televisión, porque más vale un chulo que, no sé, un Patxi López a punto de convulsionar allí mismo, en el Congreso, cuando le da el tabardillo. Lo ve la España que se aburre, pastueña, la España que contempla cómo los pinganillos le van restando fuerza a la nación y 'leuros' a la pensión. Pero yo me quedo en el plano de Rufián entrando a Casa Manolo, como medio país con ganas de pellizcarlo con pellizcos de monja. Alguno dirá que son tablas, y seguirá mirando la televisión hasta que por la tarde le metan ya la droga dura, cuando hasta la conciencias sestean. Pero qué interesantes son esos cortos de Rufián, mirada al infinito del cielo azul de Madrid y la dialéctica profunda de las razones o no del lanzamiento de micro. Piezas casi de coleccionista. Porque Rufián vende que no se equivocaba nunca con el mileurista catalán mientras otros andaban en plena bacanal y asaltando los cielos. Rufián es un género televisivo en un país soso, bloqueado por las corruptelas.
Es el yerno secretamente ideal y él ha ido creando un estado mental como un engranaje muy necesario en el parlamentarismo. Es otro juego más que nos da este país esperpéntico, seducido por este Pijoaparte que se toma a veces a chacota su oficio, lo cual no es en principio mal remedio. Hay cosas que no cambiarán, como esta fascinación no confesada por Rufián, al que su catalán de retazos no hay pinganillo que lo ponga negro sobre blanco. Vivir a base de memes es un oficio que cotiza al alza entre las esquinas de San Jerónimo.
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