POR LO QUE SEA
Las formas de la violencia
Si todo es violencia, ¿por qué no se va a responder con balas a las palabras?
Y tú, ¿por qué no estás llorando?
Pedro Sánchez y el fin de la historia
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Iniciar sesiónTal vez las democracias también se midan por sus escándalos, igual que las personas se miden por sus gritos. Días antes del asesinato de Charlie Kirk, Miguel Tellado, secretario general del PP, dijo en un acto del partido que, visto lo visto, ya se podía « ... empezar a cavar la fosa» donde iban a reposar los restos del actual Gobierno. Pedro Sánchez lo acusó de hacer «una apelación encubierta a la violencia». «El PP se ha rendido al odio de la ultraderecha», insistió el presidente, ya con el apoyo mediático de la televisión de todos, donde lo acusaron hasta de faltar al respeto a las víctimas de la Guerra Civil. Al poco, Alberto Núñez Feijóo compartió un vídeo en sus redes sociales en el que salía en un karaoke cantando 'Mi limón, mi limonero'. Estaba crispando, según Óscar Puente. Ni él ni Sánchez vieron violencia en las manifestaciones del final de la Vuelta a España.
Violencia es una palabra cada vez más polisémica. De hecho, hace tiempo que se conjuga en plural: no existe la violencia sino las violencias, que es uno de los hallazgos retóricos más repetidos por esa generación de soñadores que vinieron a asaltar los cielos (nunca les interesó la tierra, lo real). Al calificar un gesto de violencia, o una palabra, el político lo subrayaba, le daba gravedad a una situación que no lo era tanto, y así nos ponía a mirar con un poco de odio al camarero que le servía sin preguntar la cerveza él y la cocacola a ella: si no era violencia se le parecía tanto que era indistinguible, daba lo mismo si la abstemia era la mujer o el hombre, si había acertado o no. Había miradas que también eran violencia, y piropos, y mensajes que sin duda eran violencia: había una violencia para cada necesidad política. ¡Hasta había violencia energética! Y cuando desaparecía la necesidad también desaparecía la violencia, tal y como dicta el realismo mágico: si lo que no se nombra no existe, lo que se deja de señalar también deja de existir. En esas seguimos, por eso la batalla por la atención es tan despiadada.
Al poco de morir Charlie Kirk, muchos de aquellos observadores de las violencias corrieron a tuitear sus impresiones. Uno escribió: «Hannah Arendt nos enseñó que las palabras matan mucho antes que las balas. Charlie Kirk ha disparado contra muchos, siempre los más vulnerables. Y, como hemos visto, también contra sí mismo. Su asesinato es un Premio Darwin de la Política». Un viñetista retomó el argumento y lo sintetizó: «Balística dice que las declaraciones de este tipo eran del mismo calibre que la bala que lo mató». Es ahora cuando entendemos la utilidad última de la multiplicación de las violencias, y es que estas sean intercambiables. Como ya se ha retorcido lo suficiente el diccionario, puedes responder con una hostia a una palabra, o con una bala a un argumento o a una postura política: total, todo es violencia. Es una lógica que en España tiene una historia macabra, escrita con sangre.
En el futuro alguien preguntará qué degeneró antes, si las personas o el lenguaje. Y habrá que responderle aquello de T. S. Eliot: «Lo que llamamos principio a menudo es un final».
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