SESENTA AÑOS DE LA OPERACIÓN PEDRO PAN
Los niños del exilio cubano: «Nos enviaron a EE.UU. por temor al adoctrinamiento castrista»
Se cumplen seis décadas de la Operación Pedro Pan, por la que más de 14.000 menores volaron de Cuba a Miami enviados por sus padres. De aquella generación nació una cultura cubanoamericana consagrada a luchar por la libertad
Llegada a Miami de niños procedentes de Cuba en la Operación Pedro Pan
Carmen Valdivia tiene grabado en la memoria cómo el 8 de agosto de 1962 una miliciana castrista le arrebataba su maleta antes de subir al avión en el aeropuerto José Martí de La Habana . Ella, con doce años, y su hermana ... María Isabel, con catorce, se disponían a embarcar en un vuelo comercial rumbo a Miami , adonde sus padres las enviaban para alejarlas del asfixiante régimen comunista que se había implantado en Cuba tres años antes. Para la miliciana, el equipaje era propiedad estatal y se debía quedar en tierra.
Noticias relacionadas
Tras un viaje de 45 minutos, sin la compañía de sus progenitores, las dos muchachas aterrizaron con lo puesto en suelo estadounidense. Desde entonces no ha regresado a la isla. «Y no regresaré mientras siga habiendo un miliciano delante», añade. Como Carmen y su hermana, entre diciembre de 1960 y octubre de 1962 más de 14.000 niños cubanos no acompañados cruzaron el estrecho de Florida hasta Estados Unidos para empezar una nueva vida en libertad. Es lo que se conoce como la Operación Peter Pan o, como la llaman los cubanoamericanos, Operación Pedro Pan .
El sacerdote irlandés Bryan O. Walsh , a la sazón director de la Oficina Católica de Asistencia Social (Catholic Welfare Bureau), había detectado en noviembre de 1960 la llegada a EE.UU. de menores desamparados en busca de un refugio seguro. Era el caso de un tal Pedro Menéndez , de quince años, que se había trasladado a Miami para vivir con unos familiares que apenas podían proporcionarle sustento. El padre Walsh comunicó su preocupación al enviado del presidente Dwight Eisenhower para gestionar la situación de los refugiados en Miami, Tracy Woorhees , que propuso que el gobierno federal destinara fondos para la acogida por parte de la Iglesia católica de los «Pedros» que estaban arribando desde Cuba.
Mientras, al otro lado del estrecho, el director de una escuela estadounidense en La Habana llamada Ruston Academy, James Baker , se afanaba en organizar con cubanos y expatriados la salida de niños hacia Miami ante la situación cada vez más preocupante en la isla. El 12 de diciembre Baker y Walsh hablaron para coordinar sus esfuerzos. El primero se ocuparía del viaje en avión de los niños y el segundo de recibirlos y darles refugio en EE.UU., bien en campamentos o bien en familias. El primer vuelo despegó el 26 de diciembre de 1960. La Operación Pedro Pan había comenzado.
Primeros pasos en Estados Unidos
«La mayoría éramos niños de clase media, de familias religiosas –explica la antigua niña del exilio–. El 90 y pico por ciento éramos católicos practicantes e íbamos a escuelas de curas y monjas, 396 eran judíos y unos 700, protestantes. Cuando llegó el comunismo y empezaron los juicios sumarios y los fusilamientos televisados, la vida se viró al revés».
«Mi hermana y yo fuimos al campamento de Florida City, donde estaban las niñas y los menores de doce años», recuerda Carmen Valdivia, ahora con 72 años, desde Miami. Llegaron ya de noche a aquel lugar, situado al sur de Miami y muy cerca del pantanoso Parque Nacional de los Everglades. Gran cantidad de niños les dieron una calurosa bienvenida, que recuerda como algo «muy lindo», en contraste con el «odio» con que las habían tratado en los últimos tiempos en Cuba. Unas religiosas les dieron leche y chocolate, su primer alimento en tierra estadounidense, y les rellenaron el papeleo. Pero enseguida pasaron bajo la tutela del matrimonio Suárez , unos exiliados que vivían en una casa dentro del propio recinto del campamento. «Ellos me dieron un pijama y unas zapatillas», recuerda con cariño.
El campamento de Florida City, en 1964. Carmen Valdivia, en el extremo derecha de la imagen
Al principio, cuando creían que su estancia en EE.UU. sería pasajera y que pronto regresarían a la isla, sus anfitriones trataron de que mantuvieran en lo posible las costumbres, la dieta e incluso el método de enseñanza cubanos. Pero a medida que se veía que el régimen castrista iba para largo y que se quedarían más de lo previsto, fueron adoptando la cultura estadounidense. «Empezamos a ir a escuelas americanas fuera del campamento, nos daban comida más americana y hablábamos cada vez más en inglés», asegura Valdivia.
Tras la ruptura de relaciones diplomáticas entre EE.UU. y Cuba en enero de 1961, Washington otorgó a los niños cubanos una exención de visado, con la que comenzaba una política migratoria favorable a los exiliados de la isla que se prolongaría durante décadas.
Bajo la Administración de John F. Kennedy , el programa duró hasta el 23 de octubre de 1962, cuando se interrumpieron los vuelos comerciales entre los dos países como consecuencia de la llamada crisis de los misiles, lo que obligaba a viajar de Cuba a EE.UU. a través de países como España o México. En total, se estima que 14.048 niños de entre seis y 18 años llegaron a EE.UU. a través de esta operación de rescate, de los cuales una mitad permanecieron en campamentos y la otra en familias de acogida repartidas por todo el país.
El régimen castrista ha tratado de presentarla como un siniestro plan secreto de la CIA para arrancar a los niños cubanos de los brazos de sus padres, pero Valdivia recalca que eran estos quienes voluntariamente los mandaban a EE.UU. para ponerlos a salvo de una dictadura que acabaría por «no permitir por ley a los padres interferir en la educación socialista». Y matiza que no era clandestino, si bien tampoco se le quería dar publicidad para evitar que la dictadura pusiera trabas. En todo caso, no fue hasta después de que concluyera en 1962 cuando salió plenamente a la luz a través del diario «Miami Herald». Su periodista Gene Miller fue precisamente quien acuñó el nombre de Operación Pedro Pan. «La mayoría no supimos que éramos “Pedro Pan” [como se conoce a los niños que participaron en la operación] hasta mucho después, y muchos aún no lo saben», indica Carmen Valdivia.
Carmen Valdivia, en una imagen actual y en otra de adolescente
«No regresaré a Cuba mientras haya un miliciano delante»
Carmen Valdivia
Directora del Museo Americano del Museo de la Diáspora (Miami, Florida)
Ella no volvió a ver a sus padres hasta 1966, después de que en diciembre del año anterior comenzaran los llamados «vuelos de la libertad», acordados por Washington y La Habana para permitir las reunificaciones familiares. A pesar de lo duro que era para ellos enviar solas a sus hijas a un país extraño, les agradece enormemente una decisión que considera «el regalo más grande» que le hicieron, ya que le permitió vivir en una tierra en libertad, en la que nacieron sus hijos y nietos. La gran mayoría de los «Pedro Pan» pudieron reencontrarse en aquella época con sus padres, pero otros tardarían años en volver a verlos por estar presos. Hubo quienes nunca llegarían a hacerlo.
Exposición en el Museo de la Diáspora
Valdivia, de profesión arquitecta, es hoy directora del Museo Americano de la Diáspora Cubana , en Miami, que se prepara estos días para abrir el 1 de marzo una exposición conmemorativa del 60 aniversario de la Operación Pedro Pan. En ella se repasará, a través de documentos de la época y testimonios de más de un centenar de estos niños del exilio escritos en las paredes, la situación que había en Cuba, la salida de los menores y su acogida en EE.UU.
Como ella, la inmensa mayoría de los niños llegados a través de esta operación se abrieron camino en EE.UU., algo en lo que tuvo mucho que ver la «excelente» formación escolar que llevaban, sostiene. Según apunta, la educación cubana antes de Fidel Castro «era tan buena que los “Pedro Pan” lográbamos pasar las asignaturas incluso sin saber el idioma». Políticos, artistas y empresarios de renombre se encuentran entre ellos, incluyendo, por ejemplo, al padre de Jeff Bezos, el fundador de Amazon y el hombre más rico del planeta; al cantante Willy Chirino o al senador Mel Martínez.
El Miami Sound
El arraigo de esta generación de «niños del exilio» contribuyó decisivamente a forjar una nueva cultura híbrida en Miami, la de la comunidad cubanoamericana, hoy un sector de poderosa influencia en todos los ámbitos de la sociedad de EE.UU. Fruto de esta nueva cultura surgió el Miami Sound (Sonido de Miami), un estilo musical propio del sur de Florida que «no es del todo cubano ni del todo estadounidense», comenta Carmen Valdivia. «Todos nosotros aprendimos muy temprano a convertir en triunfo el sacrificio y el trabajo. No somos víctimas; la suerte de ser “Pedro Pan” nos ayudó a no darnos por vencidos. Pudimos triunfar, nada nos puede parar en el mundo», afirma con orgullo.
Varios chicos leen la prensa en un salón presidido por la bandera cubana
Otro de los «Pedro Pan» que salieron adelante en su tierra de adopción fue Tomás Regalado . Hijo de un periodista del diario «Información», de La Habana, como tantos otros niños fue enviado a EE.UU. por el «miedo al adoctrinamiento marxista». Regalado seguiría los pasos de su padre y llegó a ser un periodista de éxito en EE.UU., con una larga carrera en diferentes medios. Convertido en una de las voces más respetadas del exilio cubano, en 2009 fue elegido alcalde de Miami, cargo en el que se mantuvo hasta 2017. Después dirigió Radio y TV Martí, un medio dependiente del gobierno federal creado para contrarrestar la propaganda castrista, y hoy es presidente del Instituto Interamericano para la Democracia.
Coincide con Carmen Valdivia en que la Operación Pedro Pan marcó a aquella generación de niños que tuvo que esforzarse por prosperar y agradecida al país que los acogía, forjando la identidad de la comunidad cubanoamericana. Eso se trasladó también al carácter político. Los cubanoamericanos son tradicionalmente inclinados al voto republicano y en las pasadas elecciones fueron clave para dar a Donald Trump la victoria en el estado de Florida.
Tomás Regalado, ahora de 73 años, aterrizó en Miami con doce, a principios de 1962. Según recuerda, entre los padres de la isla había auténtico «pánico», ya que incluso se hablaba de que el régimen mandaría a los niños a la Unión Soviética . En lugar de visa, el único documento que llevaba consigo al llegar a EE.UU. era «una carta firmada por un cura que decía “El menor Tomás Regalado está autorizado a llegar a Estados Unidos”», señala. Fue enviado a un albergue con centenares de niños, situado en un antiguo hospital militar en un lugar al oeste del condado llamado Kendall, entonces «en medio del bosque» y hoy un municipio «que casi tiene más habitantes que la propia ciudad de Miami», comenta Regalado con nostalgia.
Tomás Regalado, en su etapa como director de Radio y TV Martí, y de niño
«Los padres tenían pánico en la isla, se decía que mandarían a los niños a la Unión Soviética»
Tomás Regalado
Exalcalde de Miami, exdirector de Radio y TV Martí, y presidente del Instituto Interamericano para la Democracia
«Esta fue la mayor operación de rescate de niños de la historia, nunca más llegaron 14.000 a un país de un solo tiro», subraya. En los últimos años, en los que se ha hablado mucho de los hijos de inmigrantes irregulares, él se solidariza con los «dreamers» (soñadores), ya que «no tienen la culpa de que llegaran ilegalmente», explica.
La dictadura se perpetuó
Al año de estar en Miami, Regalado pudo reencontrarse con su madre, que también salió de la isla. Sin embargo, a su padre tardaría más en abrazarlo. Como consecuencia de la brutal represión, «cayó preso y no pude verlo hasta 22 años después», cuenta Regalado.
Los exiliados cubanos vivían en los primeros años pendientes de la radio, rememora, con un sentimiento «contagioso» de que Fidel estaba siempre a punto de caer. Cuenta que se había extendido en Miami una frase: «La próxima Nochebuena, en Cuba». Por desgracia, con el tiempo dejó de usarse. Nadie imaginaba que seis décadas después la dictadura continuaría en pie.