LA BARBITÚRICA DE LA SEMANA
Elegir, ¿pero así?
Algo hemos hecho los ciudadanos para vernos obligados a descartar
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Iniciar sesiónMiércoles 24 de mayo, décimo tercera jornada de campaña electoral antes de los comicios autonómicos y municipales. Ese día, la Policía Nacional detuvo a diez personas en Melilla por sospecha de fraude y compra de votos por correo. No muy lejos de allí, en Mojácar (Almería), el mismo día ... y también por indicios de manipulación, detuvieron a siete ciudadanos, de los cuales dos formaban parte de las listas del PSOE en dicha localidad. Ocurrió algo parecido en La Gomera… La enumeración es mucho más larga, lamentablemente extensa para cualquier víspera, incluida la electoral.
Un día antes de que fuesen detenidos tres candidatos del PSOE en Murcia por presunta compra de votos, Pepe Vélez, el secretario general de los socialistas de la región, dijo durante una entrevista en La 7 Noticias de la cadena autonómica: «A la sociedad murciana la llevan engañando 28 años, de una manera especial en estos cuatro últimos. Yo no le pido nada más que una cosa: que me dejen engañarla cuatro años a mí». Hay indigencia moral en la ironía del socialista murciano. Más que elocuencia, blasona desprecio.
El sistema de representación a través del voto popular propone un mandato y un derecho. Es menester cumplirlo. Una sociedad que no sabe defender su democracia es una sociedad débil, pero… ¿tiene que ser así? Elegir supone escoger, a ser posible, entre las mejores opciones cuando las hay. Elegimos vivir mejor, elegimos el trabajo a la argucia, la honestidad a la picaresca, ser respetados y tomados en cuenta en lugar de ser aporreados y engañados. Algo en estos comicios contradice ese principio natural de la elección y la sustituye por el elemental descarte. En un cesto de frutas podridas, optamos por lo menos malo, evitamos lo peor. Entre la amputación de una pierna o la pérdida de un ojo, entre una prótesis o la postración, hay una larga cadena de pequeñas valentías que debemos poner en práctica para sobreponernos. Y aunque estos comicios no lo parezcan, suponen una cirugía importante en el cuerpo social del que formamos parte. Resistirse a entrar en quirófano sería el camino directo a la gangrena.
Sobre la mesa tengo las papeletas que los partidos políticos han hecho llegar a mi buzón de correo. Saben dónde vivo, mi edad y mi registro en el censo electoral. Quieren que opine, que me manifieste. Sin embargo, en silencio, ante los sobres cerrados, vuelvo a preguntarme: ¿tiene que ser de esta manera? ¿Qué ha pasado para que en las listas de quienes habrán de representarnos se abra este coladero de Rinconetes y Cortadillos? ¿Por qué los informativos se han transformado en una versión cotidiana de la cervantina Venta del Molinillo? ¿Cuál es la responsabilidad individual de quienes elegimos, para que hayamos terminado obligados a descartar? No comparecer es opción. Existen sociedades donde el voto, cuando lo hay, dejó de ser libre. A esos abismos se llega por muchos motivos, entre ellos la dejación de sus ciudadanos. A la democracia se le defiende usando sus herramientas, no dejándolas oxidarse.
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