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El georradar localiza la traza de la iglesia bajo la que se enterró a Cervantes

El antiguo templo alberga media docena de oquedades, entre ellas la que guarda al escritor. En unos días se conocerá el informe de los técnicos que la buscan

El georradar localiza la traza de la iglesia bajo la que se enterró a Cervantes Isabel permuy

sara medialdea

El georradar no engaña: después de tres días completos «peinando» el suelo y las paredes de la iglesia-convento de las Trinitarias , en la madrileña calle Lope de Vega, la malla virtual trazada refleja con nitidez la traza de la antigua iglesia, la que existía antes de la actual y bajo la que fue enterrado Miguel de Cervantes. A falta del informe definitivo de los técnicos , que se presentará los primeros días de junio, las perspectivas son muy optimistas: bajo la iglesia, según todas las fuentes documentales, hay apenas media docena de tumbas. Y una es la del maestro de las letras españolas.

Desde el pasado 30 de abril que terminaron las prospecciones, los expertos de la técnica del georradar , encabezados por el geofísico Luis Avial, han estudiado y analizado exhaustivamente todos los registros realizados en la iglesia de las Trinitarias, cientos de miles de datos con los que elaborar un mapa tridimensional del subsuelo de la primitiva iglesia. Creen haber conseguido delimitar con bastante claridad la traza de la iglesia antigua, en la que fue enterrado el famoso escritor y sobre la que se construyó la actual.

Con permiso

En el templo no se enterraba cualquiera: como era un convento de clausura, las religiosas que entraban en él no salían ni después de fallecer: se quedaban sepultadas en su claustro. Algunas personas solicitaban un permiso especial para poder ser enterrados en el templo. Miguel de Cervantes fue uno de ellos, y lo pidió por su cercanía a la orden trinitaria, que le salvó del cautiverio en Argel.

Se sabe que bajo la antigua iglesia están las sepulturas de un niño, sobrino de la primera fundadora que era Francisca Romero de Gaitán; Gabriel Martínez, padre del capellán del convento;la segunda patrona, María de Villena y Melo, y su esposo, Sancho de la Cerda, Marqués de la Laguna de Camero Viejo; y Miguel de Cervantes y su esposa, Catalina Salazar Vozmediano.

Entierro pobre

Cervantes fue enterrado, como corresponde a un hombre que en su tiempo no era famoso ni rico, con mucha modestia. Las crónicas que han llegado señalan que como mortaja se utilizó un sayal, y que iba con la cara descubierta. El templo tampoco era entonces más que «un pobre portal», y hasta allí fue llevado el 23 de abril –murió el 22–, un «día raso, de sol espléndido», en que los madrileños acudían en rogativa a pedir lluvia a la imagen de Nuestra Señora de Atocha.

Así lo relata Luis Astrana Marín , en su libro «Vida ejemplar y heroica de Miguel de Cervantes Saavedra», en el que también insiste en que «ningunos huesos han salido del recinto monacal –de las Trinitarias–, excepto los de don Alonso de Ávalos, el marido de la primitiva fundadora. Los restos de Cervantes no han sido removidos, no sólo del convento, pero ni siquiera del sitio en que fueron enterrados».

La odisea de los restos de nuestros más ilustres hombres de letras del Siglo de Oro no acaba en Cervantes. De hecho, las tumbas de otras grandes figuras también están «perdidas» en la actualidad.

Es el caso de Lope de Vega, enterrado en su día en la iglesia de San Sebastián –la parroquia del barrio donde todos los escritores convivían–, porque el Duque de Sesa le ofreció mantener allí un enterramiento para él. al parecer, luego no lo cumplió, y los restos del «Fénix de los Ingenios» acabaron en el cementerio de la iglesia, que ahora ocupa una conocida floristería. Las varias «mondas» –retirada de restos de antiguos «ocupantes» en un cementerio– habidas en la zona hacen imposible saber qué fue de su cadáver.

Tampoco otro vecino de la zona, Pedro Calderón de la Barca, tuvo mucha más suerte. Como explica el historiador Fernando Prado , director del proyecto de búsqueda de Cervantes, Calderón fue enterrado en la capilla de San José, de la antigua parroquia del Salvador, pero luego el cuerpo cambió en varias ocasiones de ubicación. En el siglo XIX sus restos fueron sacados para llevarlos al proyecto del Panteón de Hombres Ilustres, que quedó inacabado. Entonces se enviaron a la iglesia de Los Dolores, en la calle de San Bernardo, que fue quemada en 1936, y el cuerpo del escritor se perdió. La leyenda asegura que un sacerdote escondió en una arqueta los restos, pero nadie sabe si es cierto.

La muerte, que nunca es anecdótica, sí dio lugar a alguna situación curiosa en esta época. Es el caso de Don Diego Mexía de Guzmán y Dávila, Marqués de Leganés y primo del Conde Duque de Olivares, un hombre de gran envergadura. Cuenta Fernando Prado que, tras su fallecimiento, el marqués fue introducido en un ataúd de plomo, y este a su vez en otro forrado de terciopelo negro y tachonado en oro. Pero cuando la descomposición del cuerpo comenzó, el gas metano acumulado en aquella caja de metal provocó una explosión de tremendas dimensiones.

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