«En Gaza no hay lugar seguro»
Por tercera vez en seis años los bombardeos de Israel obligan a un nuevo éxodo de palestinos dentro de una Franja de la que no pueden salir

Después de una noche muy larga empieza un nuevo éxodo para los palestinos del noreste de Gaza. Por tercera vez en los últimos seis años el enemigo informa a los ciudadanos de la zona más próxima a la frontera de que «el ejército israelí tiene la intención de atacar las infraestructuras terroristas. La operación será limitada en el tiempo. Los que no respeten las instrucciones pondrán su vida y la de sus familias en peligro». El ultimátum para la salida de civiles concluye a las doce del mediodía, pero la gente se da prisa para encontrar sitio en los colegios habilitados como refugios por la Agencia de Naciones Unidas para los refugiados palestinos (Unrwa) .
Caminando, en coche o en burro, mujeres, niños y ancianos inician la misma peregrinación que tuvieron que hacer en 2008 durante la operación ‘Plomo fundido’ y hace dos años en la ‘Pilar defensivo’ . Muchos varones, jóvenes y no tan jóvenes, optan por no moverse de sus casas. «De aquí solo me sacan muerto, yo estoy con la resistencia y, si entran, aquí me van a encontrar», afirmaba Ashraf mientras despide a su familia a las puertas de su casa en Beit Lahiya.
Los que más se dan más prisa logran encontrar sitio en el colegio Al Fajour, el más próximo a la zona roja delimitada por Israel y con capacidad para mil personas. Ibrahim Belbesi, profesor de inglés, llega con su esposa y piensa que «es más fácil soportar los bombardeos estando con más gente, pero la bandera de la ONU no significa protección total, en Gaza no hay lugar seguro». Junto a Ibrahim se encuentra la familia de Abdala Gaber, veinte personas en total, que ya estuvieron en esta escuela en 2008 y 2012. Para Abdala «esta vez la operación es más dura porque bombardean sin descanso día y noche, ojalá lleguen pronto a un acuerdo de alto el fuego».
Cincuenta centros de la ONU atacados
Ninguno de los entrevistados ha visto los panfletos lanzados por Israel, «hemos venido tras escuchar el mensaje por televisión y porque vivimos en plena frontera y sabemos muy bien cuando la cosa está caliente» señala Hekmat, que tiene en brazos al pequeño Mohamed, de cinco meses. En cada aula se acomodan treinta personas y el personal de la ONU se afana en izar la bandera en el mástil del tejado. Las coordenadas de los centros están en manos israelíes, pero al menos cincuenta edificios del organismo internacional han sido dañados a consecuencia de los ataques de los últimos días.
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