Por qué Escocia giró hacia el independentismo
Los escoceses han votado si siguen formando parte del Reino Unido. La secesión escocesa era un supuesto inconcebible hace no tanto tiempo
g. d. olmo
La suerte está echada. Los escoceses votaron en un referéndum cuyo resultado copa la atención mundial si quieren seguir formando parte del Reino Unido, la pregunta que muchos se hacen a esta hora es cómo hemos llegado hasta aquí.
La hipótesis de la independencia se ... ha tornado verosímil en muy poco tiempo. No es hasta la década de 1980 que un amplio sector de la población escocesa empieza a distanciarse de las políticas de duro ajuste aplicadas desde Londres por Margaret Thatcher, y el hasta entonces minoritario Partido Nacional Escocés (SNP por sus siglas en inglés) ve como sus tesis nacionalistas van ganando adeptos en la misma medida en la que los pierden los Partidos Conservador y Laborista, tradicionales dominadores de la escena británica.
Hasta entonces el hoy ministro principal para Escocia y promotor del referéndum, Alex Salmond, había sido una figura de segundo orden que se había distinguido como integrante del conocido del Grupo 79, un colectivo radical en el que Salmond había destacado con propuestas como la transformación de Escocia en una república socialista.
El regreso de los laboristas a Downing Street con Tony Blair y la aplicación de su «tercera vía» no hicieron sino agrandar la sima. El programa reformista del nuevo gobierno tampoco fue del agrado del electorado escocés, tradicionalmente virado hacia posiciones mucho más a la izquierda que las que exhibía el primer ministro Blair. En estos años, la aversión hacia la élite política de Westminster y la demanda de autonomía para Escocia, que había renunciado a su propio Parlamento con la firma de la Union Act allá por el año 1707, se consolidan.
Así, en 1997, Blair concederá la autonomía para Escocia y los escoceses recuperaban tres siglos después su cámara representativa. Pero aquello no fue el final. En 2011, el SNP arrasó en las elecciones con la promesa en su programa electoral del promover un referéndum para la independencia de Escocia. Respaldado por el veredicto de las urnas, Salmond comenzó a presionar a Londres. Su propuesta inicial contemplaba la posibilidad de profundizar en la autonomía, pero el también conservador David Cameron , elegido primer ministro el año antes, quiso jugarse un órdago. Los escoceses votarían solo sobre la independencia. Confiado en las encuestas que daban una mayoría de tres a uno al «no», Cameron creyó que doblando la apuesta de Salmond podría apagar para siempre las demandas secesionistas. Faltan horas para saber si erró o no el cálculo. Si lo hizo, su error tendrá repercusión histórica.
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