el caleidoscopio
Nuestra Europa
Con España unificada y Galicia parte de su reino, Europa fue tierra de conquista para un ambicioso imperio en el que no se ponía el sol
Históricamente nuestras relaciones con Europa se revistieron de todos los matices de una vecindad y pertenencia a un destino común geográfico presididos por la necesidad, el conflicto, la hostilidad y el dominio. Primero nos conquistaron al tiempo que nos aportaron elementos de su ambivalente civilización; también trajeron cultivos, razas, religiones y visiones de la realidad, a veces míticas, a veces racionales e ilustradas. Con España unificada y Galicia parte de su reino, Europa fue tierra de conquista para un ambicioso imperio en el que no se ponía el sol. Después perdimos el tren de la modernidad y de la Revolución Industrial; desde entonces pertenecimos a la periferia y a su furgón de cola. En la modernidad no entramos en las guerras civiles de sus dinastías gobernantes, tuvimos la propia que fue suficiente para hundirnos más en el pozo y la marginación.
Finalmente Europa se encontró con el Mercado Común en 1957, haciendo de los intereses económicos fuerte de racionalidad y unificación. Tardío aprendizaje de que hay que hacer los negocios y no la guerra. El experimento funcionó y hoy es referente de prosperidad y nueva civilización. Lógicamente está muy desequilibrada y su desarrollo territorial es muy desigual, perteneciendo Galicia a sus áreas menos desarrolladas.
La crisis afecta a todas sus partes, pero con muy diferente intensidad. Nuestros errores han sido de una especial gravedad, utilizando los cuantiosos fondos provenientes de las áreas más avanzadas en inversiones de dudoso valor. Ahora las devoluciones plantean problemas de insólita y novedosa dificultad. Nos es imprescindible su concurso en un mundo irreversiblemente globalizado, de cambios radicales en los que nada volverá a ser lo que fue. Hoy es polo de atracción para nuestros jóvenes y desafortunados sin futuro interno, como ayer lo fuera para tantos que no encontraban porvenir para reubicarse aquí tras las intensas reestructuraciones agrarias. No tenemos otra opción que modernizarnos aceleradamente, tirar de capacidad y esfuerzo y procurar estar en cualquier foro donde se decida, influya y debata el futuro común. Para que sea realmente común y no derive a una irreparable decadencia por pasividad, resignación y envejecimiento. Siempre es posible reconstruir la historia, siempre están abiertas las oportunidades de recuperar el tiempo perdido, corregir los errores y aprender de la experiencia. Ningún futuro está determinado por el pasado; al final siempre terminamos siendo libres y capaces de renacer de las cenizas de las circunstancias. Y hoy podemos hacerlo mejor que en el pasado, puesto que contamos con muchos logros heredados, una preparación de la población con la que nunca habíamos contado, logros y éxitos que sobrepasan a los fracasos, y unos foros de comunicación, debate y reconocimiento de los intereses comunes con los que nunca habíamos contado. La democracia compartida en Europa es su gran capital, nuestra gran oportunidad. Tenemos espacio de voz y participación. No debemos desaprovecharlos.
