Los tres partidos británicos hacen irreversible el autogobierno escocés
Cameron, Miliband y Clegg sellan una promesa conjunta de dar más poderes a Escocia si gana el «no»
Borja Bergareche
Ocurra lo que ocurra este jueves, cuando 4,3 millones de escoceses respondan a la pregunta de si Escocia «debería ser un país independiente», el nacionalismo escocés habrá logrado empujar al Reino Unido hacia un modelo diferente de Estado, más descentralizado y cada vez más ... cerca del federalismo. La estrategia inicial del gobierno de David Cameron fue aparcar el proceso de descentralización -o «devolución»- para centrar el debate escocés en la posibilidad de la independencia. Así lo acordó en octubre de 2012 con el nacionalismo escocés, que prefería introducir una tercera respuesta a la pregunta sobre la secesión, ofreciendo incrementar al máximo el nivel de autogobierno.
Pero el frío cálculo del líder «tory» ha sido arrollado por el inevitable impulso que la campaña independentista ha dado a las reivindicaciones de mayor autonomía para Escocia, una propuesta que recaba el apoyo del 70% de los escoceses. Tanto, que los líderes de los tres grandes partidos británicos intentaron ayer ocupar este amplio espacio autonomista en Escocia con una solemne promesa de convertir el autogobierno escocés en irreversible y de ampliar sus competencias políticas, fiscales y sociales a partir del mismo viernes, siempre que los escoceses opten por dar la espalda a la secesión.
En una carta publicada en el tabloide «Daily Record» -con los autógrafos manuscritos de David Cameron, Nick Clegg y Ed Miliband- los líderes de las formaciones nacionales se comprometen a transferir «amplios nuevos poderes» al parlamento escocés. Además, declaran que la cámara de Holyrood es «irreversible», en un intento de hacer ver a los escoceses que el parlamento de Westminster, denostado por los nacionalistas, no podrá dar marcha atrás a la autonomía escocesa, restablecida en 1999 por Tony Blair.
Pero la falta de detalle sobre las competencias que serían transferidas y el calendario llevaron al Partido Nacional Escocés (SNP) de Salmond a recibir la carta como una «burla» y una muestra más del nerviosismo que detectan en la campaña Mejor Juntos. «El llamado “proyecto pánico” está dispuesto a decir lo que sea en estos últimos días de campaña para frenar el impulso del “sí”», dijo ayer un portavoz del SNP.
El manifiesto autonomista defiende que «el Reino Unido existe para garantizar seguridad y oportunidades a todos mediante el reparto equitativo de nuestros recursos en las cuatro naciones», en referencia a Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte. La carta se refiere específicamente a que «la última palabra sobre los niveles de inversión en el Sistema Nacional de Salud la tendrá el parlamento escocés».
Polémica por la Sanidad
Con este punto, conservadores, liberales y laboristas intentan hacer frente al argumento que más réditos parece estar dando a la causa independentista, que ha logrado asociar en la mente de muchos la permanencia en el Reino Unido con el desmantelamiento de la salud pública. Desde las filas unionistas recuerdan que los niveles de gasto en esta materia ya son competencia de la cámara regional. La polémica se reavivó ayer cuando la BBC publicó un documento interno de la administración sanitaria escocesa que recomienda un recorte de unos 500 millones de euros para compensar las cuentas.
La filtración permitió al exprimer ministro laborista Gordon Brown -convertido en paladín de la causa autonomista- acusar al SNP de «mentir» sobre la sanidad. Fue Brown quien, hace unos días, lanzó la promesa de una nueva ola de descentralización si gana el «no». Cameron recogió el guante y se comprometió anteayer, en un dramático discurso en Aberdeen, a introducir la reforma en Westminster en noviembre y a tener un borrador de ley en enero, para que los tres partidos nacionales concurran en las generales previstas para mayo del año que viene con el compromiso de dar más poderes a Escocia, gane quien gane.
Pero las diferentes visiones entre unos y otros generan fuertes dudas. Los liberales quieren conceder a Escocia el control sobre el 60% de la recaudación fiscal, y hablan sin tapujos de un nuevo Reino Unido federal. Los laboristas, por su parte, quieren transferir el 40% de los recursos fiscales y aspiran a convertir «el Estado unitario y centralizado del pasado en una alianza de iguales en la que el poder esté compartido», en palabras de Brown. Pero se oponen a transferir el impuesto de sociedades y las contribuciones a la caja de las pensiones. Y limitarían la transferencia del IRPF al 15% del impuesto para evitar una carrera fiscal a la baja. Los «tories», en cambio, se han comprometido a transferir el 100% del IRPF.
En la actualidad, se estima que el parlamento escocés tiene potestad sobre el 12% de la recaudación fiscal, que se ampliará al 16% en 2016 cuando entre en vigor una segunda oleada «autonómica», acordada en 2012, con la cesión a Escocia de nuevos impuestos. Un empujón que, obviamente, no sirvió para aplacar la reivindicación independentista. En la carta, los tres partidos -que se enfrentarán en las próximas 48 horas a un despliegue apabullante de propaganda por el «sí- se comprometen a mantener la llamada fórmula Barnett. Este mecanismo, adoptado en los 70 de forma temporal, se usa todavía para calcular el nivel de gasto público que corresponde a cada una de las regiones británicas en aquellas materias controladas por el Estado, en proporción a la población de cada una de ellas y tomando como referencia las variaciones en gasto público en Inglaterra.
La promesa de mantenerlo es un guiño a Escocia, que suele salir favorecida por el reparto con un gasto per capita superior al de Inglaterra o Gales. El gesto, bien recibido en Escocia, puede plantear problemas en estas dos regiones. Ayer mismo el «Daily Telegraph» se hacía eco del riesgo de «revuelta» por las fuertes resistencias de diputados «tories» a transferir tantos poderes a Escocia. Cameron baraja, como contrapartida, el establecimiento de un nuevo parlamento para Inglaterra. Una medida que completaría la transformación del Reino Unido en un Estado igualmente peculiar, pero descentralizado y con rasgos federales.
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