Simon Sebag Montefiore: «Las mujeres son tan capaces, monstruosas o ineptas como los hombres»

El escritor británico publica en España una obra monumental sobre las grandes familias que han llevado el timón del mundo hasta la actualidad

Los Hohenzollern, la implacable casa prusiana que dominó Europa y casi reina en España

Montefiore posa en un hotel madrileño JosÉ ramÓn Ladra

La historia más universal, la primogénita, la única desde que el mundo es mundo, ya se llame el patriarca de la saga Adán, Michael Corleone, Nicolás Románov o Felipe de Borbón, está protagonizada por una familia y tiene por objetivo el poder. Da lo ... mismo si usan cabezas de caballo, armadas, espadas o doblones de oro... la historia del poder será familiar o no será.

Al menos esa es la consigna del último libro de Simon Sebag Montefiore, popular autor de obras de historia como 'Los Romanov' o 'Llamadme Stalin: La historia secreta de un revolucionario'. «La mayoría de las historias mundiales son muy distantes, mientras que la mayoría de las biografías son demasiado detallistas. Quería encontrar una manera equilibrada de combinar estas dos formas de narración para reflejar la diversidad y el sentido de continuidad. Es la forma ideal de entender los grandes hechos», explica el británico sobre el origen de 'El mundo: una historia de familias' (Crítica), un absorbente recorrido de un millón de años por las venas del poder.

Todo ello en una época donde Europa, a diferencia de otros continentes, ha desahuciado por razones económicas e ideológicas a la familia como unidad para las grandes ocasiones. «Es bastante difícil hacer una historia con matices en el período actual de radicalismo progresista», advierte Montefiore durante la entrevista con ABC.

–En su libro muestra que en otros continentes todavía hay mucho poder en dinastías familiares, pero Europa va por otros derroteros. ¿Han renegado los europeos de sus familias?

–El gobierno representativo, a partir de la Ilustración, comenzó a sustituir la idea de clanes e intereses familiares. Hoy, nos gusta enorgullecernos de que somos muy seculares, racionales y superiores a cosas tan supuestamente básicas como las tribus o las familias. Esto se debe a que nuestros estados comenzaron a ofrecer la promesa de justicia y meritocracia, reemplazando la necesidad de que las familias protegieran a las personas. Sin embargo, esto no sucede igual en África y en la mayor parte de Asia y América del Sur, donde la gente realmente no confía en que los estados brinden esa protección. Allí el poder familiar incluso está creciendo.

–Al final del libro hace un retrato terrible de las amenazas (cambio climático, pandemias, crisis políticas…) que acechan a la humanidad. ¿Por qué el futuro provoca tanto desasosiego?

–Ciertamente miramos el futuro con miedo, pero uno de los temas del libro es que en todas las épocas hemos creído que el fin del mundo era inminente. Esta vez parece ser más factible de lo habitual. Se avecinan todo tipo de peligros masivos creados por nosotros mismos. Las marcas de nuestro triunfo como especie tiene un coste terrible. Y la pregunta es: ¿podemos controlar el precio del éxito mientras construimos el futuro? Ese es nuestro desafío.

«No hay familias puras, ni religiones puras, ni naciones o razas puras. Todo es producto de fusiones y fusiones»

–¿La solución está en la familia o es uno de los desafíos a superar?

–Creo que vamos a ver un regreso a la familia nuclear. Justo cuando pensábamos que la familia ya no era importante, que todos éramos parte de comunidades globales, corporativas o de género e identidad que trascendían a la familia, hemos tenido que abrir el visor. Cuanto mayor es la crisis, más importante es la familia. La pandemia demostró cómo cuando uno está en crisis, siempre regresa con los suyos. Ahora la gente trabaja desde casa, desde sus hogares, en lugar de ir tanto a la oficina. La familia será cada vez más importante ante lo que está por venir.

–¿Las dinastías y familias tienen nacionalidad?

–Diría que las dinastías tienen una nacionalidad propia, aunque sean compatibles con otras. Los objetivos de las familias son completamente flexibles. Las familias pueden representar cualquier cosa, desde reinos a religiones opuestos según las circunstancias. Los reyes Ptolomeos, por ejemplo, eran de cultura y origen griego, pero se egiptizaron sin problemas. Del mismo modo los mogoles de la India conquistaron Asia como conquistadores túrquicos, pero se convirtieron pronto en indios. La clave de las familias es la hibridez. No hay familias puras, ni religiones puras, ni naciones o razas puras. Todo es producto de fusiones y fusiones.

–Usted comenta en el libro que la monarquía española nació de un matrimonio, el de los Reyes Católicos, y luego sufrió una grave crisis precisamente por exceso de estos. ¿Indigestión de familia?

–Sí, el uso de las dinastías familiares tiene siempre ese problema. El primer obstáculo del poder familiar es biológico. Siempre puedes tener a alguien que resulta ser un completo imbécil y que no entiende la política de su país. Pero también genera el problema de los matrimonios endogámicos, como el de los Habsburgo, los Herodes de Judea o todos los faraones egipcios, que trataron de fortalecer la familia casándose con parientes cercanos. En el caso de los Habsburgo españoles, intentaron constantemente construir una alianza con sus primos de Viena, pero finalmente lograron algo inesperado. El libro está lleno de ironías así. Toda la historia está repleta de consecuencias inesperadas y de personajes logrando exactamente lo contrario de lo que esperaban.

–Gran parte de los Habsburgo están marcados con una leyenda negra sobre su vida. ¿Cree que se ha hecho una lectura justa de sus biografías?

–No, en el libro he evitado la leyenda negra. Por ejemplo, para mí Felipe II es un personaje fascinante, complejo, con cierto sentido del humor, pero también determinación férrea. Lo que hay que entender de él es que tenía una perspicacia asombrosa para gobernar. Aunque soy un historiador británico, estoy más interesado en él que en Isabel I. Lo que ocurre con la historia de España es el síntoma del éxito. Cada vez que cualquier país se convierte en el más poderoso del mundo no tarda en volverse un imperio insostenible. Sus fronteras resultan demasiado amplias. Sus ambiciones, excesivas. Se vuelven inmanejables. Y se convierten en el objetivo propagandístico para jugadores más pequeños y dinámicos como fueron, en época española, Inglaterra y Holanda. Ha ocurrido con la leyenda negra española, pero ahora también le pasa al imperio británico. Sufrimos de la misma enfermedad: la resaca del éxito. Los españoles no son peores que nadie en ese sentido. Eran brutales constructores de imperios, por supuesto. Pero todos los imperios se construyen con violencia.

Cleopatra probando venenos con condenados a muerte (1887). abc

–¿Entonces no deben pedir perdón los herederos de ese imperio?

–Las disculpas realmente no funcionan a esta distancia. Las disculpas son una solución muy delgada y superficial. Una vez que los perpetradores están muertos, es absurdo y regresivo perseguir a los antepasados siglos después. Las disculpas son baratas. La mejor cura para la historia es la luz de la revelación. La narración clara e inequívoca de lo que realmente sucedió.

–Usted, que conoce tanto la historia rusa, ¿cree que Putin podrá crear su propia dinastía política?

–Dinastía, no creo. Su régimen es similar a una dinastía, donde muchos de los hijos de los gobernantes están dentro del sistema. Una especie de cuadrilla de élite, un séquito que se comporta exactamente como una corte imperial. Y, por supuesto, sus principales cortesanos esperan que el poder y el dinero estén protegidos por Putin y el que sea su sucesor. Pero no es una dinastía.

–¿Será capaz de sobrevivir a la guerra?

–Posiblemente. Una vez que has tirado los dados de hierro, como decía Bismarck, todo se exagera con la guerra. Todo se acelera, se agudiza, se intensifica... Pero si la guerra llega a un punto muerto, Putin puede sobrevivir. Se aferrará al poder mientras viva. Lo que no quita que, en caso de que Ucrania obtenga victorias militares significativas, puede acabar con su derrocamiento.

–Franco tampoco fue capaz de crear un régimen familiar. ¿Por qué fracasó en este propósito?

–La primera razón es que Franco no tenía hijos varones, lo cual era un problema en una España católica muy conservadora. Cuando murió se consideraba a sí mismo como una figura única, irremplazable. Solo pensó que había encontrado una nueva forma de extender el dominio franquista a través de Juan Carlos. El Rey jugó bien con el dictador. Mostró cierta astucia frente a Franco, que era muy cauteloso y sobrevivió a otros dictadores porque España no era importante. Durante los años 50 y 60, como resultado de la victoria de Franco se empobreció España, reducida a un país provinciano y aislado, hasta tal punto que no importaba en el panorama mundial. Luego, con la democracia, España retomó su lugar entre las principales naciones occidentales. Y esto hay que celebrarlo.

«Juan Carlos mostró cierta astucia frente a Franco, que era muy cauteloso y sobrevivió a otros dictadores porque España no era importante»

–¿Cómo ve el futuro de la gran familia española, los Borbones, tras el legado de Juan Carlos?

–Los Borbones sobrevivirán a lo mucho que la ha fastidiado Juan Carlos. Ha cometido muchas locuras para servirse a sí mismo, pero también prestó un gran servicio a la democracia y es algo que no debe olvidarse. En las monarquías constitucionales de Europa Occidental, las dinastías familiares son una buena manera de personificar la democracia en una persona, en una familia. Aunque parezca terriblemente irracional según los radicales y los antimonárquicos, estas familias se están demostrando muy útiles en la era de los populismos.

–El libro muestra a mujeres muy poderosas en la historia que han mandado a pesar del patriarcado. ¿Hay otra historia por descubrir?

–Siempre han sido subestimadas, dejadas fuera de la historia y, si tenían poder, acusadas de monstruos megalómanos y ninfómanos. Pero la verdad es que las mujeres han sido muy importantes, especialmente en los sistemas familiares. Lo que sí demuestra la historia es que no es cierto el argumento de que si las mujeres gobernaran el mundo sería más pacífico. A menos que el mundo estuviera gobernado por buenas primeras ministras nórdicas... no es cierto. Las mujeres son tan capaces y tan monstruosas e ineptas como los hombres.

Artículo solo para suscriptores

Accede sin límites al mejor periodismo

Tres meses 1 Al mes Sin permanencia Suscribirme ahora
Opción recomendada Un año al 50% Ahorra 60€ Descuento anual Suscribirme ahora

Ver comentarios