Pyongyang utiliza la diplomacia atómica para forzar negociaciones con EE.UU.

Manifestantes surcoreanos protestan contra los ensayos nucleares de Corea del Norte / REUTERS

Por segunda vez en su corta pero turbulenta historia, Corea del Norte vuelve a hacer gala de su pertenencia al único club “selecto” del que forma parte: el de las potencias nucleares. A las 9.54 de la mañana (2.54 de la madrugada, hora ... española), el régimen pilotado por Kim Jong-il efectuó su segundo ensayo nuclear al detonar una bomba subterránea a unos 80 kilómetros de Kilju, una ciudad situada al norte de este hermético país donde ya se llevó a cabo la primera prueba atómica en octubre de 2006.

Poco después, Pyongyang lanzó tres misiles de corto alcance que pusieron en estado de máxima alerta a las tropas de la vecina Corea del Sur, con la que permanece técnicamente en guerra desde hace más de medio siglo.

A través de su agencia estatal de noticias, el régimen estalinista de Kim Jong-il, el Estado más aislado del mundo y la última frontera que queda de la Guerra Fría, confirmó la explosión de un artefacto nuclear que, según el Ministerio de Defensa ruso, podría tener entre 10 y 20 kilotones. Dicha potencia es la equivalente a las bombas atómicas que arrasaron las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki en la Segunda Guerra Mundial y supone un notable avance con respecto a su primer ensayo.

La explosión causó un temblor de entre 4,5 y 4,7 grados en la escala Richter que fue detectado por varias agencias sismológicas surcoreanas, japonesas, estadounidenses y de la Organización del Tratado de Prohibición Total de Pruebas Nucleares, que todavía tardarán algunos días en confirmar la detonación atómica. Para ello, habrá que medir la radiactividad en las zonas próximas al ensayo y en las estaciones meteorológicas situadas cerca de la frontera con Rusia, a sólo 140 kilómetros en la región de Primorye y la ciudad de Vladivostok, y China, a 130 kilómetros en Yanji. De hecho, en este último lugar se sintió un fuerte temblor tras la detonación y hasta sonó una sirena de emergencia.

Mientras se analizan las consecuencias de esta supuesta prueba atómica, que le ha valido a Pyongyang el rechazo de sus vecinos asiáticos y Estados Unidos, el régimen estalinista del “Querido Líder” Kim Jong-il se ufanaba por “haber llevado a cabo con éxito un nuevo ensayo nuclear como medida disuasoria de defensa”. Además, la agencia Korean Central News aseguraba que “los resultados de la prueba han alcanzado unos niveles explosivos y tecnológicos superiores” en comparación con el ensayo del 9 de octubre de 2006.

Como en aquella ocasión, Pyongyang pretende con esta “diplomacia atómica” presionar a la Casa Blanca para retomar las conversaciones a seis bandas de Pekín sobre su desarme nuclear , rotas en la actualidad. Con esta demostración de fuerza, Kim Jong-il quiere obligar al presidente Obama y a su enviado especial para Corea del Norte, Stephen Bosworth, a mantener un “diálogo bilateral” entre Washington y Pyongyang como paso previo a su desarme nuclear.

En febrero de 2007, y tras desbloquear las negociaciones con su primer ensayo, Pyongyang accedió a renunciar a su programa atómico a cambio de un millón de toneladas de petróleo, ayuda humanitaria y reconocimiento diplomático.

Aunque el año pasado comenzó a desmantelar su reactor de Yongbyon, el régimen de Kim Jong-il, incluido y luego sacado del “Eje del Mal” por EE.UU., ha rechazado el acuerdo y ha reiniciado su programa de producción de plutonio y enriquecimiento de uranio. Para ello, se basa en los problemas con Washington sobre la verificación de su desarme y el endurecimiento del nuevo Gobierno conservador de Seúl, que el “Querido Líder” quiere solventar con este nuevo desafío atómico.

Debido al enfriamiento de las relaciones con Corea del Sur, que exige avances en derechos humanos a cambio de ayuda, Pyongyang se ha enrocado en una escalada militar que le ha llevado a amenazar con el cierre del polígono industrial que ambos países gestionaban en la frontera y a disparar un misil de largo alcance el pasado 5 de abril. Además, desde el pasado 17 de marzo mantiene presas a dos periodistas americanas de origen asiático que van a ser juzgadas por, presuntamente, entrar "de forma ilegal" en el país.

Haciendo oídos sordos a las condenas y sanciones internacionales auspiciadas por la ONU, Kim Jong-il sigue adelante con sus provocaciones mientras hace frente a los rumores sobre su estado de salud, supuestamente debilitado tras sufrir en agosto una hemorragia cerebral que le obligó a restringir sus contadas apariciones en público. Mientras los analistas internacionales hacen cábalas, casi siempre equivocadas, sobre su sucesión, el “Querido Líder” hace aún más temibles las amenazas de Corea del Norte, que ya es capaz de disparar misiles de largo alcance y podría ensamblar entre seis y ocho bombas atómicas.

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