La Alberca
Gobierno de corrupción para siempre
El lapsus de Yolanda Díaz no es el adjetivo, es la locución temporal: el sanchismo pasará a la historia
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Iniciar sesiónEl verdadero lapsus de Yolanda Díaz no fue el adjetivo que le puso a su Gobierno, sino la locución adverbial de tiempo. Mientras el fiscal Stampa encendía la linterna en el cuarto oscuro de la fontanera Leire Díez, la UCO ratificaba que la gerente del PSOE ... ha pagado en metálico hasta el año pasado —con Hacienda inspeccionando a los toreros—, los senadores socialistas recibían la nómina a través de la cuenta del grupo político, el Poder Judicial le ponía la cara colorada a Bolaños por su ley sobre el secreto profesional del periodista, Cerdán seguía en prisión, Ábalos y Koldo cenaban chistorras y todo lo que ya sabemos, la vicepresidenta del Gobierno se calentó en la Cámara Alta y dejó que su subconsciente la llevara a reconocer la verdad para poner fin a su suplicio: «Hay Gobierno de corrupción para rato». A veces la lengua va por su cuenta, como el rabo de las lagartijas, y el cerebro no puede atarla. Fue sincera Yolanda en su desahogo, hay que reconocérselo, pero se equivocó en la acotación temporal. Este Gobierno pasará a la historia. Ya sabe Sánchez la respuesta a la pregunta que le hizo a Maxim Huerta cuando lo echó por no haber hecho bien la declaración de la renta. Será recordado como el presidente de los sobres en metálico, de la mujer y el hermano en el banquillo, de su hombre de confianza en la cárcel, de su núcleo duro manejando toda clase de charcutería para pagar sin tener que ir al cajero automático en cinco años, del primer fiscal general procesado, del pacto con un forajido, de la abolición de la prostitución mientras lo suyos la encargaban por catálogo... Sánchez será siempre el presidente de la moción de censura contra la corrupción del PP defendida en el Congreso por Ábalos, el de la regeneración degenerada, el de la fontanera intentando limpiar guardias civiles, el que se retiró cinco días a hacer ejercicios espirituales porque su mujer estaba siendo investigada, el que blanqueó el escándalo de los ERE, el que se hacía fotos con Aldama.
Y Yolanda Díaz pasará a los anales como su principal cómplice. Por eso le patina el subconsciente. Ella sabe que lo que está haciendo su Gobierno no tiene precedentes a pesar de que los anteriores se lo habían puesto muy difícil. Nadie ha llegado a tanto jamás. Si sólo se entiende por corrupción lo que está en los tribunales, el sanchismo gana. Si a todo eso le sumamos el control de las instituciones, desde el CIS a la televisión pública, la injerencia en las grandes empresas, el uso indiscriminado de los recursos públicos para fines partidistas, las monumentales mentiras electorales, la amnistía o el plagio de la tesis, el sanchismo arrasa. La vicepresidenta es consciente de que saldrá en los libros y su oratoria ha empezado a traicionarle porque su hermoso discurso sobre la honestidad está lleno de lamparones que ya no van a salir ni refregando. Yolanda sabrá pronto que su lapsus no es el adjetivo, sino la limitación temporal. No hay Gobierno de corrupción para rato, hay un Gobierno corrupto para siempre. Porque, por la cuenta que nos trae, no lo olvidaremos.
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