Sudáfrica teme por su futuro en ausencia de un Nelson Mandela insustituible
Aunque la democracia sudafricana cuenta con instituciones políticas y económicas consolidadas, el país se enfrenta a una crisis de identidad
jaime velázquez
«Dicen que uno no se convierte realmente en adulto hasta que el padre muere. Para algunos esto llega tan pronto en la vida, que aún no nos ha dado tiempo a apreciar qué papel va a jugar en nuestras vidas». Con esta metáfora comenzaba ... el reputado periodista Richard Poplak un análisis titulado «Sin Mandela, ¿en qué nos convertimos?» , y sin duda la metáfora es acertada. Con la muerte del padre, de Nelson Mandela, la mayor aprensión de Sudáfrica no se basa en una crisis política ni económica, sino en una crisis de identidad.
Los mercados ya se pronunciaron la pasada semana sobre la solidez de la economía del país africano; las Bolsas no se desplomaron y la moneda nacional –el rand– apenas se resintió cuando se conoció el fallecimiento del expresidente . Pese a los problemas de corrupción y las grandes diferencias sociales que aún perviven –Sudáfrica es uno de los países con mayores desigualdades del mundo— esta nación se asienta en instituciones consolidadas y cuenta con una sociedad civil dinámica y una prensa combativa curtida en las batallas contra el apartheid .
El CNA que llevó Mandela al poder pierde adeptos Como afirma el fundador del Congreso Sudafricano de Sindicatos (Cosatu) y ministro junto al difunto expresidente, Jay Naidoo , «mientras viva la Constitución, vivirá Mandela». Es esa Carta que consagra la igualdad racial, la libertad religiosa o de opción sexual, la que garantiza los logros de Nelson Mandela, pero los avances, decía Naidoo, habrían sido mayores si los políticos pudieran mantener siempre los valores de Mandela.
Ya antes de su muerte, la influencia de Mandela en la política diaria se había debilitado. Pero se nota su vacío, «como el contorno de un cráter formado por un violento impacto», según señala Poplakaverick.
Mandela se marchó; se acabó la era Mandela. Su legado pervive, pero los sudafricanos saben que este es el principio de una nueva etapa.
Las elecciones generales de 2014 muestran el nuevo panorama de la Sudáfrica post-Mandela. El Congreso Nacional Africano, que gobierna en Sudáfrica desde que el exmandatario lo llevara a la Presidencia, comienza a perder fuerza al tiempo que nuevas formaciones políticas empiezan a aparecer en espectro electoral.
EL CNA, un movimiento de liberación, ha perdido buena parte de sus atractivo. Muchos sudafricanos creen que ya no necesitan movimientos de liberación. Y a la vez comienza a cundir también un cierto desencanto entre quienes consideran que el CNA tampoco les ha traído la libertad prometida.
Paro y corrupción
La organización del expresidente de las Juventudes del CNA (los Luchadores por la Libertad Económica , EFF) de Julius Malema , gana adeptos entre las masas negras desfavorecidas, acuciadas por un paro que ronda el 30 por ciento, mientras que aquellos ciudadanos de clase media que confiaron en el partido de Mandela para salir del apartheid, se alejan del presidente Jacob Zuma por los sangrantes casos de corrupción de su Administración.
La oposición de la Alianza Democrática (AD), que hasta ahora era vista como un partido reservado a la minoría blanca, logra apoyos con políticas como su rechazo al cobro de un peaje en los accesos a la ciudad de Johannesburgo. Y es que aquella clase negra que liberó Mandela ahora tiene un nuevo problema: ir a trabajar en coche todos días.
Sudáfrica ya no es Mandela, es el hijo de Mandela. Su padre les dejó huérfanos y ahora deben aprender a ser adultos, aunque aún no sepan bien cuál es el papel que les toca jugar.
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